Almez (6) - II. La batalla de los árboles

II. La batalla de los árboles
Parece que los cantores ambulantes galeses, lo mismo que los poetas irlandeses, recitaban sus romances tradicionales en prosa, y pasaban al verso dramático, con acompañamiento de arpa, sólo en los momentos de tensión emocional. Algunos de esos romances sobreviven completos con los versos incidentales; otros los han perdido; en algunos casos, como en el del romance de Llywarch Hen, sólo sobreviven los versos. La colección galesa más famosa es el Mabinogion, que es explicado habitualmente como «Romances juveniles», es decir los que se esperaba que conociera todo aprendiz de la profesión de cantor ambulante; está contenido en el Libro Rojo de Hergest del siglo XIII. Casi todos los versos incidentales se han perdido. Estos romances son el capital comercial de un cantor ambulante y algunos de ellos han sido más actualizados que otros en su lenguaje y en la descripción de los modales y costumbres.
El Libro Rojo de Hergest contiene también una mezcolanza de cincuenta y ocho poemas titulada El Libro de Taliesin, entre los cuales aparecen los versos incidentales de un Romance de Taliesin que no está incluido en el Mabinogion. Sin embargo, la primera parte del romance se conserva en un manuscrito de fines del siglo XVI titulado el «Peniardd M.S.», publicado por primera vez en la Myvyrian Archaiology de comienzos del siglo XIX, completa con muchos de los mismos versos incidentales, aunque con variaciones en el texto. Lady Charlotte Guest tradujo este fragmento, completándolo con material de otros dos manuscritos, y lo incluyó en su muy conocida edición del Mabinogion (1848). Por desgracia, uno de los dos manuscritos provenía de la biblioteca de Iolo Morganwg, célebre «mejorador» de documentos galeses en el siglo XVIII por lo que su versión no puede ser leída con confianza, aunque no se ha probado que este manuscrito concreto sea falso.
En esencia el romance es como sigue. Un noble de Penllyn llamado Tegid Voel tenía una esposa llamada Caridwen, o Cerridwen, y dos hijos, Creirvy, la muchacha más bella del mundo, y Afagddu, el muchacho más feo. Vivían en una isla en medio del lago Tegid. Para compensar la fealdad de Afagddu, Cerridwen decidió hacerlo muy inteligente. Así pues, de acuerdo con una receta contenida en los libros del mago Vergi de Toledo (protagonista de un romance del siglo XII) hirvió la inspiración y el conocimiento en una caldera que había que mantener a fuego lento durante un año y un día. Una estación tras otra agregaba a la poción hierbas mágicas recogidas en las horas planetarias debidas. Mientras recogía las hierbas puso al pequeño Gwion, el hijo de Gwreang, de la parroquia de Llanfair en Caereinion, a cargo de la caldera para que la removiera. Hacia el final del año tres gotas ardientes saltaron de la caldera y cayeron en el dedo del pequeño Gwion. Él se las llevó a la boca e inmediatamente conoció la naturaleza y el significado de todas las cosas del pasado, el presente y el futuro, y así se dio cuenta de que tenía que guardarse de las tretas de Cerridwen que estaba decidida a matarlo tan pronto como terminara él su tarea. En vista de ello huyó, y ella le persiguió en forma de horrible bruja gritona. Utilizando las facultades que le había proporcionado la caldera, Gwion se transformó a su vez en liebre, y ella en lebrel. Él se sumergió en un río y se convirtió en pez; ella se convirtió en nutria. Él voló por el aire en forma de ave; ella se transformó en halcón. Él se transformó en un grano de trigo aventado en el suelo de un granero; ella se transformó en gallina negra, escarbó el trigo con las patas, encontró el grano y se lo tragó. Cuando volvió a tomar su forma natural se encontró encinta de Gwion y nueve meses después lo dio a luz en forma de niño. No tenía valor para matarlo, porque era muy bello, y en consecuencia lo metió en un saco de cuero y lo arrojó al mar dos días antes del Primero de Mayo. La corriente lo arrastró hasta la presa de Gwyddno Garanhir, cerca de Dovey y Aberystwyth, en la Bahía de Cardigan, de donde lo sacó el príncipe Elphin, hijo de Gwyddno y sobrino del rey Maelgwyn de Gwynedd (Gales septentrional), que había ido allí a pescar. Aunque no pescó pez alguno, Elphin se consideró bien recompensado por su trabajo y cambió el nombre de Gwion por el de «Taliesin», que significa «muy valioso» y también «rostro hermoso», lo que se presta a que el autor del romance haga juegos de palabras.
Cuando Elphin fue encarcelado por su regio tío en Dyganwy (cerca del Llandudno), la capital de Gwynedd, el niño Taliesin fue allí para liberarlo, y por medio de una exhibición de sabiduría, con la que desconcertó a los veinticuatro bardos de la corte de Maelgwyn —Nennio, el historiador británico del siglo VIII, menciona a los bardos aduladores de Maelgwyn— y a su jefe el bardo Heinin, consiguió la libertad del príncipe. En primer lugar hizo objeto a los bardos de un hechizo mágico, de modo que sólo podían decir blerwm blerwm con los dedos sobre los labios como los niños, y luego recitó un largo poema enigmático, el Hanes Taliesin, que ellos no pudieron comprender y que se encontrará en el capítulo V. Como la versión del romance que aparece en el Peniardd no es completa, existe la posibilidad de que se diera finalmente la solución del enigma, Robert Graves como en los romances análogos de Rumpelstiltskin, Tom Tit Tot, Edipo y Sansón. Pero los otros poemas incidentales indican que Taliesin siguió ridiculizando la ignorancia y la estupidez de Heinin y los otros bardos hasta el final y no reveló su secreto.
La culminación del relato se da en la versión de Lady Charlotte con otro enigma propuesto por el niño Taliesin y que comienza así:

