Antes del asesinato de Martin Luther King había un grupo (SDS) y dos cuestiones (IDA y disciplina) que impulsaban la política de izquierdas en la universidad. Después llegó otro grupo (SAS), y luego una tercera cuestión (el gimnasio), y al cabo de dos semanas de la ceremonia en memoria de King, la enormidad que nadie esperaba que ocurriera, lo que nadie había imaginado que sucediera nunca, estaba pasando de todas las formas inesperadas e inimaginables en que suelen producirse las grandes cosas.
El gimnasio de Columbia, también conocido por el nombre alternativo de Gym Crow, iba a construirse en una de las parcelas de Harlem que Rudd había acusado a Columbia de robar, en este caso terreno público, un parque peligroso, abandonado, jamás frecuentado por gente blanca llamado Morningside Park, un risco de pronunciada pendiente sembrada de pedruscos y árboles agonizantes que empezaba en lo alto de Columbiaville y acababa en el fondo de Harlemville. No cabía duda de que la universidad necesitaba un gimnasio nuevo. El equipo de baloncesto de Columbia acababa de ganar el campeonato de la Ivy League, había entrado en el torneo de la NCAA llegando al cuarto puesto de la clasificación nacional, y el gimnasio actual tenía más de sesenta años, se había quedado pequeño, estaba muy deteriorado y ya no era viable, pero el contrato que el rectorado había negociado con el ayuntamiento en la década de los cincuenta y primeros sesenta era inaudito. El municipio cedía a la universidad ocho mil metros cuadrados por la simbólica cantidad de tres mil dólares al año, y Columbia pasaba a ser la primera institución privada de la historia de Nueva York en construir una estructura en terreno público para su uso particular. Abajo, en el extremo del parque, habría una entrada trasera para vecinos de Harlem que conduciría a otro gimnasio dentro del gimnasio y ocuparía el doce y medio por ciento del espacio total. A raíz de la presión ejercida por activistas del barrio, Columbia convino en aumentar la presencia de Harlem hasta el quince por ciento, con una piscina y vestuarios por añadidura. Cuando H. Rap Brown llegó a Nueva York en diciembre de 1967 para asistir a una reunión municipal, el presidente del SNCC dijo: «Si construyen la planta baja, hacedla saltar por los aires. Si vuelven a escondidas por la noche y construyen tres plantas, incendiadlas. Y si llegan a construir nueve plantas, son vuestras. Ocupadlas, y quizá los dejemos entrar los fines de semana». El 19 de febrero de 1968, Columbia acometió el proyecto y empezaron las obras. Al día siguiente, veinte personas acudieron a Morningside Park y se tumbaron frente a las excavadoras y volquetes para obstaculizar los trabajos. Detuvieron a seis estudiantes de Columbia y seis vecinos, y una semana después, cuando se presentó una multitud de ciento cincuenta personas para protestar contra la construcción del gimnasio, fueron detenidos otros doce estudiantes de Columbia. Ninguno de ellos era miembro del SDS. Hasta entonces, el SDS no se había ocupado de ese asunto, pero ahora que el rectorado se negaba tanto a reconsiderar sus planes como a discutir siquiera la cuestión de recapacitar sobre ellos, pronto se convirtió en una de sus preocupaciones, y no solo del grupo sino también de los estudiantes negros de la universidad.
La SAS (Sociedad Afronorteamericana de Estudiantes) contaba con más de cien miembros, pero hasta el asesinato de King no había tomado parte en ninguna actividad política concreta, centrándose en cambio en cómo incrementar el ingreso de los negros en la universidad y hablando con decanos y jefes de departamento sobre la inclusión de asignaturas de historia y cultura de la negritud en el programa de estudios. Como en cualquier otra universidad de élite en la Norteamérica de la época, la población negra de Columbia era minúscula, tan reducida que Ferguson solo tenía dos amigos negros entre todos sus compañeros, dos amigos que no eran íntimos, lo que también podía decirse de cualquiera de sus conocidos, que tampoco tenían amigos íntimos de color. Los estudiantes negros estaban doblemente aislados, primero por su escaso número y luego porque se comportaban de manera reservada, sin duda algo perdidos y resentidos en aquel enclave blanco de tradición y poder, donde a menudo se los consideraba como extraños incluso por los vigilantes de seguridad negros que los paraban para pedirles la documentación debido a que los jóvenes de semblante negro no podían ser estudiantes de Columbia y por tanto no tenían nada que hacer allí. A raíz del asesinato de King, la SAS eligió una nueva junta de líderes radicales, algunos brillantes, otros cargados de ira, y otros rebosantes de inteligencia y rabia, todos ellos tan valientes como Rudd, es decir, con la suficiente seguridad en sí mismos como para ponerse en pie y dirigirse a mil personas con la misma facilidad con que hablaban a una sola, y para ellos la cuestión más importante era la relación de Columbia con Harlem, lo que significaba que el IDA y la disciplina eran cuestiones de los estudiantes blancos pero el gimnasio era asunto suyo.
