El álamo del patio del recreo

Un árbol, ese álamo
jamás pierde el tiempo
aunque lo cuente
inútil es el porfiar del ave en su canto
para rimar su lento movimiento
hacia la tierra
hacia el cielo
o su brioso cimbrear
mientras sujeta las hojas
que peina el viento
una horquilla de sus ramas
acuna el balón del recreo.

¿Por qué será que para muchos poetas mar es muerte?

¿Quién fue el primero que identificó el mar con la muerte? ¿Acaso no decían que el agua es la fuente de la vida, lo que la mantiene, sostiene y conforma? Sin embargo recuerdo, a bote pronto, las palabras de Jorge Manrique: “Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir;” Siglos después otro poeta, también identificaba el mar con la muerte. Antonio Machado en Campos de Castilla reza: “Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería. Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar. Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía. Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar.” Es lo que tiene la poesía que se puede utilizar a conveniencia del poeta, del lector o del oyente porque aquí Vicente Aleixandre en La Muerte recita: “Eres tú, sombra del mar poderoso, genial rencor verde donde todos los peces son como piedras por el aire, abatimiento o pesadumbre que amenazas mi vida como un amor que con la muerte acaba.” Y así podríamos seguir… pero hoy, no.

Los hermanos Machado

¿Cómo sintió Antonio? ¿Cómo sintió Manuel? Manuel fue el primogénito y tan poeta como su hermano. Su familia, durante su infancia, respetó los usos y las costumbres en las que el primero era el más mimado y el segundo preterido aunque también amado. Luego, juntos, vivieron y convivieron y murieron uno en una España y fuera; el otro en la otra, pero derrotado, también, y mal gastado. Malgastado.

La matanza

Que los belenistas son gente simpática y de bien nadie lo tiene que dudar y, además, deberán ser tenidos por personas veraces en todas las circunstancian que atañen a su pasión y gusto. El resto del tiempo de sus vidas son como todos los demás: bancarios, maestros, artesanos, mileuristas, autónomos e incluso políticos en paro o en activo... Como dignos sucesores de Francisco de Asís cuentan el Nacimiento de Cristo a su manera y recrean sus propios paisajes, sus oficios, sus aficiones… Esto viene a cuento a que, ayer, visitando uno de los nacimientos que han instalado en Madrid, en primer plano, se podía observar la matanza de un cerdo y no sé yo si hace dos mil años en Judea…

Una flor entre un millón

Vamos a ver, vamos a ver ¿qué hace una flor en el monte entre un millón iguales a ella si nadie, nadie (¿nada?) se percata de su existencia ni el insecto libador, ni la sombra de una nube, ni la doncella para su guirnalda, ni el poeta soñador que las cuenta siempre al alba, ni, ni, ni? Mira bien otra vez y te darás cuenta que guarda la gota de rocío y permitirá que resbale hacia la tierra para humedecer su leve raíz y un solo instante más permanecer viva sobre la amorosa tierra.

Destreza lectora

Muchos amantes del arte y otros cotillas varios se han fijado que la virgen María aparece en multitud de cuadros, sobre todo en el episodio de la Anunciación, con un libro. Supongo que Jesús leía y escribía aunque nadie comentó cuándo leyó salvo cuando preguntó por la inscripción de la moneda y una sola vez sabemos que escribió sobre la tierra o arena para curiosidad de los mirones y salvar la piel o la vida de la adúltera y además de aquellas preguntas a escribas y fariseos o al Tentador ¿No está escrito que…? 
María aparece en las obras de arte de los siglos XIII al XVI con un libro en la mano o en la estancia, en algunas también está hilando o tejiendo, esto sólo se refleja en el arte occidental ya que la Anunciación en la tradición oriental sucede junto al brocal de un pozo o junto a una fuente… (Esto último recuerdo haberlo visto en alguna estampa en mis años infantiles.) Parece ser que los artistas no entraban en si sabía, o no, leer y que el libro era un símbolo de la sabiduría que la Virgen atesoraba. Sería muy raro que el común de las mujeres de entonces estuviera en condiciones de adquirir tamaña destreza.

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