“Entonces, ¿qué diferencia hay entre tú, el sabio, y yo, el necio, si ambos queremos poseer?”.

“Entonces, ¿qué diferencia hay entre tú, el sabio, y yo, el necio, si ambos queremos poseer?”. Muchísima: pues las riquezas en casa del sabio están al servicio, en casa del necio, al mando; el sabio nada permite a las riquezas, a vosotros las riquezas, todo; vosotros, como si alguien os hubiera garantizado su posesión de por vida, os habituáis y apegáis a ellas, el sabio medita sobre la pobreza precisamente cuando está rodeado de riquezas. Nunca un general se fía tanto de la paz que no se prepare para una guerra que, aunque no se emprenda, está declarada; a vosotros una hermosa casa, como si no pudiera arder ni derrumbarse, os vuelve presuntuosos, a vosotros los caudales, como si se zafaran de cualquier peligro y a vuestros ojos fueran demasiado grandes para que la suerte tuviera fuerzas suficientes para agotarlos, os dejan estupefactos. Jugáis ociosos con las riquezas y no prevéis su peligro, tal como las más de las veces los bárbaros asediados y ajenos a las máquinas de guerra contemplan con pasividad el trabajo de los sitiadores y no entienden a qué viene aquello que a lo lejos están montando. Lo mismo os ocurre a vosotros: languidecéis entre vuestras pertenencias y no pensáis cuántos desastres las amenazan por todas partes, dispuestos a llevarse inmediatamente unos valiosos despojos. Quienquiera que arrebate las riquezas de un sabio le dejará todos sus bienes; pues vive contento con los presentes, indiferente respecto a lo por venir.

Lucio Anneo Séneca, el Joven
Diálogos: Sobre la vida feliz


Un poema de Emily Dickinson

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«La esperanza» es esa cosa con plumas
que se posa en el alma
y canta una canción sin letra
y nunca, nunca se calla.
Y más dulce suena en el temporal,
y fuerte debe ser la tormenta
que pueda acallar al pajarillo
que a tantos consuela.
Lo he oído en las tierras más frías
y en los más exóticos mares,
aunque jamás me pidió una migaja,
ni en las mayores adversidades.

Emily Dickinson
El viento comenzó a mecer la hierba

Traducción: Enrique Goicolea

La bondad hace buena letra

Tribuna: SPLEEN DE MADRID
Sobre: Ángel García López
“Hace poco me ha escrito. Su letra clara de hombre desconcertantemente bueno (la bondad hace buena letra: así vienen de confusos los anónimos). «Paco, me han operado de un pulmón, he estado muy malo. Tengo aquí unos libros suyos, quiero que me los firmes. ¿Tendrás un rato libre para mí?» La prisa, que no es sino una forma acelerada de la avilantez, me ha impedido incluso contestarle. Pero qué nostalgia, en mi vida de prisa, de esos amigos poetas y enfermos que viven despacio contabilizando la luz de los sanatorios y acentuando la rosa y el heptasílabo donde se debe. Qué nostalgia, Ángel.”

Francisco Umbral. 2 MAR 1979

Algunos versos de Ángel García López

“Andar este camino / es vivir la trasmuerte”.
“¿Dónde, en estos ribazos / de vida interminable, se ha quedado la vida?”, “¿Dónde estás, qué te esconde / de ti?”

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