Adivinad qué es esto:
La fuerte criatura anterior al Diluvio
sin carne, sin huesos,
sin venas, sin sangre,
sin cabeza, sin pies…
En el campo, en el bosque…
Sin mano, sin pie.
Además es tan extensa
como la superficie de la tierra,
y no nació,
ni fue vista…

La solución, o sea «el Viento», se da prácticamente con un violento vendaval que asusta al Rey y lo induce a sacar a Elphin del calabozo, después de lo cual Taliesin lo desencadena con un encantamiento. Probablemente, en una versión anterior el viento salía del manto de su compañero Afagddu o Morvran, como salía del manto de Marvan, el equivalente irlandés de Morvran, en las Actas de la Gran Academia Bárdica de comienzos de la Edad Media, con la que tiene mucho en común El roman de Taliesin. «Una parte de él sopló en el pecho de todos los bardos presentes, de modo que todos ellos se levantaron.» Una forma condensada de este enigma aparece en las Flores de Bede, autor alabado en uno de los poemas del Libro de Taliesin:
Dic mihi quae est illa res quae caelum, totamque terram replevit, silvas et sirculos confringit… omniaque fundamenta concurit, sed nec oculis videri aut [sic]. manibus tangi potest.
(Respuesta) Ventus.
No cabe error al respecto. Pero como al Hanes Taliesin no le precede el habitual Dychymig Dychimig («Adivina, adivinanza») o Dechymic pwy yw («Averiguad qué es esto»)[4], los comentaristas se excusan de considerarlo un enigma. Algunos lo juzgan un disparate dicho solemnemente, una anticipación temprana de Edward Lear y Lewis Carroll, con el propósito de hacer reír; otros consideran que tiene algún sentido místico relacionado con la doctrina druídica de la transmigración de las almas, pero no pretenden ser capaces de aclarar esto.
Debo disculparme por mi temeridad al escribir acerca de un tema que en realidad no es de mi incumbencia. Yo no soy galés, como no sea honorario por haber comido puerros el día de San David mientras hacía el servicio militar con los Reales Fusileros Galeses, y, aunque he vivido unos años en Gales, a intervalos, no domino ni siquiera el galés moderno; y no soy historiador de la Edad Media. Pero mi profesión es la poesía, y convengo con los cantores ambulantes galeses en que lo que más beneficia a un poeta es el conocimiento y la comprensión de los mitos. Un día en que trataba de averiguar el significado del antiguo mito galés de la Câd Goddeu («La Batalla de los Árboles»), librada entre Arawn, rey de Annwn («El lugar sin fondo») y los dos hijos de Dôn, Gwydion y Amathaon, tuve casi la misma experiencia que Gwion de Llanfair. Una o dos gotas del brebaje de la Inspiración saltaron de la caldera y de pronto me sentí seguro de que si volvía a examinar el enigma de Gwion, que no había leído desde que era colegial, podría descubrir su sentido.
Esa Batalla de los Árboles fue «ocasionada por un frailecillo o avefría, un corzo blanco y un cachorro de Annwn». En las antiguas Tríadas galesas, que son una colección de observaciones sentenciosas o históricas dispuestas epigramáticamente en grupos de tres, se la considera como una de las «Tres batallas frívolas de Britania». Y el Libro de Taliesin contiene un largo poema, o un grupo de poemas relacionados, titulado Câd Goddeu, cuyos versos parecen tan disparatados como el Hanes Taliesin porque han sido «empastelados» deliberadamente. He aquí el poema según la traducción hecha a mediados del período victoriano por D. W. Nash, que, aunque se dice que no es digna de confianza, es la mejor con que contamos por ahora. El original está escrito en cortos versos rimados, y la misma rima se mantiene con frecuencia durante diez o quince versos. Menos de la mitad de ellos pertenecen al poema que da su nombre a toda la mezcolanza, y hay que seleccionarlos laboriosamente para poder explicar su relación con el enigma de Gwion. ¡Paciencia!
CÂD GODDEU
(LA BATALLA DE LOS ÁRBOLES)
Yo he tenido muchas formas
antes de lograr una forma congenial.
He sido una estrecha hoja de espada.
(Lo creeré cuando aparezca.)
5 He sido una gota en el aire.
He sido una estrella brillante.
He sido una palabra en un libro.
He sido un libro originalmente.
He sido una luz en una linterna.
10 Un año y un semestre.
He sido un puente para pasar tres veintenas de ríos.
He viajado como un águila.
He sido un barco en el mar.
15 He sido un caudillo en la batalla.
