El sabio dice que más preciosa es la pequeña estulticia que la sabiduría y gloria.

Pasan los días, los meses, los años; el tiempo lamina y pulimenta poco a poco el alma pecadora. Desaparecen las escorias de la impureza, la ambición, la envidia, la soberbia, el egoísmo. ¿Llegará el alma del hidalgo a la perfecta unión con Dios? Estrecho y peligroso es el camino de la perfección; el más estrecho y peligroso de todos. «Apenas ven a una persona que tiene un rato de oración mental —escribe el P. Arbiol— luego comienzan a recelar y temer si perderá el juicio o parará en la Santa Inquisición, y afrentará a su linaje». Innumerables son las imposturas de los engañados del demonio, y justas y naturales las prevenciones del mundo. Infestada está España de falsas devociones. El inquisidor general don Andrés Pacheco, en edicto dirigido a sus subordinados de Sevilla, en 9 de Mayo de 1623, advierte y descubre todas las malas artes de quietistas y alumbrados. Dicen unos que «los tocamientos y movimientos deshonestos, que tienen con las mujeres, los obra Dios»; otros, «que, abrazando a las mujeres, les comunican el espíritu, y con sólo esto se les queda pegado por aquella participación»; hay confesores «que, después de haber comulgado, a las hijas de confesión, las vahean con la boca en la suya dellas, diciéridoles que reciban el amor de Dios»; reúnense, finalmente, hombres y mujeres en casas particulares y allí comen y cenan, y en acabando se juntan carnalmente, y dicen que en ello no pecan, porque no lo buscan ellos. La audacia y temeridad de estos desalmados es tan grande, que, según el inquisidor Pacheco, se visten en hábito de beatas de diversas Ordenes y Religiones y «se juntan y hacen conventículos de día y de noche».
El alma del hidalgo está purificada: ni aun siente el rescoldo de sus arrestos pasados, de su entereza y energía de soldado.
El trabajo de su espíritu ha sido colosal. No se disculpa siquiera, si por acaso le corrigen; no se justifica, si es condenado injustamente. El sabio dice que más preciosa es la pequeña estulticia que la sabiduría y gloria. «Más vale —escribe el P. Arbiol— que alguna vez nos tengan por simples viendo que no nos defendemos, que por soberbios viendo que con inmortificación nos disculpamos. La caridad verdadera —añade— es benigna, paciente, afable, sin emulación ni desprecio de nadie; todo lo sufre; todo lo disimula; no busca su interés propio, y en todo atiende a la edificación y provecho del prójimo».
Y a este estado de candor infantil, de ingenuo contento, de fortaleza y apacibilidad en el sufrimiento —características del misticismo— ha llegado ya plenamente el capitán de antaño, el santo religioso de ahora. La comunidad le venera; el pueblo le reverencia y le sigue…

Azorín
El alma castellana
(1600-1800)

El alma castellana es un texto emblemático de José Martínez Ruiz, en el que alimenta el primer Azorín, aparecido en la primavera de 1900, y que incorpora, modificado en parte, su anterior folleto Los hidalgos. Supone una reconstrucción histórica de los siglos XVII y XVIII. Sin ser plenamente obra que marque un punto de inflexión, sí que significa una transición marcada hacia los temas que van a configurar, en el futuro, su estética, desarrollada en un estilo más cuidado, mejor construido, de mayor contenido lírico y con una preocupación destacada por penetrar en la esencia de las cosas, dirigiendo el foco de atención artística hacia los pequeños hechos de la vida cotidiana.

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