Margarita, está linda la mar

1950.
Hace correr el rumor de que se encuentra enfermo de muerte. Su médico personal, el coronel (GN) Heriberto Guardado, se encarga de confirmar la especie en los corrillos sociales. Por fin, es electo otra vez presidente (1950-1956), tras negociar un pacto político con el general Emiliano Chamorro, su tradicional adversario conservador:
Una sala calurosa en Managua. Dos mecedoras de mimbre.
Somoza: (Se da aire con un abanico de paja). General, ¿le puedo solicitar un favor?
Chamorro: (Suspicaz, los ojos escondidos entre el enjambre de pliegues de los párpados). Diga.
Somoza: Estamos a punto de firmar este pacto… (vacila). Yo tengo un hijo, Luis…
Chamorro: (Con cortesía). ¿El ingeniero? Lo conozco.
Somoza: (Apenado). Se pone el título de ingeniero agrónomo sin merecerlo; pero aquí no hay leyes que castiguen las mentiras. (Ríe, socarrón). No trabaja en nada. Yo quiero que usted me permita que él pueda ser diputado, que se distraiga en algo. ¿Por qué no quitamos esa prohibición para los hijos del presidente? (Se calla, y aguarda, el pañuelo de lino, perfumado de Eau de Vétiver cerca de la boca).
Chamorro: (Medita, los ojos siempre escondidos bajo los párpados). Eso… le abriría a su muchacho las puertas. De entre los diputados se escoge al sucesor en caso de que el presidente falte por alguna causa…
Somoza: ¿Luis? ¿Luis, mi sucesor? ¡Permítame que me ría, general! (Se ríe con ganas). Si no tiene ambiciones en la vida. Por eso me le dicen Luis El Bueno. Si le estuviera pidiendo algo para el otro, Anastasio… a ése sí hay que ponerle cuidado…
Chamorro: (Medita aún más: voy a hacerle una concesión a un cadáver. El cáncer no lo va dejar correr largo). Sea, pues. Pero como un favor personal, no como un favor político.
Somoza: (Se levanta a medias de la silla de mimbre, y le extiende ambas manos). Mil gracias, general. No sabe cuánto se lo agradezco.
(¡Vean qué favor!, el orfebre Segismundo golpea la mesa con la palma de la mano. ¡De ese pacto nació la dinastía! Si Dillinger muere, ya está listo el hijo. Y le dice Erwin: eso será quién sabe cuándo, porque el 21, aquí al otro lado, en el Teatro González, el viejo Tacho queda ungido para seis años más, y así per secula seculorum. Hasta que salga alguien que se eche los huevos al hombro, dice el orfebre Segismundo. Y dice el Capitán Prío: todavía no ha nacido ese alguien; y con chaleco salvavidas tejido en acero, menos. Sí, dice Rigoberto mirando contra la luz la cucharita que se acaba de sacar de la boca: no ha nacido).
1951.
Dueño de fábricas textiles, de hielo, de bebidas gaseosas, de calzado, desmotadoras de algodón, beneficios de café, ingenios de azúcar, plantas salineras. Establece el 27 de mayo, cumpleaños de la Primera Dama, como Día del Ejército (a fin de contentarla porque había descubierto la existencia de José [El Carretero], dice el Capitán Prío: le armó una tremolina tremenda, en el propio despacho presidencial, delante del embajador del Perú, que llegaba a anunciarle el regalo de unos caballos de parte de Odría).
1954.
Rebelión de oficiales de la Guardia Nacional en el mes de abril. Todos los cabecillas son torturados, castrados y asesinados. Luis (El Bueno) y Anastasio (El Malo) dirigen los interrogatorios con la cooperación diligente de José (El Carretero). Construye un puerto, Puerto Somoza. Funda una línea mercante, Mamenic Line, para exportar ganado al Perú; una línea aérea, Lanica. Domina el negocio de la carne, los cueros y el cebo a través de sus propios mataderos de carne vacuna. También entra en la crianza, engorde y destace de cerdos. Establece el 1 de febrero, cumpleaños suyo, como Día del padre. José (El Carretero) empieza a aparecer en Novedades, en las fotos de familia.
1955.
Inaugura su propia estatua ecuestre frente al Estadio Somoza.

Sergio Ramírez
Margarita, está linda la mar


1907. León, Nicaragua. Durante un homenaje que le rinde su ciudad natal, Rubén Darío escribe en el abanico de una niña uno de sus más hermosos poemas: «Margarita, está linda la mar…».
1956. En un café de León una tertulia se reúne desde hace años, dedicada, entre otras cosas, a la rigurosa reconstrucción de la leyenda del poeta. Pero también a conspirar. Anastasio Somoza visita la ciudad en compañía de su esposa, doña Salvadorita. Está previsto un banquete de pompa y boato. Habrá un atentado contra la vida del tirano, y aquella niña del abanico, medio siglo más tarde, no será ajena a los hechos.
Sergio Ramírez logra, en Margarita, está linda la mar, que toda la historia de su país quepa en una cumplida metáfora de realidad y leyenda. En un lenguaje cuya brillantez subyuga al lector, con ráfagas de humor e ironía que asombran por su precisión poética, la acción va tramando caminos de medio siglo entre los dos niveles del relato, creando un continuo temporal entre el pasado y el presente que parece pertenecer a los mejores territorios del mito. Y dentro de este ámbito literario, con mucha más realidad que los hechos concretos, el autor nos hace conocer personajes de impecable identidad, originales, tiernos, necesarios, inscritos en la mejor tradición de las grandes personalidades de la literatura latinoamericana.
Una novela perfecta, rebosante de nobleza. Una obra excepcional.


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