11 de junio.
¡Cuánto le agradezco a usted, Makar Aleksiéyevich, nuestro paseo de ayer por las islas! ¡Qué hermoso estaba aquello, qué maravillosamente verde y cómo trascendía el aire a perfumes!… ¡Hacía tanto tiempo que no veía yo céspedes ni árboles…, todo el tiempo que estuve mala, y pensaba que iba a morirme, pero lo que se dice morirme!… ¡Conque figúrese usted lo que yo tenía que sentir y sentí ayer.
No se enfade usted porque me mostrase triste. Me siento muy bien y muy alegre; pero precisamente en mis mejores instantes está escrito que tenga yo algún motivo de tristeza: así me ocurre siempre. Ni tampoco tiene nada de particular que yo llorase; yo misma no sé por qué tengo siempre que llorar. Soy, lo comprendo, de una excitabilidad morbosa; todas las impresiones que experimento me resultan morbosamente…, morbosamente violentas. El cielo claro y sin nubes, la puesta del sol, el silencio vespertino…, todo eso…, y nada a punto fijo…; en suma; que yo me encontraba ayer en una disposición de espíritu como para que todo hiciera en mí una impresión triste y torturante, hasta el punto de desbordárseme en seguida el corazón y apetecer mi alma las lágrimas. Pero ¿por qué le escribo a usted todo esto? ¡Si tanto trabajo le cuesta al corazón explicarse estas cosas, qué penoso no le será expresarlas! Pero puede que usted me comprenda.
¡Dolor de alegría! Pero ¡qué bueno es usted, Makar Aleksiéyevich! Ayer me miraba usted a los ojos cual si quisiera leer en ellos lo que yo sentía, y era usted feliz con verme tan contenta. Ya se tratase de un macizo, de una alameda o un arroyuelo…, allí estaba usted siempre ante mí, tan ufano, mirándome siempre a los ojos, cual si todo aquello que usted me mostraba fuese propiedad suya. ¡Todo lo cual demuestra que usted tiene un buen corazón, Makar Aleksiéyevich! Por eso le quiero yo tanto.
Pero tengo que despedirme aquí. Hoy estoy de nuevo malucha; ayer me mojé los pies y he cogido un enfriamiento. Fiodora no está aún buena del todo…, no sé lo que tiene. De modo que estamos malitas las dos. No se olvide usted y venga a vernos con más frecuencia. Su
V. D.
Fiódor Dostoyevski
Pobre gente
La primera novela de Dostoievski, una espléndida historia de amor llena de patetismo que anuncia todos los temas de su obra posterior. Dostoievski nos ofrece un soberbio retrato de la vida de la gente humilde de la capital rusa a través de la correspondencia entre el modesto funcionario Makar Alekséievich Dévushkin, ya entrado en años, y su pariente lejana Varvara Alekséievna Dobroselova, una joven huérfana a la que protege y por la que siente un amor presuntamente paternal. Siendo vecinos, apenas se ven para evitar habladurías, por lo que se comunican casi diariamente a través de cartas. En total, la novela consta de 31 cartas de Makar Alekséievich y de 24 de Varvara Alekséievna a lo largo de medio año hasta que la correspondencia se interrumpe con motivo de la partida de la joven para casarse con un hombre al que no ama.
¡Cuánto le agradezco a usted, Makar Aleksiéyevich, nuestro paseo de ayer por las islas! ¡Qué hermoso estaba aquello, qué maravillosamente verde y cómo trascendía el aire a perfumes!… ¡Hacía tanto tiempo que no veía yo céspedes ni árboles…, todo el tiempo que estuve mala, y pensaba que iba a morirme, pero lo que se dice morirme!… ¡Conque figúrese usted lo que yo tenía que sentir y sentí ayer.
No se enfade usted porque me mostrase triste. Me siento muy bien y muy alegre; pero precisamente en mis mejores instantes está escrito que tenga yo algún motivo de tristeza: así me ocurre siempre. Ni tampoco tiene nada de particular que yo llorase; yo misma no sé por qué tengo siempre que llorar. Soy, lo comprendo, de una excitabilidad morbosa; todas las impresiones que experimento me resultan morbosamente…, morbosamente violentas. El cielo claro y sin nubes, la puesta del sol, el silencio vespertino…, todo eso…, y nada a punto fijo…; en suma; que yo me encontraba ayer en una disposición de espíritu como para que todo hiciera en mí una impresión triste y torturante, hasta el punto de desbordárseme en seguida el corazón y apetecer mi alma las lágrimas. Pero ¿por qué le escribo a usted todo esto? ¡Si tanto trabajo le cuesta al corazón explicarse estas cosas, qué penoso no le será expresarlas! Pero puede que usted me comprenda.
¡Dolor de alegría! Pero ¡qué bueno es usted, Makar Aleksiéyevich! Ayer me miraba usted a los ojos cual si quisiera leer en ellos lo que yo sentía, y era usted feliz con verme tan contenta. Ya se tratase de un macizo, de una alameda o un arroyuelo…, allí estaba usted siempre ante mí, tan ufano, mirándome siempre a los ojos, cual si todo aquello que usted me mostraba fuese propiedad suya. ¡Todo lo cual demuestra que usted tiene un buen corazón, Makar Aleksiéyevich! Por eso le quiero yo tanto.
Pero tengo que despedirme aquí. Hoy estoy de nuevo malucha; ayer me mojé los pies y he cogido un enfriamiento. Fiodora no está aún buena del todo…, no sé lo que tiene. De modo que estamos malitas las dos. No se olvide usted y venga a vernos con más frecuencia. Su
V. D.
Fiódor Dostoyevski
Pobre gente
La primera novela de Dostoievski, una espléndida historia de amor llena de patetismo que anuncia todos los temas de su obra posterior. Dostoievski nos ofrece un soberbio retrato de la vida de la gente humilde de la capital rusa a través de la correspondencia entre el modesto funcionario Makar Alekséievich Dévushkin, ya entrado en años, y su pariente lejana Varvara Alekséievna Dobroselova, una joven huérfana a la que protege y por la que siente un amor presuntamente paternal. Siendo vecinos, apenas se ven para evitar habladurías, por lo que se comunican casi diariamente a través de cartas. En total, la novela consta de 31 cartas de Makar Alekséievich y de 24 de Varvara Alekséievna a lo largo de medio año hasta que la correspondencia se interrumpe con motivo de la partida de la joven para casarse con un hombre al que no ama.
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