¡Aquellas horas, Dios mío, tejidas todas ellas con el más puro lirio de la esperanza, cuando unos pocos viejos republicanos izamos la bandera tricolor en el Ayuntamiento de Segovia!…

(Lo que hubiera dicho Mairena el 14 de abril de 1937).

Hoy hace seis años que fue proclamada la segunda República española. Yo no diré que esta República lleve seis años de vida; porque, entre la disolución de las ya inmortales Cortes Constituyentes y el triunfo en las urnas del Frente Popular, hay muchos días sombríos de restauración picaresca, que no me atrevo a llamar republicanos. De modo que, para entendernos, diré que hoy evocamos la fecha en que fue proclamada la segunda gloriosa República española. Y que la evocamos en las horas trágicas y heroicas de una tercera República, no menos gloriosa, que tiene también su fecha conmemorativa —16 de febrero— y cuyo porvenir nos inquieta y nos apasiona.
Vivimos hoy, 14 de abril de 1937, tan ahincados en el presente y tan ansiosamente asomados a la atalaya del porvenir que, al volver por un momento nuestros ojos a lo pasado, nos aparece aquel día de 1931, súbitamente, como imagen salida, nueva y extraña, de una encantada caja de sorpresas.
¡Aquellas horas, Dios mío, tejidas todas ellas con el más puro lirio de la esperanza, cuando unos pocos viejos republicanos izamos la bandera tricolor en el Ayuntamiento de Segovia!… Recordemos, acerquemos otra vez aquellas horas a nuestro corazón. Con las primeras hojas de los chopos y las últimas flores de los almendros, la primavera traía a nuestra República de la mano. La naturaleza y la historia parecían fundirse en una clara leyenda anticipada, o en un romance infantil.

La primavera ha venido
del brazo de un capitán.
Cantad, niñas, en corro:
¡Viva Fermín Galán!

Florecía la sangre de los héroes de Jaca, y el nombre abrileño del capitán muerto y enterrado bajo las nieves del invierno era evocado por una canción que yo oí cantar o soñé que cantaban los niños en aquellas horas.

La primavera ha venido
y don Alfonso se va.
Muchos duques le acompañan
hasta cerca de la mar.
Las cigüeñas de las torres
quisieran verlo embarcar…

Y la canción seguía, monótona y gentil. Fue aquel un día de júbilo en Segovia. Pronto supimos que lo fue en toda España. Un día de paz, que asombró al mundo entero. Alguien, sin embargo, echó de menos el crimen profético de un loco, que hubiera eliminado a un traidor. Pero nada hay, amigos, que sea perfecto en este mundo.

Antonio Machado
Juan de Mairena
Sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo

El protagonista de esta obra, ficticio poeta y docente, heterónimo de Antonio Machado, se dedica a meditar con sus alumnos sobre la sociedad, el arte, la cultura, la literatura, la política y la filosofía, temas que son planteados con una encomiable variedad formal y una insobornable originalidad esencial. El desarrollo y estructura de las reflexiones es inclasificable, pues estas van desde el más clásico aforismo, hasta la más somera sentencia, pasando por el diálogo, la introspección, el comentario erudito o el análisis del refrán popular. Hablamos, por tanto, de un variopinto escaparate de ideas de todo viso y carácter que, al estar expuestas con ironía, ingenio, preclara inteligencia y buen humor, apelan con hondura a nuestra facultad de inteligir y, no menos, a nuestra capacidad de reír y burlarnos sanamente del ser humano, sus creaciones teóricas y su comportamiento moral y político. Así, el libro está vertebrado por una sopesada y sutil vertiente crítica que fija una incisiva distancia respecto a lo que sabemos, lo que creemos saber, lo que hacemos y lo que consideramos que debemos hacer; nos sitúa en una atalaya desde la que observar(nos) con quietud y retranca.
Al pasar las páginas del libro vemos como los temas se entremezclan para intentar confundirnos pero la intención de transmitirnos las características de la sociedad, la cultura, el arte, la literatura, la filosofía, es clara. Usando gran variedad de recursos poéticos como la ironía (muy fina por cierto), el escepticismo ya comentando, los toques de humor aderezados con un poco de realismo cruel, la superficialidad y demás, hacen que la obra sea un elemento indiscutible de reflexión acerca de numerosos temas.
Sin lugar a dudas, «Juan de Mairena» representa una obra clásica en la literatura española y, por tanto, es incuestionable su valor. Dicen, que un clásico es un clásico, y por ello ya tenemos excusa para leerlo.
Esta edición tiene un prólogo de Alfonso Guerra, y completa la original de 1936, con los artículos publicados por Juan de Mairena (Antonio Machado) en la Prensa española posteriormente, entre 1937 y 1938.

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