Adedul (1) - Su plácido rostro se arrugó en una mueca de furia.

Su plácido rostro se arrugó en una mueca de furia. Fue una transformación completa que sucedió en menos de un segundo. Lanzó un golpe de tubería contra mi cabeza. Levanté el brazo izquierdo y lo oí crujir como una rama de abedul cargada de hielo. Esa vez, cuando me derrumbé, los matones me dejaron caer al suelo.
—Puto listillo, cómo odio a los putos listillos. —La voz parecía llegarme desde muy lejos. O desde muy arriba. O las dos cosas. Por fin me estaba preparando para perder el conocimiento, y no veía la hora. Sin embargo, me quedaba la suficiente visión para distinguir a Carmo cuando volvió con una cámara Polaroid. Era grande y aparatosa, de esas en que el objetivo está al final de una especie de acordeón.
—Dadle la vuelta —ordenó Roth—. Que se vea su perfil bueno.
Cuando los matones le obedecieron, Carmo le pasó la cámara y recibió de él la tubería. Después Roth se acercó la máquina a la cara y dijo:
—Mira al pajarito, puto soplapollas. Ésta para Eddie G…
Flash.
—… y una para mi colección personal, que en realidad no tengo pero tal vez empiece ahora…
Flash.
—… y ahí va otra para ti. Para que recuerdes que, cuando alguien serio te hace preguntas, tienes que responder.
Flash.
Arrancó la tercera instantánea de la cámara y la tiró hacia mí. Aterrizó delante de mi mano izquierda… que entonces él pisó. Los huesos crujieron. Gimoteé y me llevé la mano herida al pecho. Me había roto por lo menos un dedo, quizá incluso tres.
—Más te vale acordarte de separar el negativo en sesenta segundos, o se quemará. Si estás consciente, claro.
—¿Quieres preguntarle algo más ahora que está ablandado? —preguntó Carmo.
—¿Estás de broma? Míralo. Ya no sabe ni su nombre. Que le den por culo. —Empezó a darse la vuelta pero se detuvo—. Oye, cabrón. Ahí va una de recuerdo.
Entonces fue cuando me dio una patada en la sien con lo que se me antojó un zapato de punta de acero. Explotaron cohetes en mi visión. Luego mi nuca topó con el rodapié y me desmayé.

Stephen King
22/11/63


El 22 de noviembre de 1963 tres disparos resonaron en Dallas. Murió el presidente Kennedy, y el mundo cambió. ¿Qué harías tú si pudieras impedirlo?
En esta novela brillante, Stephen King acompaña al lector en un viaje maravilloso al pasado y en un intento de cambiar lo que pasó. Durante casi 900 páginas nos ofrece un impecable retrato social, político y cultural del final de los años 50 y principios de los 60; un mundo marcado por coches enormes, Elvis Presley y el humo de los cigarrillos que flota por todas partes.
Todo empieza con Jake Epping, profesor de inglés en el instituto de Lisbon Falls, Maine, que se gana un sueldo extra con clases nocturnas para adultos. Un día les pide a sus estudiantes que escriban sobre un acontecimiento que les haya cambiado la vida, y una de estas redacciones le impactará profundamente: la historia cruenta de una noche de hace cincuenta años cuando el padre de Harry Dunning volvió a casa para matar a su madre, hermano y hermana con un martillo.
Al leer esta redacción algo cambia en Jake; su vida, igual que aquel día en Dallas de 1963, cambia por completo en tan solo un instante. Poco después su amigo Al, propietario de un diner en su barrio, le descubre un secreto: en el almacén hay una puerta que conduce al pasado, a un día en particular del año 1958. Y Al le pide a Jake que le ayude con una misión que le obsesiona: impedir el asesinato de Kennedy.
Y así comienza la nueva vida de Jake como George Amberson, en un mundo muy diferente. En él, George se enamorará mientras sigue el rastro de Lee Harvey Oswald hacia un momento histórico que quizás ahora nunca se produzca.
Un viaje al pasado nunca ha sido tan creíble, ni tan terrorífico.

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