El general Linkenbach se muestra duro y se niega con desprecio, el 29 de abril, a prometer al obispo de Trieste, monseñor Antonio Santin, que salvaría la ciudad, pero las cosas se precipitan, se superponen a un ritmo exponencial. El Zeitrafferphenomen no respeta a nadie, ni siquiera el amor por el orden de un general de la Wehrmacht, puedo atestiguarlo personalmente, repetía a menudo, basta el gesto con el que un par de días más tarde, el 3 de mayo, dobló cuidadosamente su chaqueta, cuando se la quitó y me la entregó. El glioblastoma trastorna relojes y taquímetros, el tiempo se contrae y se recupera; el Tercer Reich está cayendo en segundos, un barrio conquistado cambia la geografía y la historia de Europa, Hitler cae, avanza Stalin o quien lo representa, el CMT-KMT de Tito dispara en las afueras y San Giacomo, las brigadas Pisoni y Foschiatti de los Voluntarios Italianos de la Libertad en el centro de la ciudad y frente al puerto, el CMT-KMT dispara contra los alemanes, pero también contra el CLN, metralla y balas entran por la ventana en la curia, donde el obispo tendido en el suelo para evitarlas intenta negociar por teléfono con el mando alemán pero no sabe bien con cuál, el ejército, la marina o la policía.
Claudio Magris, No ha lugar a proceder, Traducción: Pilar González Rodríguez, novela,
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Ensanchando el territorio
Ahora que me doy cuenta, no pudo estar más acertado Álvaro Valverde cuando,
para dar título a la antología que publicó hace uno...
Hace 14 horas
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