MESA REVUELTA
Podríamos hablar ahora de los Campos de mayo, o grandes asambleas guerrero-político-religiosas que celebraban en este mes los antiguos francos; de cómo la dinastía napoleónica las ha plagiado luego en el Campo de Marte y en los campamentos de Châlons; de los célebres Cuadros de mayo, que durante muchos siglos presentaron los plateros de París en la catedral de Notre-Dame; del Árbol de mayo o el Mayo a secas (árbol majalis), que se planta todavía a la puerta de la casa de las doncellas a quienes se quiere agasajar, adornándolo con cintas, flores, dulces y otros obsequios, y de cómo Napoleón el Único falleció el 5 de mayo, título de la famosísima oda de Manzoni…
Diríamos también (para que esta dozava parte del presente Calendario fuese completa) a qué hora sale y se pone el sol cada día del mes de mayo; y por qué es Apolo su dios tutelar; y qué significa la frase de Sol en Géminis; qué noticias tenemos los humanos acerca de la constelación de Géminis, o cuando menos de las dos magníficas estrellas Cástor y Pólux: después de lo cual terminaríamos participándoos que, en nuestro planeta, el día 1 de mayo hay feria en Coria y otros puntos; el día 2 en Santiago de Galloso; el 3, en Verín; el 4, en Puerto Real; el 5, en el Barco de Ávila, etc.
Pero todo esto fuera cuento de nunca acabar, y precisamente nosotros tenemos abutere patientia vestra. Vamos, pues, a concluir a todo trance.
Are quien aró, que ya mayo entró, dicen los labradores diligentes. Abril y mayo componen el año, exclaman los holgazanes. Mayo hortelano (lluvioso), mucha paja y poco grano, añaden los pesimistas… Nosotros echamos por medio, y decimos: ¡Bendito sea mayo!
¡Bendito sea mayo, sí! ¡Él da juntamente alfalfa a los irracionales, espárragos y otras hierbas a los hombres, flores y suspiros a las mujeres, flores y cánticos a la Virgen!
Durante este próvido mes, hasta en el desheredado Madrid se conoce que la Primavera anda por el mundo. Todos los balcones están llenos de floridas macetas. Las codornices y las perdices se pasan la noche asomadas a ellos, contándose a voces, como buenas vecinas, toda su vida y milagros. Los románticos ruiseñores entonan entretanto serenatas a la Luna en los bosques del Buen Retiro. Las ranas del Manzanares repiten las mil conversaciones escandalosas que durante el día han oído a las lavanderas. Y el grillo de a dos cuartos, archivado en una caja que tuvo fósforos, arrulla el sueño del infeliz pretendiente sin esperanzas, haciéndole creer que aquella buhardilla es la rústica aldea de donde nunca debió salir…
Desde el día 1 está abierto al público el paseo de los tristes, el Jardín Botánico, por cuyas solitarias calles de árboles de otros climas se ven pasear preciosos niños vestidos de luto, que no van acompañados de sus padres, sino de sus afligidos abuelos. En la Fuente de Apolo, en el Parterre y en Recoletos juegan entretanto, a la vista de sus padres, niños vestidos de blanco y azul, semejantes en todo a las mariposas que persiguen. Otras mariposas mayores, rota ya la crisálida de los abrigos de terciopelo y pieles, cruzan al mismo tiempo el espacio en carretela descubierta, pero con rapidez suma, como para librarse de los impertinentes flechazos de sus adoradores de la clase media de a pie.
Madrugan por su parte las hechiceras cursis en estado honesto, y lavan y planchan el vaporoso vestido de indiana con el que a la tarde, entre dos luces, han de parecer ladys o princesas en el salón… del Prado. No hay, pues, estudiante suspenso que no se crea este mes un Don Juan Tenorio, ni modistilla que no se considere una heroína de novela. Nadie tiene frío; todos tienen flores; todos aman y son amados; todos oyen música gratis en las cercanías de los circos; todos van elegantes a poca costa; todos se dan tal vida, que sólo les falta un poco de dinero para ser ricos, o un poco de paciencia cristiana para ser dichosos.
¡Oh, sí! Mayo es la felicidad; mayo es la juventud; mayo es el amor; mayo es la baratura; mayo es la libertad de todos y de todo. ¡Bendito sea mayo!
Última hora y último refrán:
«Hasta el 40 de mayo no te quites el sayo».
Madrid, 1878.
Pedro Antonio de Alarcón
Historietas nacionales
Novelas cortas
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