He sido el cordón del pañal de un niño.
He sido una espada en la mano.
He sido un escudo en la pelea.
He sido la cuerda de un arpa,
20 encantado durante un año
en la espuma del agua.
He sido un atizador en el fuego.
He sido un árbol en un refugio.
No hay nada en que yo no haya estado.
25 He combatido, aunque pequeño,
en la batalla de Goddeu Brig,
ante el soberano de Britania,
abundante en flotas.
Bardos imparciales fingen,
30 fingen un animal monstruoso
con un centenar de cabezas,
y un combate feroz
en la raíz de la lengua.
Y otra lucha se libra
35 en la parte trasera de la cabeza.
Un sapo que tiene en sus ancas
un centenar de garras,
una sierpe con penacho moteado,
para castigar en su carne
40 a cien almas por sus pecados.
Yo estaba en Caer Pefynedd,
hacia allá se apresuraban hierbas y árboles.
Los caminantes las perciben,
a los guerreros les asombra
45 la renovación de los conflictos
como los que causó Gwydion.
Están pidiendo al Cielo
y a Cristo que realice
su liberación,
50 el Señor Omnipotente.
Si el Señor ha respondido,
con hechizos y habilidad mágica
asume las formas de los árboles principales,
con vosotros en orden de batalla
55 y refrena a la gente
inexperta en el combate.
Cuando los árboles estuvieron encantados
hubo esperanza para los árboles,
de que frustrarían la intención
60 de los fuegos circundantes…
Mejor son tres unidos
y divirtiéndose en círculo,
y uno de ellas relatando
la historia del diluvio,
65 y de la cruz de Cristo,
y del Día del juicio ya cercano.
Los alisos en primera fila
fueron los que comenzaron.
Los sauces y el árbol de la vida
70 tardaron en ordenarse.
El ciruelo es un árbol
que no aman los hombres;
el níspero de naturaleza parecida
soporta una labor severa.
75 El fréjol cobija en su sombra
un ejército de fantasmas.
El frambueso no da
el mejor alimento.
Al abrigo viven
80 el ligustro y la madreselva,
y la hiedra en su estación.
Grande es el árgoma en la batalla.
Al cerezo se le ha censurado.
El abedul, aunque muy magnánimo,
85 Tardó en ordenarse,
pero no fue por cobardía,
sino por su gran tamaño.
El aspecto del…
es el de un extranjero y un salvaje.
90 El pino en la Corte,
fuerte en la batalla,
por mí muy elogiado
en presencia de reyes,
los olmos son sus súbditos.
95 No se desvía la medida de un pie,
sino que golpea directamente en el centro,
y en el extremo más lejano.
El avellano es el juez,
sus bayas son tu dote.
100 El ligustro es bendito.
Fuertes jefes en la guerra
son el… y la morera.
Venturosa el haya.
El acebo verde oscuro
105 era muy valeroso:
se defendía con pinchos por todos lados,
hiriendo las manos.
Los álamos de larga resistencia
sufrían mucho en la lucha.
110 El helecho despojado;
las retamas con sus vástagos:
la hiniesta no se comportaba bien
hasta que la domaron.
El brezo consolaba
115 confortando a la gente.
El cerezo negro perseguía.
El roble se movía rápidamente,
ante él tiemblan el cielo y la tierra,
fornido portero contra los enemigos
120 su nombre está en todas las tierras.
La neguilla del trigo agavillada
fue entregada para que la quemaran.
Otros eran rechazados
a causa de los agujeros hechos
125 con gran violencia
en el campo de batalla.
Muy airado el…
Cruel el sombrío fresno.
Tímido el castaño,
130 apartándose de la felicidad.
Habrá una tétrica oscuridad,
habrá un temblor de la montaña,
habrá un horno purificador,
habrá primeramente una gran ola,
135 y cuando se oiga el grito
brotarán hojas nuevas en las copas de las hayas,
cambiarán de forma y se renovarán;
enmarañadas están las copas de los robles.
Desde el Gorchan de Maelderw.
140 Sonriendo junto a la roca
[estaba] el peral de carácter no ardiente.
Ni de madre ni padre,
cuando fui hecho,
era mi sangre o mi cuerpo;
145 de nueve clases de facultades,
de fruto de frutos,
de fruto Dios me hizo,
del capullo de la vellorita montañesa,
de los brotes de árboles y arbustos,
150 de tierra de clase terrenal
Cuando fui hecho
de las flores del almezo
del agua de la novena ola,
estaba hechizado por Math
155 antes de hacerme inmortal
Estaba hechizado por Gwydion,
gran encantador de los britones,
de Eurys, de Eurwn,
de Euron, de Medron,
160 en millares de secretos
soy tan docto como Math…
Yo sé del Emperador
cuando fue medio quemarlo.
Conozco la ciencia de las estrellas,
165 de las estrellas antes que [fuera hecha] la tierra,
de que nací,
cuántos mundos existen.
