«Mis asuntos nunca habían sido tan satisfactorios y esperanzadores».

Como siempre relajado ante un desastre probable, el rey Carlos había escrito a su esposa: «Mis asuntos nunca habían sido tan satisfactorios y esperanzadores». Sin embargo, las discusiones y diferencias sobre la estrategia que debían seguir habían puesto en peligro esa aparente posición de fuerza. Ante la duda de si atacar los restos del ejército de los presbiterianos escoceses en un intento por recuperar el norte, o si emprenderla con el Nuevo Ejército Modelo, las fuerzas monárquicas habían dividido fatalmente sus fuerzas. Ambas acciones constituían un buen objetivo si se emprendían con brío pero, llegados a un pobre compromiso, un reducido ejército real andaba entreteniéndose en dirección norte, seriamente superado en número, sobre todo en caballería. Esto fue porque Carlos había dejado que el diletante lord Goring se llevara tres mil efectivos de caballería al West Country. Iba a resultar un error crucial. El príncipe Rupert intentó hacer regresar a Goring. Los exploradores de Fairfax interceptaron una carta de lord Goring en la que daba excusas para quedarse allí donde estaba. En los quisquillosos consejos de guerra realistas se incrementó la tensión entre el príncipe Rupert y los asesores civiles del rey; en cambio, el Nuevo Ejército Modelo había sido creado precisamente de manera que toda la autoridad recayera en un solo mando. Aquel era el momento de atacar, y a Fairfax le habían dado libertad de acción. Solo tenía que aguardar la llegada del nuevo comandante de su caballería: Oliver Cromwell.
Fairfax, que no dejaba nada al azar, recorrió a caballo sus puestos de vigilancia en la oscuridad para convencerse de que no había ninguna posibilidad de que los sorprendieran con un ataque. Un centinela le dio el alto; Fairfax, que iba rumiando, había olvidado la contraseña. Mientras avisaban al capitán de la guardia, el general se vio obligado a permanecer inmóvil bajo la lluvia, con un soldado que lo amenazaba con volarle la cabeza si se movía. Fairfax recompensó al centinela por su diligencia.
Los movimientos de las tropas realistas y sus hogueras sugerían que era muy posible que el enemigo se estuviera retirando. En el consejo que Fairfax celebró con su Plana Mayor al amanecer el viernes 13 de Junio, se decidió salir en su persecución. En mitad de dicha reunión llegaron Oliver Cromwell y tres mil soldados de caballería adicionales especialmente seleccionados por el nuevo comandante, lo cual suscitó un griterío de aclamación. La batalla ya estaba prevista. Sir Philip Skippon, como mariscal de campo, Había recibido órdenes de trazar la disposición de batalla nada menos que seis días antes.
Una agradable noche en pleno verano inglés, el ejército realista se reunió en una larga cadena de montañas que iba de este a oeste, y dio la impresión de que se preparaban para oponer resistencia. A la mañana siguiente, cuando los exploradores realistas no pudieron confirmar los movimientos del Nuevo Ejército Modelo, Rupert en persona salió a reconocer el terreno. Fairfax no tenía necesidad de hacerlo; él ya sabía dónde se encontraba el enemigo: a siete millas de distancia, antes de la población mercantil de Harborough, con su magnífica manufactura de calzado y que se hallaba justo al otro lado del límite del condado en Leicestershire.
La batalla tendría lugar un poco más al sur, en las tierras alias de Northamptonshire. Era una zona en campo abierto, sin gran belleza ni muchas pretensiones, donde los antiguos bosques todavía dormían misteriosamente en torno a las aldeas abandonadas durante la peste negra. Por un ingenioso capricho de la geografía, el lugar formaba una línea divisoria de aguas; a un lado los arroyos corrían en dirección sur y oeste, hacia el canal de Bristol, en tanto que a apenas unas pocas millas de distancia fluían hacia el norte y el este en dirección al estuario del Wash. Las cadenas de colinas ondulantes contribuirían a disimular los movimientos de las tropas durante las primeras maniobras. En su mayor parte era una zona abierta, con extensiones irregulares de cultivos de grano entre aulagares. Entre los dos ejércitos había un valle con zonas de terreno blando llamado Broad Moor. Fairfax había llevado a su Nuevo Ejército Modelo hasta un gran campo en barbecho, cerca de la antigua población sajona de Naseby. A la izquierda de los parlamentarios, una fuerte hilera doble de setos atravesaba perpendicularmente dicho campo. A mano derecha estaba Naseby Warren. Esto era importante para su caballería, pues implicaba mucho más que unas cuantas madrigueras de conejo que provocaran caídas. Una antigua conejera tendría muchas millas de túneles y cuevas subterráneas que posiblemente se vinieran abajo.

Lindsey Davis
Rebeldes y traidores
La revolución de Cromwell


Las Guerras civiles inglesas que azotaron los reinos de Inglaterra, Escocia e Irlanda en el amplio período que va de 1639 a 1658 es el auténtico protagonista de este espectacular fresco histórico. El juicio y ejecución del rey Carlos I, el exilio de su hijo Carlos II, el nacimiento de la Commonwealth y la etapa del protectorado bajo el gobierno de Oliver Cromwell son etapas en un camino en que las luchas están teñidas de enfrentamientos tanto ideológicos y políticos como religiosos.
Mediante la focalización alterna en los personajes de Juliana Lovell, esposa de un realista, y Gideon Jukes, un parlamentario convencido, Lindsey Davis nos muestra unos acontecimientos apasionantes, pero sin tomar partido, dejando que sea el propio lector quien juzgue a sus personajes y sus acciones, y no solo se centra en las luchas y los efectos de las guerras en Londres, sino en muy diversos puntos de los tres reinos implicados en la guerra.
Una novela magnífica que expone de un modo muy claro unos años decisivos en la historia universal.


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