Llegábase el tiempo en que Su Alteza cumplía años, y para celebrarlos, alabando el dichoso mes de mayo en que había nacido, hice un romance, y por dar a entender a algunos acaballerados fisgones de aquello que no entienden (que, muy presumidos de discretos, no estimaban mis versos porque no eran de poeta con don o descendiente de godos) que también los pobres y humildes saben hacer cosas de ingenio, pues tienen un alma y tres potencias como los más poderosos y cinco sentidos como los más calificados, y que no hay cláusula en el testamento de Adam que dejase, como señor que era entonces de todo el mundo, a los caballeros mejorados en tercio y quinto en las aguas de Hipocrene, y a los pobres herederos en el caño de Bacinguerra, la una fuente del Parnaso con licores poéticos, y el otro caño cordobés con inmundicias salváticas.
El romance decía de la forma siguiente:
¡Oh, qué galán venís, Mayo!
Mas tenéis razón que os sobra,
Tenéis justicia que os vale,
Tenéis verdad que os abona.
Después que sois rey jurado
Por las flores olorosas,
Excelso Arturo os alienta,
Supremo Favonio os sopla.
Amaltea, en vasallaje,
Os ha feudado su copia
En tormentas de claveles,
En avenidas de rosas.
De jazmines y arrayanes
Formáis matizadas flotas,
Siendo la campaña mar,
Siendo las flores sus ondas.
Diréis que hoy hace Fernando
Años justos, y que os toca,
Por nacer en vuestro mes,
El bastón, el peto y gola.
Es así, yo lo confieso,
Que, por ser verdad que consta,
Hoy Madrid se regocija,
Hoy Bruselas se alborota.
Hoy, Mayo, ha de haber dos Mayos,
Dos primaveras hermosas,
Dos albas en sólo un día
Y en un día dos auroras.
Dos soles verá Brabante,
Uno farol, otro antorcha,
Uno planeta, otro Infante,
Uno en carro, otro en carroza.
Lleguemos a cuentas, Mayo,
Y confesad sin lisonja:
¿Cuál merece más aplausos?
¿A quién más triunfos le tocan?
Diréis que, por más antiguo,
Sois de la mesa redonda
Príncipe, par y caudillo,
Siglos, lustros, años y horas;
Que por vos es Marte Adonis,
Lasciva Venus Belona,
Incasta dueña Lucrecia,
Inconstante dama Porcia;
Que mientras tenéis el cetro
La senectud se remoza,
La estéril vega se anima,
El inútil tronco brota;
Que ufana produce Ceres,
Que alegre dibuja Flora,
Y, sin ser reina, Amaltea
Pensiles jardines forma;
Que a el alba las avecillas
Sobre el sauce cantan solfa,
Sobre el álamo gorjean,
Sobre el mirto verde entonan;
Mirra la floresta vierte,
Cinamomo el monte aborta,
Diamantes da en risa el alba,
Perlas da en llanto el aurora;
Que hacen gratos maridajes
Las fieras más portentosas,
Celebra el mar himineos,
Ostenta el Céfiro bodas;
Que sale halagüeño el Sol
Con su mostacha a la moda,
Sin nube que se le atreva,
Sin vapor que se le oponga;
Que, por dar tapete a el prado,
Dan las plantas más frondosas
Una tempestad de flores,
Un torbellino de hojas;
Que vos, Mayo, sois de el campo
Quien lo enriquece o lo agosta,
Quien lo alienta o lo destruye,
Quien lo levanta o lo postra.
Estas son vuestras hazañas
Declaradas ya por propias,
Que ni el olvido las niega
Ni el tiempo anciano las borra.
Aleguemos por Fernando,
Mayo alegre de esta zona,
Feliz primavera en Flandes,
Sol hermoso de esta Europa:
Que es más moderno no hay duda,
Pero más argenta y dora
Quien a el Oriente da luces
Que quien a el Ocaso sombras.
Este mayo en pocos mayos
Muchos privilegios goza,
Prevista deidad le alienta,
Hesperio candor le adorna.
Éste, el Sol es su minino,
El alba su precursora,
Y es el día más sereno
De aquesta perla la concha.
La palestra se estremece,
Que ¿a quién no admira y absorta
Ver un piélago de dichas,
Ver un golfo de victorias?
Sin número son sus hechos,
Sus acciones belicosas,
Dignos de laurel sus triunfos,
Dignas de palma sus glorias.
Su natural es divino,
Su condición milagrosa,
Su compostura suprema,
Su conversación heroica.
¿Quién vio lebrel arrojado
Cuya piel, por prodigiosa,
Aspira a vellón de tigre
Y espira en vellón de onza,
Que, por falta de discurso,
O se enfurece o se enoja
De ver en el tur del cielo
Correr a la Luna postas,
Y ella, a su arrogancia muda
Cuanto a sus ladridos sorda,
De luces la tierra inunda,
De plata las minas colma?