Es costumbre de los bordos cultos
recitar el elogio de su país.
170 He jugado en Lloughor,
he dormido en púrpura.
¿No estuve en el recinto
con Dylan Ail Mor,
en un lecho en el centro
175 entre las rodillas del príncipe
sobre dos lanzas embotadas?
Cuando del cielo cayeron
los torrentes en el abismo
corriendo con impulso violento.
180 [Conozco] ochenta canciones
para contribuir a su placer.
No hay anciano ni joven,
excepto yo en cuanto a sus poemas,
ningún otro cantor que conozca todas las novecientas
185 que yo conozco
acerca de la espada manchada de sangre.
El honor es mi guía.
El saber provechoso proviene del Señor.
[Sé] cómo se mata al verraco,
190 su aparición, su desaparición,
su conocimiento de los lenguajes.
[Conozco] la luz cuyo nombre es Esplendor,
y el número de las luces gobernantes
que esparcen rayas de fuego
195 muy por encima del abismo.
He sido una culebra moteada en una colina;
He sido una víbora en un lago;
he sido una estrella maligna anteriormente.
He sido un peso en un molino [?]
200 Mi casacón es todo rojo.
No predigo mal alguno.
Ochenta fumaradas
para todos los que quieran llevárselas:
y un millón de ángeles
205 en la punta de mi cuchillo.
Bello es el caballo bayo,
pero cien veces mejor
es el mío alazán
veloz como la gaviota,
210 que no puede pasarme
entre el mar y la costa.
¿No soy preeminente en el campo de sangre?
Tengo cien partes del botín.
Mi corona es de joyas rojas,
215 de oro es la franja de mi escudo.
No ha nacido otro tan bueno como yo,
ni se conoció nunca,
excepto Goronwy,
de los valles de Edrywy:
220 Largos y blancos son mis dedos,
son largos desde que era pastor.
Viajé por toda la tierra
antes de hacerme una persona culta.
He viajado, he hecho un circuito,
225 He dormido en un centenar de islas,
he vivido en un centenar de ciudades.
¿Los druidas sabios
os profetizaron a Arturo?
¿O es a mí a quien celebran,
230 y la Crucifixión de Cristo,
y el ya cercano, Día del Juicio
y a uno que relata
la historia del Diluvio?
Con una joya preciosa engastada en oro
235 estoy adornado;
y me entrego al placer
cuando dejo el trabajo agobiante del orfebre.
Con un poco de paciencia, la mayoría de los versos pertenecientes ál poema acerca de la Batalla de los Árboles pueden separarse de los otros cuatro o cinco poemas con los que se mezclan. He aquí un intento de restauración de las partes más fáciles, dejando vacíos para las más difíciles. Las razones que me han llevado a esta solución se verán a su debido tiempo, cuando trate del significado de las alusiones contenidas en el poema[5].
LA BATALLA DE LOS ÁRBOLES
Desde mi sede en Fefynedd, (vv. 41-42)
una ciudad que es fuerte,
observé las árboles y las cosas verdes
que se apresuraban.
Los viajeros se asombraban, (vv. 43-46)
los guerreros se espantaban
ante la renovación de conflictos
como los que causó Gwydion,
Bajo la raíz de la lengua (vv. 32-35)
una lucha sumamente terrible,
y otra furiosa
detrás, en la cabeza.
Los alisas en la primera fila (vv. 67-70)
iniciaron la refriega.
El sauce y el fresno silvestre
tardaron en ordenarse.
El acebo, verde oscuro, (vv. 104-107)
tomó una actitud resuelta;
está armado con muchas puntas de lanza
que hieren la mano.
Con el pisotear del rápido roble (vv. 117-120)
cielo y tierra resuenan;
Recio Guardián de la Puerta
es su nombre en todas las lenguas.
Grande era el árgoma en la batalla, (vv. 82, 81, 98, 57)
y la hiedra en su flor;
el avellano era el árbitro
en ese tiempo encantado.
Tosco y salvaje era el (¿abeto?) (vv. 88, 89, 128, 95, 96)
cruel el fresno,
no se desvía la medida de un pie,
golpea directamente en el corazón.
El abedul, aunque muy noble, (vv. 84-87)
tardó en ordenarse:
pero no fue por cobardía,
sino por su gran tamaño.
El brezo consolaba (vv. 114, 115, 108, 109)
a la gente exánime,
Lar álamos de larga resistencia
sufrían mucho en la lucha.
Algunos de ellos eran expulsados (vv. 123-126)
del campo de batalla
a causa de los agujeros hechos en ellos
por la fuerza del enemigo.
Muy airada estaba (¿la vid?) (vv. 127, 94, 92, 93)
cuyos secuaces son los olmos;
yo la elogio mucho ante
los gobernantes de los reinos.
Al abrigo se quedan
el ligustro y la madreselva
inexpertas en la batalla; (vv. 79, 80, 56, 90)
y el pino cortesano.
El pequeño Gwion ha dicho claramente que no ofrece este combate como la Câd Goddeu original, sino como:

