Anécdota del cántaro por Wallace Stevens

Puse un cántaro en Tennessee,
y era redondo, sobre una colina.
Hizo que el tosco páramo
sitiara a la colina.
Tendido alrededor, y ya no impuro,
hasta allí subió el páramo.
Redondo estaba el cántaro en la tierra
y alto y con porte en el aire.
Tomó posesión por todas partes.
el cántaro era gris y desnudo.
No daba pájaro o arbusto
como ninguna otra cosa en Tennessee.
Wallace Stevens

¿Las fotografías más valiosas?

Estaba mirando las cinco fotografías más caras del mundo y no he encontrado ninguna justificación para que hayan pagado por ellas esos dineros. Millones por unas imágenes vulgares, anodinas y sin sentido. A lo mejor es que hay que educar el gusto visual, la interpretación metafísica de su significado y no sé que otras razones podrán ofrecer los papanatas que afirman y valoran las citadas fotos. Estoy cansado de ver en los almacenes fotográficos que ofrecen imágenes en internet fotos muchísimo más valiosas, conceptualmente más arriesgadas, incluso en las que abstraen toda realidad, en lo que muestran, infinitamente más sugerentes. Que ha habido grandes fotógrafos nadie lo pone en duda desde Ansel Adams a Sebastião Salgado, de Henri Cartier-Bresson a Robert Frank o desde Dorothea Lange a Virxilio Vieitez. Hay obras que solo estando drogado se deben apreciar su calidad y valor. Seguiré en el pelotón de los ignorantes, qué se le va a hacer.

Cuando la lluvia os empape a ti y a la tierra



Nunca sabré si has tenido la suerte de disolverte entre las notas al piano de “China Gates - John Adams (performed by Patrick Gutman)”. ¡ Mira! es como si la lluvia gota a gota fuera diluyendo tu cuerpo en un charco mientras sobre ti las cigüeñas vuelan, el viento agita las ramas con hojas recién estrenadas por los árboles de esa última primavera, algunos aún con perfumadas flores, como si todas las personas que te amaron te estén besando o queriendo besarte y tu, como cuando eras niño y el dulce sopor te invadía en los brazos de tu madre te dejaras hacer con una sonrisa diluida en sueño y durmieras, y ya que no en brazos de tu madre en nuestra madre tierra mientras las dulces gotas de una lluvia de primavera disolvían tu memoria en la nada, en las notas de ese piano, en la última lágrima de los que bien te quisieron…

Aquí la música aunque me gustó más la de la Fundación March

El lobo y la tormenta (historias que dicen de Álvaro Cunqueiro)