Dos días después de la ceremonia en memoria de King, Grayson Kirk fue a la Universidad de Virginia a pronunciar un discurso sobre la celebración del doscientos cincuenta aniversario del nacimiento de Thomas Jefferson (por tempestuosos que pudieran ser aquellos días, también abundaban en cosas absurdas), y allí estaba el antiguo especialista en ciencias políticas que se sentaba en el consejo de administración de varias empresas y entidades financieras, Mobil Oil, IBM y Con Edison entre otras, el rector de la Universidad de Columbia que había sucedido a Dwight D. Eisenhower cuando el general dejó Columbia para ocupar el cargo de presidente de Estados Unidos, y allí por primera vez Grayson Kirk se pronunció contra la guerra de Vietnam, no solo porque la guerra era un error o un asunto poco honorable, según manifestó, sino por el daño que estaba haciendo en casa, y entonces pronunció las palabras que pronto llegarían al campus de Columbia y añadirían más leña al fuego que ya empezaba a arder allí: «Nuestros jóvenes, en inquietante número, parecen rechazar todas las formas de autoridad sea cual sea su origen, y se han refugiado en un turbulento e incipiente nihilismo cuyo único objetivo es la destrucción. No conozco otro periodo histórico en que la brecha generacional haya sido más amplia ni más peligrosa en potencia».
El 22 de abril, el día en que los seis contra el IDA fueron sometidos a medidas disciplinarias condicionales, el SDS lanzó una publicación de cuatro páginas titulada ¡Contra la pared! como adelanto a la concentración del día siguiente, cuya culminación debía ser otra manifestación en la Low Library, donde docenas, montones o centenares de estudiantes expresarían su apoyo a los seis contra el IDA quebrantando la misma norma que había causado problemas a sus compañeros sancionados. Rudd firmaba uno de los artículos, una carta de ochocientas cincuenta palabras dirigida a Grayson Kirk en respuesta a las observaciones formuladas en la Universidad de Virginia. Concluía con tres breves párrafos:
Dudo que entienda algo de esto, Grayson, porque sus fantasías han cerrado el paso en su pensamiento al mundo tal como es. El vicerrector Truman afirma que la sociedad está fundamentalmente sana; usted dice que la guerra de Vietnam ha sido un accidente sin mala intención. Nosotros, los jóvenes, a quienes usted teme y con razón, declaramos que la sociedad está enferma y que la enfermedad es usted y su capitalismo.
Usted clama por el orden y el respeto a la autoridad; nosotros reivindicamos la justicia, la libertad y el socialismo.
Solo queda una cosa por decir. Puede que le parezca nihilista, porque es el disparo inicial de una guerra de liberación. Para emplear las palabras de LeRoi Jones, quien seguramente no le caerá muy bien a usted: «Contra la pared, hijoputa, esto es un atraco».
Ferguson se quedó pasmado. Después del elocuente discurso pronunciado en el servicio en memoria de King, no tenía sentido que cometiera un error táctico tan grave. Eso no quería decir que el texto no fuese meritorio, pero el tono repelía, y si el SDS intentaba ganar apoyos entre los estudiantes, ese tipo de cosas no haría más que espantarlos. El artículo era un ejemplo de cómo el SDS se hablaba a sí mismo en vez de llegar a los demás, y Ferguson deseaba su victoria, porque, a pesar de ciertas reservas sobre lo que era posible e imposible, creía en su causa y en general su postura era de apoyo al grupo, pero una causa noble requería un comportamiento noble por parte de sus defensores, algo más refinado y ecuánime que insultos mediocres y salidas de tono adolescentes y de mal gusto. La pena era que a Ferguson le caía bien Mark Rudd. Habían sido amigos desde primer curso (ambos criados en Nueva Jersey, de formación casi idéntica), y Mark había sido un presidente extraordinario hasta el momento, tan bueno que Ferguson se había cegado creyendo que nunca cometería una equivocación, y ahora que había metido la pata con lo de Querido Grayson y lo de hijoputa, Ferguson se sentía decepcionado, atrapado en la incómoda posición de estar en contra de los que estaban en contra; un lugar desierto para quien también estaba en contra de los que estaban a favor.
Paul Auster
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El único hecho inmutable en la vida de Ferguson es que nació el 3 de marzo de 1947 en Newark, Nueva Jersey. A partir de ese momento, varios caminos se abren ante él y le llevarán a vivir cuatro vidas completamente distintas, a crecer y a explorar de formas diferentes el amor, la amistad, la familia, el arte, la política e incluso la muerte, con algunos de los acontecimientos que han marcado la segunda mitad del siglo XX americano como telón de fondo.
¿Y si hubieras actuado de otra forma en un momento crucial de tu vida? 4 3 2 1, la primera novela de Paul Auster después de siete años, es un emotivo retrato de toda una generación, un coming of age universal y una saga familiar que explora de manera deslumbrante los límites del azar y las consecuencias de nuestras decisiones. Porque todo suceso, por irrelevante que parezca, abre unas posibilidades y cierra otras.
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