Abedul (4) - DONDE SE RELATA LA MÁS SANGRIENTA BATALLA QUE PUEDA TENER LUGAR SIN AYUDA DE LOS ACEROS.

DONDE SE RELATA LA MÁS SANGRIENTA BATALLA QUE PUEDA TENER LUGAR SIN AYUDA DE LOS ACEROS.
Si durante la época de celo, y mientras el ciervo de alta cornamenta medita en los juegos amorosos, alguno de los cervatillos se aventura tanto por las proximidades del templo de la Venus Ferina que impulsa a la bella cierva a ocultarse, impulsada por el miedo o el capricho, la delicadeza o los antojos con que la naturaleza ha dotado a todas las hembras, o por lo menos les ha enseñado la forma de conducirse ante el temor de que por la indelicadeza de los machos los misterios de Samos puedan ser descubiertos por ojos profanos. Si mientras tienen lugar estos ritos sagrados, cuya índole misteriosa confirma el poeta al decir:
Procul, o procul este profani;
proclamat vates, totoque absistite luco,
ritos que son comunes al genus omne animantium, y en el que en este caso actúan el ciervo y su pareja, cualquier animal hostil se aventura a aproximarse demasiado, entonces, al primer aviso dado por la asustada cierva, se adelanta el macho fiero hasta la entrada de la espesura, donde se mantiene protegiendo su amor, arañando la tierra, los cuernos enhiestos provocando a combate al enemigo. De este modo, y más terrible aún si cabe, saltó hacia delante nuestro héroe cuando percibió que se aproximaba el enemigo. El joven avanzó varios pasos para tratar de ocultar a la temblorosa cierva, y, si también era posible, asegurar su retirada. Entonces Thwackum, habiendo disparado algunos lívidos y fieros rayos con sus ojos, comenzó a vociferar:
—¡Oh! ¡Qué vergüenza, Tom Jones! ¿Es posible que seas tú la persona que se ocultaba ahí?
—Ya lo ve usted —repuso Jones—. Es posible que sea yo.
—¿Y quién es la mala pécora que te acompaña? —preguntó Thwackum.
—Si tengo conmigo alguna mala pécora —exclamó Jones—, es muy posible que no le deje a usted saber quién es.
—Pues yo te ordeno que me lo digas inmediatamente —replicó Thwackum—. Y no creo que pienses que tu edad, aunque te redime en cierto modo de seguir recibiendo mis enseñanzas, ha acabado por completo con la autoridad del maestro. Las relaciones entre el maestro y el discípulo son indelebles. Por eso quisiera que te percatases de que ahora estás obligado a obedecerme lo mismo que cuando te enseñaba las primeras letras.
—Puede usted hacerse las ilusiones que guste —replicó Jones—. Pero de nada le valdrán, a menos que disponga usted de la vara de abedul de antaño para convencerme.
—Entonces debo decir con toda claridad —afirmó Thwackum— que estoy decidido a saber quién es esa desventurada.
—Y yo le replico con la misma claridad —repuso Jones— que estoy decidido a que no sea así.
Thwackum hizo intención de avanzar, pero Tom le cogió por un brazo. Al ver esto, Blifil trató de rescatarle, afirmando «que no estaba dispuesto a permitir que insultaran a su antiguo maestro».
Al ver Tom Jones que tenía que hacer frente a dos enemigos, consideró necesario librarse de uno de ellos tan pronto como le fuera posible. Primero, pues, se dedicó al más débil de los dos, y dejando escapar al párroco, dirigió un puñetazo al pecho de Blifil con tan buen tino que le arrojó al suelo a las primeras de cambio.
Thwackum estaba tan interesado en averiguar quién era la mujer, que en cuanto se vio libre avanzó derecho hacia los matorrales sin prestar gran atención a lo que mientras tanto le sucedía a su discípulo predilecto. Pero había dado escasos pasos por el tupido boscaje cuando Jones, una vez derrotado Blifil, alcanzó al párroco y le arrastró hacia atrás tirándole del cuello de la casaca.