Reinaldo Novo.
(Álvaro Cunqueiro)
           Reinaldo Novo era cazador de nutrias. Curtía las pieles y las iba a vender a Lugo a un tal Yáñez. Pero teniendo nutria fresca la comía asada, después de dejarla un par de días en adobo, con ajo, pimentón, vinagre y laurel. Y en tazas de barro guardaba la grasa de la nutria, que era remedio excelente para el reúma, y también servía para frotar con ella el pecho de los catarrosos, y aun de los tísicos. Reinaldo, al tiempo que cazador de nutrias, era meteorólogo y predecía en enero el tiempo de todo el año, por el sistema conocido por muchos labriegos gallegos de as sortes e as resortes. La mayor satisfacción que podía dársele a Reinaldo Novo, era mostrarle el Repertorio Zaragozano o el Gaiteiro de Lugo, con los temporales corregidos por las predicciones de Reinaldo. Donde don Mariano del Castillo, en el Zaragozano, decía lluvias, los parciales de Reinaldo tachaban y ponían soleado. Algunos les llevaban cualquiera de estos almanaques, el Zaragozano o el Gaiteiro, y por siete pesetas, con su clara y grande letra, Reinaldo corregía. Un día en el que intentaba sujetar por la cabeza, con una horquilla de madera una nutria que había caído en el cepo, resbaló y la nutria le mordió en la pantorrilla. Nunca más curó con los dientes de la nutria. Andaba con la pierna vendada y secaba la mordedura de la nutria con polvos de regaliz. Era pequeño, ancho, cerrado de barba, muy ligero, casi felino de movimientos, y tenía el gesto de llevar la mano derecha al entrecejo mientras miraba para ti con sus pequeños ojos negros. Cuando le preguntaban por qué hacía ese gesto con la mano, respondía que lo había aprendido de los cazadores del Canadá, a los que había visto en una película en un cine de La Coruña.
        Cuando ya andaba  por los cincuenta, descubrió que el lobo sabía que el rayo solía, en el monte, buscar un árbol. Así que si había tormenta, el lobo salía a descampado y se tumbaba pegado al suelo. Por eso, si en la sierra de la Corda alguna vez en sus caminatas había encontrado zorros y jabalíes muertos por la chispa, nunca había encontrado un lobo, como él decía "electrizado". Contaba que un día de San Pedro, a las tres de la tarde, caminando hacia Montouto, vio un lobo tumbado junto a una leira de centeno. Reinaldo se acercó pero el lobo no se movía. Reinaldo no llevaba escopeta, y pensó que quizás dándose cuenta de esto el lobo, se dejaba estar. Era un hermoso día de sol, pero de pronto, Reinaldo se dio cuenta de que surcaban bajas, aparecidas súbitamente, unas nubes negras, que ya estaban encima mismo de él y del lobo, y surgían de ellas fúlguras terribles seguidas de espantosos truenos. Reinaldo contaba que el lobo hizo una seña, y que el cazador se tumbó panza abajo a su lado, y allí se dejo estar golpeado por el granizo hasta que cesó la tormenta. Vuelta la calma, el lobo se levantó y se fue. Reinaldo también se levantó e hizo con la mano derecha el gesto de los cazadores del Canadá.
     -Usted, don Álvaro -me decía-, lo cree o no lo cree, pero el lobo, antes de meterse en la fraga, se subió a una peña y respondió con el mismo gesto, solo que él lo hizo levantando la mano izquierda ¡sería zurdo!.

Tonterías, tontadas y estupideces.

Pocas cosas aprendiste, aparte de los conocimientos falsos, simplificados, arbitrarios e innecesarios que te hacían repetir en la escuela y en la catequesis, que no dedujeras por ti mismo; que solo aquello que tu afirmabas y en lo que creías era lo útil y válido. ¡Amigo! Tenías que ir con el resto de los borregos y de los otros seres limitados o sufrir las consecuencias de su fuerza, su ignorancia o su miedo. Como la inteligencia pocas veces va acompañada del vigor y la dureza necesarios para ser mantenida a los que con pobre energía la quieren defender están llamados a vivir varios fracasos: ocultación de la inteligencia, supeditación al grupo, respetar al bruto y desaparecer dejando más pobres a tus semejantes y allegados…

Fiestas en el pueblo

Cuando no entiendes de santos y es la patrona del pueblo, o el copatrón, o el santo postizo ( las Candelas, san Blas y san Blasín, por ejemplo), que los hombres inventaron y las costumbres mantuvieron; habrá que celebrar fiestas con dulces, vinos y viandas tradicionales a saber: mantecados y mantecadas, repelaos de almendra, perronillas, obleas, chochos, bollos maimones… aguardientes varios, vinos, sangrías, limonadas y sobre todo aquellos guisos de cordero, cabrito, congrio con patatas o alguna variedad de plato con bacalao que antes de ir a misa quedaban apañados o vigilados por la sirvienta, a mas poder, o por cualquiera de las familiares ancianas de la casa y cuando después de la misa de la patrona al son de la dulzaina y del tamboril bailaban en la plaza... Otra historia era que toda tu, Isabel, vecina tierna, enterita compuesta y vestida de charra, y aquel, que bien te miraba, de charro... Todas las anchuras de la plaza y calles aledañas del pueblo ocupadas por los puestos de feriantes varios, ganándose el céntimo con sus engaños y aquellas barcas que no eran más que columpios adornados y los puestos de chucherías pagando tu por todos sus gastos… ¡Hace sesenta años, por lo menos, hace! Y si entre los que mejor bailaban estaba tu abuelo ¿qué? (Allí estaba la alegría de existir)

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