Este Monarca
residió casi siempre en Madrid; construyó nuevas torres en el Alcázar para
custodia de sus tesoros; recibió en él a los embajadores del Papa, de Francia,
de Aragón y de Navarra, y envió como tal, cerca del célebre conquistador de
Oriente Timur Lenk (Tamorlan) al noble caballero
madrileño Ruy González Clavijo, su camarero, quien a su regreso de Samarkanda
escribió su curiosísima Relación de viaje, que anda
impresa. Fundación de este monarca fue también el Real Sitio del Pardo, a dos
leguas de Madrid, que casi vino a ser su corte. Falleció en Toledo, para donde
había convocado las Cortes, en 25 de Diciembre de 1406, a la temprana edad de
veinte y siete años, dejando a su hijo y sucesor D. Juan II, niño de
catorce meses, bajo la tutela de su madre doña Catalina y de su tío el príncipe
D. Fernando el de Antequera, que gobernó el reino
durante doce años a nombre del Rey menor, con la bravura e hidalguía que le
reconoce la Historia, hasta que en 1412 heredó y fue proclamado rey de Aragón.
En 1418 falleció la Reina madre en Valladolid, y fue declarado mayor de edad el
rey D. Juan II, verificando luego su casamiento con su prima doña María, hija
del Infante de Antequera; trasladóse a Madrid en 20 de Octubre de 1418, y al
año siguiente se abrieron las Cortes en el Alcázar Real, con inmensa
concurrencia de príncipes y magnates.
En 1433 recibió a
los embajadores de Francia, arzobispo y senescal de Tolosa, estando sentado en
su trono Real y teniendo a sus pies un león manso, de que recibieron no poco
susto los embajadores. El célebre valido y condestable D. Álvaro de Luna
vivió en Madrid largo tiempo en la casa-palacio de Álvarez de Toledo (que hoy
no existe), contigua a la parroquia de Santiago, en cuya casa le nació un hijo,
con cuyo motivo hubo grandes fiestas en la villa, dispuestas por el Rey,
padrino del recién nacido. Pocos años antes había muerto en ella el célebre D.
Enrique de Villena, maestre de Calatrava, eminente literato y astrólogo, cuyos
preciosos manuscritos fueron quemados, de orden del Rey, por Fr. Lope
Barrientos, en los claustros de Santo Domingo, con sentimiento de los amantes
de la ciencia; fue sepultado en el antiguo monasterio de San Francisco.
En tiempo de esto
monarca hubo varios bandos sobre el gobierno de la villa, que tuvo gran
dificultad en apaciguar. Al reinado de D. Juan el II corresponden también
las dos grandes calamidades de las lluvias e inundaciones de 1434, que quedó
señalado en Madrid por el año del diluvio, y la gran
peste de 1438, y de él recibió Madrid una Real cédula de que en lo sucesivo no
pudiera ser enajenado de la corona Real, así como también, por otro privilegio
de 8 de Abril de 1447, la merced de poder celebrar dos ferias anuales, una por
San Miguel y otra por San Mateo, en remuneración de las villas de Cubas y
Griñón, que pertenecían a Madrid y que dio el Rey a un su criado llamado Luis
de la Cerda.
Don Enrique IV,
conocido en la historia por el desdichado apodo de el
Impotente, sucedió a su padre D. Juan en 1454, y heredando la
afección de aquél hacia la villa de Madrid, residió casi constantemente en
ella, dándola, ya todo el carácter de corte de Castilla. En ella reunió en
varias ocasiones las Cortes del Reino, recibió a los embajadores de los
monarcas extranjeros, y al legado del Papa, que le trajo el estoque y el
sombrero bendecido, según costumbre en la noche de Navidad; celebró con grandes
funciones sus segundas bodas con la princesa D.ª Juana de Portugal, y festejó a
los enviados del Duque de Bretaña con incomparables fiestas en Madrid y en el
Real sitio del Pardo, cuyo relato asombra todavía, y que terminaron por el célebre
Paso honroso, sostenido en el Camino de aquel real
sitio por D. Beltrán de la Cueva, privado del Rey. Este, en memoria de aquella
suntuosa fiesta, fundó en el mismo punto el monasterio de San Jerónimo del Paso, que después trasladaron los Reyes Católicos a lo
alto del Prado.
El antiguo
Madrid. Paseos histórico-anecdóticos por las calles y casas de esta villa
Ramón de Mesonero Romanos, 1861
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