una renovación de conflictos
como los que causó Gwydion.

Los comentaristas, desorientados por los versos empastelados, se han limitado en su mayoría a observar que en la tradición celta se atribuía a los druidas el poder mágico de transformar los árboles en guerreros y enviarlos a la batalla. Pero, como el Rev. Edward Davies, un erudito galés brillante, pero excéntrico, de comienzos del siglo XVIII, fue el primero en advertir en sus Celtic Researches (1809); la batalla descrita por Gwion no es una batalla frívola, o una batalla librada físicamente, sino una batalla librada intelectualmente en las cabezas y con las lenguas de los doctos. Davies observó también que en todos los lenguajes célticos árboles significa letras; que los colegios druídicos eran fundados en bosques y sotos; que una gran parte de los misterios druídicos se relacionaba con ramas de diferentes clases, y que el alfabeto irlandés más antiguo, el Beth-Luis-Nion («Abedul-Fresno silvestre-Fresno») toma su nombre del primer árbol de una serie de árboles cuyas iniciales forman el orden de sucesión de sus letras. Davies se hallaba en el buen camino y aunque no tardó en desviarse porque, al no darse cuenta de que los poemas estaban empastelados, los tradujo equivocadamente dándoles el sentido que él creía acertado, sus observaciones nos ayudan a restaurar el texto del pasaje que se refiere a los árboles y vegetales:
Apartándose de la felicidad (vv. 130 y 53)
se disponían a asumir
las formas de las principales
letras del alfabeto.
Los siguientes versos parecen constituir la introducción del relato de la batalla:
Las copas de las hayas (vv. 136-137)
han retoñado recientemente,
se han cambiado y renovado
de su estado marchito.
Cuando el haya prospera (vv. 103, 52, 138, 58)
aunque con hechizos y letanías
las copas de los robles se enmarañan
y hay esperanza para los árboles.
Esto significa, si significa algo, que ha habido un reciente renacimiento de la literatura en Gales. «Haya» es un sinónimo común de «literatura». La palabra inglesa book, por ejemplo, proviene de una palabra gótica que significa letras y, como la alemana buchstabe, se relaciona etimológicamente con la palabra beech, y el motivo es que las tabletas para escribir eran de madera de haya. Como escribió Venancio Fortunato, el obispo-poeta del siglo VI: Barbara fraxineis pingatur runa tabellis: «Que la runa bárbara sea marcada en tabletas de madera de haya». Las «copas de los robles enmarañadas» tienen que referirse a los antiguos misterios poéticos: como ya se ha dicho, el derwydd, o druida, o poeta, era un «vidente del roble». Un poema primitivo de Cornualles describe cómo el druida Merddin, o Merlín, salió a primera hora de la mañana con su perro negro en busca del glain, o huevo de serpiente mágico (probablemente un erizo de mar fosilizado como los que se encuentran en los cementerios de la Edad de Hierro), berros escogidos y samolus (herbe d’or) y cortó la rama más alta de la copa del roble. Gwion, que en el verso 225 se dirige a sus colegas los poetas llamándolos druidas, dice aquí: «Los antiguos misterios poéticos se han convertido en una maraña a causa de la prolongada hostilidad de la Iglesia, pero tienen un porvenir prometedor ahora que la literatura prospera fuera de los monasterios».
Menciona otros participantes en la batalla:

Fuertes caudillos en la guerra
son el [?] y el moral…
El cerezo ha sido menospreciado…
El cerezo negro perseguía…
El peral que no es ardiente…
La frambuesa que no es
el mejor de los alimentos…
El ciruelo es un árbol
al que no aman los hombres…
El níspero de igual naturaleza…

Ninguna de estas menciones tiene un buen sentido poético. La frambuesa es un alimento excelente; el ciruelo es un árbol popular; la madera del peral arde tan bien que en los Balcanes se la utiliza con frecuencia como un sustituto del cornejo para prender el fuego ritual; el moral no es utilizado como arma; el cerezo nunca fue menospreciado y en la época de Gwion se relacionaba con la fábula de la Natividad en una versión popular de un Evangelio apócrifo de Mateo; y el cerezo negro no «persigue». Es bastante evidente que estos ocho nombres de frutos de huerto, y otro que ocupa el lugar que he llenado con «abeto», han sido robados maliciosamente del siguiente pasaje enigmático del poema:

De nueve clases de facultades,
de fruto de frutos,
de fruto Dios me hizo…

y han sustituido a los nombres de nueve árboles de bosque que intervenían en el combate.
Es difícil decidir si la fábula del hombre fruto pertenece al poema La batalla de los Árboles, o si es una manera de decir «Aquí estoy» como las otras cuatro embrolladas en la Câd Goddeu, y que las dicen evidentemente Taliesin, la diosa-Flor Blodeuwedd, Hu Gadarn, el antepasado de los cimbros, y el dios Apolo. En general, creo que pertenece a La batalla de los Árboles:
Con nueve clases de facultades (vv. 145-147)
Dios me ha dotado:
soy fruto de frutos recogidos
de nueve clases de árboles:
ciruelo, membrillo, arándano, morera, (vv. 71, 73, 77, 83, 102, 116, 141)
frambueso, peral,
cerezo negro y blanco
con el serbo en mí participan
Por medio de un estudio de los árboles del alfabeto irlandés Beth-Luis-Nion, que evidentemente conocía bien el autor del poema, es fácil restaurar los nueve árboles originales sustituidos por los nombres de frutos. Podemos estar seguros de que es el endrino el que «no es el mejor alimento»; el saúco, de madera notoriamente mala como combustible y famoso remedio campesino para las fiebres, las escaldaduras y las quemaduras, el que «no es ardiente»; el desdichado espino blanco y el espino negro «de igual naturaleza» los que «no son amados por los hombres» y, con el tejo del arquero, los «fuertes caudillos en la guerra». Y por la analogía del roble con el que se hacían mazas, del tejo con que se hacían arcos mortíferos y mangos de dagas, el fresno con que se hacían venablos de lanzamiento certero, y el álamo con que se hacían escudos de larga duración, sugiero que el original de «el cerezo negro perseguía» era la caña inquieta con que se hacían las flechas de vuelo rápido. A la caña la consideraban «árbol» los poetas irlandeses.
El «Yo» menospreciado porque no era grande es Gwion mismo, de quien se burlaban Heinin y los otros bardos por su aspecto infantil; pero tal vez habla representando a otro árbol, el muérdago, que en la leyenda escandinava mató a Balder, el dios Sol, después de haber sido menospreciado como demasiado joven para jurar no hacerle daño. Aunque en la antigua religión irlandesa no hay rastros del culto del muérdago, y éste no figura en el Beth-Luis-Nion, para los druidas galos, que se atenían a Britania en cuanto a su doctrina, era el más importante de todos los árboles, y restos de muérdago se han encontrado en conjunción con ramas de roble en un cementerio de ataúdes de árboles de la Edad de Bronce en Gristhorpe, cerca de Scarborough en Yorkshire. En consecuencia, Gwion puede atenerse a este respecto a una tradición británica de la Câd Goddeu original más bien que a su erudición irlandesa. Las otras referencias a árboles en el poema son éstas:

