era una ballena austral de ochenta pies de largo

La veían asimismo soltar por los orificios nasales, y a una gran altura, una nube de vapor… o de agua, porque —por chocante que parezca— los naturalistas y los balleneros todavía no se han puesto de acuerdo sobre esa cuestión. ¿Es aire o es agua lo que expulsan? Por regla general, se admite que es vapor, el cual, al condensarse súbitamente por entrar en contacto con el aire frío, cae en forma de lluvia.
Sin embargo, la presencia de ese mamífero marino preocupaba a los colonos. Y sobre todo irritaba a Pencroff, al que distraía mientras trabajaba. Acababa por querer tener aquella ballena igual que le pasa a un niño con un objeto que le niegan. Por las noches, soñaba con ella en voz alta, y a buen seguro que, si hubiera tenido medios para atacarla, si la chalupa hubiera estado en condiciones de resistir, no habría dudado en lanzarse en su persecución.
Pero lo que los colonos no podían hacer, el azar lo hizo por ellos. El 3 de mayo, unos gritos de Nab, asomado a la ventana de la cocina, anunciaron que la ballena había encallado cerca de la orilla de la isla.
Harbert y Gedeon Spilett, que iban a salir de caza, dejaron la escopeta, Pencroff soltó el hacha, Cyrus Smith y Nab se reunieron con sus compañeros y todos juntos se dirigieron rápidamente hacia el lugar de la encalladura.
Esta se había producido en la playa de la punta del Pecio, a tres millas de Granite-house y con la marea alta. Era, pues, muy probable que el cetáceo no pudiera liberarse fácilmente. En cualquier caso, había que darse prisa para cortarle la retirada en caso necesario. Los colonos acudieron corriendo con picos y chuzos. Cruzaron el puente del río de la Misericordia, bajaron por la orilla derecha, siguieron por la playa y en menos de veinte minutos estaban ante el enorme animal, sobre el cual ya pululaban montones de pájaros.
—¡Vaya monstruo! —exclamó Nab.
Y la expresión era apropiada, porque era una ballena austral de ochenta pies de largo, un gigante de la especie que no debía de pesar menos de ciento cincuenta mil libras.
Sin embargo, el monstruo embarrancado no se movía ni trataba de ponerse a flote debatiéndose mientras la marea todavía estaba alta.
Los colonos encontraron muy pronto la explicación de su inmovilidad, cuando, al bajar la marea, dieron una vuelta alrededor del animal.
Estaba muerto, y un arpón salía de su flanco izquierdo.

Jules Verne
La isla misteriosa
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Durante la guerra civil americana, cinco hombres logran escapar del asedio de Richmond en un globo aerostático que finalmente acabará estrellándose en una isla desierta de los Mares del Sur. Los cinco compañeros no tienen nada salvo su ingenio para sobrevivir en una isla que muy pronto se mostrará llena de secretos, misterios y enigmas que jamás hubieran podido imaginar.

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