¿O nube densa, atrevida,
Que, llena de vanagloria,
Se opone a el Sol cara a cara
Y le embiste proa a proa,
Mas el celeste diamante,
Que por ser tan luminosa
Su claridad quiso el Cielo
Vincularlo por su joya,
La deshace en plumas rizas,
La disminuye en garzotas,
En lluvias la desvanece,
En vapores la transforma?
¿O mariposa que a el prado
Sus varios matices roba,
Siendo pintada alcatifa
La que fue blanca alcandora,
Que puesta a la ardiente llama
Fluctúa el cerco animosa
Para ser despojo débil
Lo que fue altanera pompa,
Y el fuego que, refulgente,
Sus atrevimientos nota,
Ni precipitado ofende
Ni enternecido perdona?
Pues de aquesta misma suerte
A aquesta Luna española,
A este claro Sol de el Austria,
A esta llama vencedora,
El que se le opone altivo,
El que de Alcides blasona,
Es, a rayos deste Apolo,
Lebrel, nube y mariposa.
Si es su estrella favorable,
Si es su suerte poderosa,
Si va en bonanza su dicha,
Si va su fortuna en popa,
Fuerza es, Mayo, que os exceda,
Pues su ventaja es notoria,
Su valor más conocido,
Su calidad más grandiosa.
Rendidle a Fernando el cetro,
Entregadle la corona;
Sea Mayo y, como rey,
Fueros quite y leyes ponga.
Él solo en el año impere,
Cual la deidad portentosa
Que es, por gusano y por ave,
Hija y madre de sí propria.
Dadle el víctor de sus años,
Lleve el grado con la borla,
Los árboles lo respeten,
Las flores lo reconozcan.
A sus años tan felices
Tocad la sonora trompa,
La caja la tierra altere,
El clarín los aires rompa,
Flores el parque derrame,
El palacio vierta aromas,
Por que goce en holocaustos
Lo que su fama pregona.
Díselo a Su Alteza y, como príncipe tan perfecto, sin reparar en la humildad de el verso, premió lo realzado de mi voluntad; porque son escusas de avaros y malos pagadores el calumniar al poeta y censurar sus versos para quedarse de gratis con sus obras; pero tienen poco de Jerjes, pues no estiman el corcho de agua, y mucho de Midas en guardar su dinero.
En este tiempo gastaba yo el que tenía en regalar a mi miñona, sin reparar que eran obras hechas en pecado mortal y que sembraba en mala tierra. Queríala por lo que me costaba y estimábala por ser mujer y porque, al fin, habemos nacido de ellas; mas la tal señora no me estimaba sino por que la sirviese de Marqués de el Gasto y Conde de Cabra. Tenía yo la fama de ser su galán y otros cardaban la lana.
Vida y hechos de Estebanillo González, hombre de buen humor
Compuesta por el mismo
Esta novela, considerada la culminación de la novela picaresca, apareció impresa en Amberes en 1646, obra de autor desconocido. Pretendió ser la autobiografía verdadera de un bufón de la corte, pero por históricos que fuesen los personajes de esta novela, y por biográficos que pareciesen los hechos de su vida pasada, la estructura autobiográfica de la obra es una imitación consciente de la narración episódica de las novelas picarescas: como con Lazarillo de Tormes…
La obra relata las aventuras y desventuras de Estebanillo González, un siervo y bufón de distintos caballeros que tiene un papel destacado de mensajero en el Guerra de los treinta años que se desarrollo en Europa. El personaje se caracteriza por su falta de principios morales, así como la afición a la bebida y a las riquezas que acumula por los regalos que a él le conceden los aristócratas para los que trabaja y que será preferentemente dinero y objetos de oro. Lo que Estebanillo pretende es poner una casa de juegos en Nápoles, que consigue al final de sus aventuras. En estas aventuras, además de servir a distintos caballeros, entre los que destacan el Cardenal Infante Don Fernando y el General Ottavio Piccolomini, se relata el paso por distintos países europeos, estando los primeros desplazamientos dentro de Italia, por Roma, Liorna, Mesina, Palermo, Nápoles o Lombardía, para pasar luego a España, en ciudades como Zaragoza, Madrid, Santiago o Sevilla, así como por Portugal, Francia, Flandes, Polonia y vuelta a Italia, donde termina en Nápoles, como él deseaba, para instalar una casa de juegos. Se pueden distinguir tres partes en la obra, la primera en la que su actividad es básicamente la de hurtos y otras trampas, como las cartas; la segunda en que entra a formar parte de la servidumbre del Virrey y la tercera parte en la que ya está con el General Piccolomini.
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