La retama con sus vástagos…
La hiniesta no se comportaba bien
hasta que la domaron…
Tímido el castaño…

La hiniesta es domada por los fuegos primaverales, que hacen a sus brotes nuevos comestibles para las ovejas. El tímido castaño no pertenece a la misma categoría de árboles letras que los que intervinieron en la batalla; probablemente el verso en que aparece es parte de otro de los poemas incluidos en la Câd Goddeu, el que describe cómo la bella Blodeuwedd («Aspecto de flor») fue exorcizada por el hechicero Gwydion con yemas y capullos. No es difícil separar este poema del resto de la Câd Goddeu, aunque, según parece, faltan uno o dos versos. Pueden suplirse con los versos paralelos:
De nueve clases de facultades, (vv. 145-147)
de frutos de fruto,
de fruto Dios me hizo.
El hombre fruto es creado con nueve clases de fruto; la mujer flor tiene que haber sido creada con nueve clases de flor. Cinco aparecen en Câd Goddeu; tres más —la retama, la ulmaria y la flor del robles— aparecen en el relato del mismo acontecimiento en el Romance de Math, el hijo de Mathonwy; y la novena es probablemente la espina blanca, porque Blodeuwedd es otro nombre de Olwen, la reina de Mayo, hija (según el Romance de Kilhwych y Olwen) del Espino Blanco o Árbol de Mayo; pero puede haber sido el trébol de flores blancas.
HANES BLODEUWEDD
Ni de padre ni de madre verso 142
eran mi sangre o mi cuerpo. 144
Estala hechizado por Gwydion, 156
gran encantador de los bretones, 157
cuando me formó con nueve flores, 143
nueve capullos de varias clases: 149
con la vellorita montañesa 148
la retama, la ulmaria y la neguilla juntas se entrelazaron; 121
con la judía que cobija en su sombra 75
un ejército de blancor fantasmas 76
de tierra, de clase terrenal, 150
con las flores del almezo, 152
el roble, el espino y el tímido castaño. 159
Nueve facultades de nueve flores, (146
nueve facultades en mí se combinaron 145)
nueve capullos de plantas y árboles. 149
Largos y blancos son mis dedos 220
como la novena ola del mar. 153
En Gales e Irlanda las velloritas se consideran flores hadas y en la tradición popular inglesa representan el devaneo (cf. «la senda de velloritas del devaneo» —Hamlet, «la vellorita de su devaneo»— Golden Fleece de Brathwait). Así las «hadas con faldas amarillas» de Milton llevaban velloritas. Las «neguillas» son las «cizañas» de la Parábola que el Diablo sembró en el trigo; y a la judía se la asocia tradicionalmente con los fantasmas —el remedio homeopático de los griegos y romanos contra los fantasmas consistía en arrojarles judías— y Plinio, en su Historia Natural, recoge la creencia de que las almas de los difuntos residen en las judías. Según el poeta escocés Montgomerie (1605), las brujas iban a sus aquelarres montadas en tallos de judía.
Volvamos a la Batalla de los Árboles. Aunque los poetas irlandeses consideraban el helecho como un «árbol», el «helecho despojado» es probablemente una referencia a la semilla de helecho que hace invisible y confiere otros poderes mágicos. El «ligustro» repetido dos veces es sospechoso. Al ligustro no se le da importancia en la ciencia de los árboles de la poesía irlandesa; nunca se le considera «bendito». Probablemente su segunda aparición en el verso 100 es un disfraz del manzano silvestre, que es el árbol que más probablemente sonríe situado junto a una roca, símbolo de seguridad, pues Olwen, la risueña Afrodita de la leyenda galesa, se relaciona siempre con la manzana silvestre. En el verso 99, «sus bayas son tu dote», se le yuxtapone absurdamente al avellano. Sólo de dos árboles frutales se podía decir que dotaban a una novia en la época de Gwion: el tejo de los cementerios de parroquia cuyas bayas caían en el pórtico de la iglesia donde se celebraban siempre los casamientos, y el fresno silvestre, que con frecuencia sustituía al tejo en Gales. Creo que aquí se trata del tejo; las bayas del tejo eran muy apreciadas por su melosidad pegajosa. En el poema irlandés del siglo X titulado Rey y Ermitaño, Marvan, el hermano del rey Guare de Connaught, las recomienda mucho como alimento.