Thwackum había sido campeón de boxeo en su juventud, habiendo ganado fama con sus puños tanto en la escuela como en la Universidad. Era cierto que hacía bastantes años que había abandonado la práctica de tan noble arte. Sin embargo, su valor era tan grande como su fe y su cuerpo no menos vigoroso que uno y otra. Además, como sin duda el lector habrá adivinado, poseía un carácter bastante irascible. Por lo tanto, cuando miró hacia atrás y descubrió a su amigo y compañero caído en el suelo, a la vez que él era maltratado por uno que hasta aquel momento se había mostrado pasivo en los conflictos entre ellos, circunstancia que contribuyó a agravar mucho los hechos, perdió la poca paciencia que tenía y colocándose en posición de combate y reuniendo todas sus fuerzas, atacó a Jones de frente con tal ímpetu como éste había empleado para atacarle a él por detrás.
Nuestro héroe recibió impávido el ataque del enemigo, y el golpe resonó en su pecho. Jones respondió a él con no menor violencia, apuntando igualmente al pecho del párroco. Pero éste desvió con destreza el puño de Jones, así que tan sólo le alcanzó en el vientre, donde el buen hombre tenía depositadas dos libras de carne de buey y otras tantas de pudín, y de donde, en consecuencia, no podía surgir ningún sonido hueco. Muchos golpes violentos, mucho más fáciles de ver que de leer o describir, se repartieron entre ambas partes. Por último, una violenta caída, que Jones aprovechó para colocar su rodilla sobre el pecho de Thwackum, debilitó tanto a éste, que la victoria no hubiera sido dudosa para Jones de no haber intervenido de nuevo Blifil, que había ya recuperado sus fuerzas, y lanzándose sobre Tom, dio lugar a que el párroco recobrase sus fuerzas.
Ahora ambos hombres atacaron a nuestro héroe, cuyos puñetazos no tenían al presente tanta potencia como al principio, tan debilitado había salido de su lucha con Thwackum, pues aunque el cura prefería actuar solo sobre el cuerpo humano, no obstante, conservaba aún bastante de sus antiguos conocimientos para mantener la parte que le correspondía en un duelo.
La victoria, de acuerdo con la costumbre moderna, iba a ser probablemente decidida por la presión del número uno, cuando de súbito aparecieron en el campo de batalla un cuarto par de puños, que inmediatamente comenzaron a actuar sobre el párroco, a la vez que el dueño de aquellos puños gritaba:
—¿No les da a ustedes vergüenza luchar dos contra uno?
La batalla, que muy bien podría calificarse de campal, continuó aún durante varios minutos, hasta que colocado Blifil por segunda vez fuera de combate por Jones, Thwackum se vio obligado a pedir cuartel a su nuevo contrincante, que resultó ser Mr. Western, pues en el entusiasmo de la acción ninguno le había reconocido en el primer momento.
Su presencia allí se explica porque en su paseo vespertino acertó a pasar por el campo donde tenía lugar la sangrienta batalla, habiendo deducido, al ver tres hombres luchando, que dos de ellos debían ir en contra del tercero. Entonces se apartó de los que le acompañaban y con más gallardía que política abrazó la causa del más débil. Esta generosa conducta evitó sin duda que Tom fuera víctima de la encendida cólera de Thwackum y de la piadosa amistad que Blifil profesaba a su querido maestro, pues, aparte de la desventaja del número, Jones no había conseguido recuperar aún del todo la fuerza de su brazo roto. El refuerzo llegado tan inesperadamente puso rápido fin al combate, y Jones, apoyado por su aliado, obtuvo la victoria.

Henry Fielding
Tom Jones
La historia de Tom Jones, expósito


Una de las novelas cumbre de la Literatura inglesa y la mejor obra de Henry Fielding (1707-1754). La historia de Tom Jones, expósito es una novela picaresca meticulosamente construida, planificada y ejecutada. El principal objetivo de su autor fue el de presentar la multiplicidad del mundo y de la naturaleza del hombre, describiendo una sociedad rica en contradicciones, hipócrita y llena de injusticias.
«Éste es el libro, risueño e itinerante, irónico y optimista, sin la acritud y la misantropía que distingue a otros grandes contemporáneos de Fielding, porque este satírico que tiene una pluma tan afilada en el fondo no sabe lo que es la hiel; y si lo sabe prefiere olvidarlo, lo suyo es reírse del mundo para quitarle importancia y limar sus aristas, mejorar a la humanidad no con el ceño fruncido, sino con un humor de comprensión».

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