Ahora se puede intentar la reconstrucción de las restantes estrofas del poema:
He despojado al helecho (vv. 110, 160 y 161)
con el que descubro todos los secretos,
el viejo Math ap Mathonwy
no sabía más que yo.
Fuertes caudillos eran el endrino (vv. 101, 71-73, 77 y 78)
con su fruto nocivo,
el espino blanco no amado
de naturaleza parecida.
La caña que persigue velozmente (vv. 116, 111-113)
la retama con su cría,
y la hiniesta que no se comportó bien
hasta que la domaron.
El tejo que desparrama dotes (vv. 97, 99, 128, 141, 60)
estaba malhumorado al margen de la lucha,
con el saúco lento para arder
entre fuegos que chamuscan.
Y la bendita manzana silvestre (vv. 100, 139 y 140)
riendo de orgullo
desde el Gorchan de Maelderw,
junto a la roca.
Pero yo, aunque menospreciado (vv. 83, 54, 25, 26)
porque no era grande,
combatí, árboles, en vuestra formación
en el campo de Goddeu Brig.
La retama quizá no parezca un árbol belicoso, pero en Genistae Altinades de Gratius se dice que la retama blanca era muy utilizada en la Antigüedad para las astas de las lanzas y las flechas: éstas son probablemente sus «crías». Goddeu Brig significa Copas de Árboles, lo que ha dejado perplejos a los críticos que sostienen que la Câd Goddeu fue una batalla librada en Goddeu, «Árboles», el nombre galés de Shropshire. El Gorchan de Maelderw («El encantamiento de Maelderw») era un largo poema atribuido al poeta Taliesin del siglo VI, de quien se dice que lo impuso particularmente como obra clásica a los bardos colegas suyos. El manzano era un símbolo de la inmortalidad poética, que es por lo que se presenta aquí como brotando de este encantamiento de la de Taliesin.
He aquí, anticipando en varios capítulos mi argumento, el orden de batalla de la Câd Goddeu:
Abedul Fresno silvestre Aliso Sauce Fresno
Espino blanco Roble Acebo Avellano Manzana silvestre
Vid Hiedra Caña Endrino Saúco
Retama
Palmera Abeto Argoma Brezo Álamo Tejo Muérdago
Hiniesta
Ligustro Madreselva Pino
Se debe agregar que en el original, entre los versos 60 y 61, hay ocho líneas ininteligibles para D. W. Nash: comienzan con «los caudillos caen» y terminan con «sangre de hombres hasta las nalgas». Pueden o no pertenecer a la Batalla de los Árboles.
Dejo que otras piezas incluidas en esta miscelánea sean ordenadas por otra persona. Además de los monólogos de Blodeuwedd, Hu Gadarn y Apolo, hay una sátira sobre unos teólogos monásticos que, sentados en círculo se divierten lúgubremente con profecías del inminente Día del Juicio (versos 62-66), la tétrica oscuridad, el temblor de la montaña, el horno purificador (verso 131-134), condenando almas humanas a centenares (versos 39-40) y examinando el absurdo problema de los escolásticos:
Lugar para un millón de ángeles (vv. 204, 105)
en la punta de mi cuchillo aparece.
¿Lugar para cuántos mundos (vv. 167, 176)
hay en la punta de dos lanzas embotadas?
Esto introduce una jactancia de Gwion sobre su sabiduría:
No predigo mal alguno, (vv. 201, 200)
mi casacón es todo rojo.
«El conoce los novecientos relatos» (vv. 184)
¿de quién sino de mí se dice?
El rojo era el color más honorable para la vestimenta entre los antiguos galeses según el poeta Cynddelw del siglo XII; Gwion lo compara con el triste hábito de los monjes. De los novecientos relatos sólo menciona dos, ambos incluidos en el Libro Rojo de Hergest: La caza del Twrch Truyth (el verraco), verso 189, y El sueño de Maxen Wledig (v. 162-3).
Los versos 206 al 211 pertenecen, según parece, a Can y Meirch, «La Canción de los Caballos», otro de los poemas de Gwion, el que se refiere a una carrera entre los caballos de Elphin y Maelgwyn, uno de los episodios del romance.
Una de las ilaciones más interesantes se puede formar con los versos 29-32, 36-37 y 234-237:

Bardos mediocres fingen,
fingen un animal monstruoso,
con un centenar de cabezas,
una sierpe con penacho moteado,
un sapo que tiene en sus ancas
un centenar de garras,
con una joya preciosa engastada en oro
estay adornado;
y entregado al placer
por el trabajo agobiador del orfebre.

Como Gwion se identifica con estos bardos, creo que se los llama «mediocres» por ironía. La serpiente de cien cabezas que vigila el enjoyado jardín de las Hespérides, y el sapo de cien garras que tenía una joya preciosa en la cabeza (mencionados por el antiguo Duque de Shakespeare) pertenecían a los remotos misterios de las setas venenosas, de los que Gwion parece haber sido un adepto. Los misterios europeos son estudiados con menos detenimiento que sus equivalentes mexicanos; pero Mr. y Mrs. Gordon Wasson y el profesor Heim demuestran que el dios precolombino de las setas Tláloc, representado como un sapo con una cofia de serpiente, ha presidido durante miles de años las comidas comunales de la seta alucinógena llamada psilocybe, alimento que provocaba visiones de belleza trascendental. El equivalente europeo de Tláloc, Dioniso, comparte demasiados de sus atributos míticos para que se trate de una simple coincidencia; tienen que ser versiones de la misma deidad, aunque es discutible que en ese período existiese un contacto cultural entre el Viejo Mundo y el Nuevo.
En mi prólogo a una edición revisada de Los mitos griegos sugiero que un secreto culto dionisíaco de las setas fue tomado de los pelasgos nativos por los aqueos de Argos. Al parecer, los centauros, sátiros y bacantes de Dioniso comían ritualmente una seta moteada llamada amanita muscaria que les daba una enorme fuerza muscular, vigor erótico, visiones delirantes y el don de la profecía. Los participantes en los misterios eleusinos, órficos y otros semejantes pueden haber conocido también el panaeolus papilionaceus, un pequeño hongo del estiércol que utilizan todavía los hechiceros portugueses y que ejerce el mismo efecto que el aguardiente de mezcal. En los versos 234-237 Gwion da a entender que una sola joya puede agrandarse bajo la influencia del «sapo» o la «serpiente» hasta convertirse en todo un tesoro de joyas. Su pretensión de ser tan instruido como Math y de conocer miles de secretos puede pertenecer también a la serie del sapo y la serpiente; en todo caso, el psilocybe produce una sensación de iluminación universal, como puedo atestiguar por experiencia propia. «La luz cuyo nombre es Esplendor» puede referirse a esta brillantez de la visión más bien que al Sol.
El Libro de Taliesin contiene varias misceláneas análogas, o poemas que esperan la resurrección: tarea sumamente interesante, pero que debe esperar a que los textos sean restablecidos y traducidos adecuadamente. El trabajo que he realizado al respecto no tiene la pretensión de ser en modo alguno definitivo.
CÂD GODDEU
LA BATALLA DE LOS ÁRBOLES
Las copas de las hayas
han retoñado recientemente,
se han cambiado y renovado
de su estado marchito.
Cuando el haya prospera
con hechizos y letanías
las copas de los robles se enmarañan
y hay esperanza para los árboles.
He despojado al helecho,
con el que descubrí todos los secretos,
el viejo Math ap Mathonwy
no sabía más que yo.
Con nueve clases de facultades
Dios me ha dotado:
soy fruto de frutos recogidas
de nueve clases de árboles:
ciruelo, membrillo, arándano, morera,
frambuesa, peral,
cerezo negro y blanco
con el serbo en mí participan.
Desde mi sede en Fefynedd,
una ciudad que es fuerte,
observé los árboles y las cosas verdes
que se apresuraban.
Apartándose de la felicidad
se disponían a asumir
las formas de las principales
letras del alfabeto.
Los viajeros se asombraban,
los guerreros se espantaban
ante la renovación de conflictos
como los que causó Gwydion;
Bajo la raíz de la lengua
una lucha sumamente terrible,
y otra furiosa
detrás, en la cabeza.
Los alisos de la primera fila
iniciaron la refriega.
El sauce y el fresno silvestre
tardaron en ordenarse.
El acebo, verde oscuro,
tomó una actitud resuelta;
está armado con muchas puntas de lanza
que hieren la mano.
Con el pisotear del rápido roble
cielo y tierra resuenan;
«Recio Guardián de la Puerta»
es su nombre en todas las lenguas.
Grande era el árgoma en la batalla,
y la hiedra en su flor;
el avellano era el árbitro
en ese tiempo encantado.
Tosco y salvaje era el abeto,
cruel el fresno,
no se desvía la medida de un pie,
golpea directamente en el corazón.
El abedul, aunque muy noble,
tardó mucho en armarse,
pero no fue por cobardía,
sino por su gran tamaño.
El brezo consolaba
a la gente exánime,
los álamos de larga resistencia
sufrían mucho en la lucha.
Algunos de ellos eran expulsados
del campo de batalla
a causa de los agujeros hechos en ellos
por la fuerza del enemigo.
Muy airada estaba la vid
cuyos secuaces son los olmos;
yo la elogio mucho
ante los gobernantes de los reinos.
Fuertes caudillos eran el endrino
con su fruto nocivo,
el espino blanco no amado
de naturaleza parecida,
la caña que persigue velozmente,
la retama con su cría,
y la hiniesta que no se comportó bien
hasta que la domaron.
El tejo que desparrama dotes
estaba malhumorado al margen de la lucha,
con el saúco lento para arder
entre fuegos que chamuscan,
y la bendita manzana silvestre
riendo de orgullo
desde el Gorchan de Moelderw
junto a la roca.
Resguardados se quedan
el ligustro y la madreselva,
inexpertos en la batalla,
y el pino cortesano.
Pero yo, aunque menospreciado
porque no era grande, combatí, árboles,
en vuestra formación
en el campo de Goddeu Brig.

Robert Graves, La Diosa Blanca,

Aunque la popularidad de ROBERT GRAVES provenga fundamentalmente del prodigioso díptico narrativo formado por «Yo, Claudio» y «Claudio, el Dios y su esposa Mesalina», los trabajos de investigación histórica y los ensayos ocupan un lugar primordial en el conjunto de su obra.
LA DIOSA BLANCA es una GRAMÁTICA HISTÓRICA DEL MITO POÉTICO que reconstruye el lenguaje mágico de la Europa antigua mediterránea y septentrional, vinculado a ceremonias religiosas populares en honor de la diosa Luna. Los invasores procedentes del Asia Central remodelaron o falsificaron esos viejos mitos procedentes de la época paleolítica, en tanto que los primeros filósofos griegos sustituyeron el antiguo legado por el lenguaje poético racional en honor a Apolo. «La actual es una civilización en la que son deshonrados los principales emblemas de la poesía: en la que la serpiente, el león y el águila corresponden a la carpa del circo; el buey, el salmón y el jabalí, a la fábrica de conservas; el caballo de carrera y el lebrel, a la pista de apuestas, y el bosquecillo sagrado, al aserradero.»
Sin embargo, «el lenguaje de la verdadera poesía» siempre estará asociado a los viejos mitos.
Este trabajo de Graves acerca de los mitos es complementado posteriormente con otras obras: Los mitos griegos y Los mitos hebreos. Para quien desee profundizar en el estudio de los mitos y su interpretación la obra de referencia es, sin duda, Antropología estructural de Claude Lévi-Strauss. También es importante, y ampliamente citada por Graves, La rama dorada de James Frazer.

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