Por lo demás, la fortuna seguía. El inventario de 31 de diciembre dio resultados superiores a los precedentes. El haber de la casa era de más de dos mil libras, lo que fue reconocido como exacto por mister O’Brien. El honrado comerciante felicitó al joven dueño, recomendándole que procediese siempre con extrema prudencia.
—Con frecuencia, es más difícil conservar que adquirir —dijo devolviéndole el inventario.
—Tiene razón —respondió Hormiguita—; y crea que no me dejaré arrastrar. Lamento, no obstante, que el dinero depositado en el Banco de Irlanda no tenga un empleo más lucrativo. Es dinero que duerme, y cuando se duerme no se trabaja.
—No, se reposa, y el reposo es tan preciso al dinero como al hombre.
—Sin embargo, mister O’Brien, si se presentase alguna ocasión…
—No bastaría que fuese buena; preciso sería que fuera excelente.
—Conformes; y en ese caso, estoy seguro que usted sería el primero en aconsejarme…
—¿Aprovecharla? Ciertamente; a condición que entrara en el género de tus negocios.
—Así es como yo lo entiendo, mister O’Brien, y jamás se me ocurrió la idea de arriesgarme en operaciones de las que nada entiendo. Pero obrando con prudencia, se puede buscar el modo de extender el comercio.
—Y en tales condiciones yo lo aprobaría. Y si tengo noticias de algún negocio de toda seguridad… Sí… Tal vez… En fin, veremos.
Y en su prudencia, el antiguo comerciante no quiso decir más.
El 23 de febrero fue una fecha que merecía ser marcada con una cruz de lápiz rojo en el calendario del bazar «Los pequeños bolsillos». Aquel día Bob estaba subido en lo alto de una escalera, en el fondo de la tienda, cuando se oyó interpelar de esta suerte.
—¡Eh! Plumas de papagayo.
—¡Grip! —exclamó Bob dejándose caer a lo largo de la escalera.
—Yo mismo, And Co. ¿Hormiguita está bien? ¿Kat está bien? ¿mister O’Brien, está bien? Me parece que no olvido a nadie.
—¿A nadie? ¿Y yo?
¿Quién acababa de pronunciar estas palabras? Una joven radiante de alegría que avanzó hacia Grip y le dio con desembarazo un beso en cada mejilla.
—¿Cómo? —exclamó Grip desconcertado—. Señorita… Yo no la conozco. ¿Se besa aquí a la gente sin conocerla?
—Entonces voy a comenzar de nuevo, hasta que nos conozcamos…
—¡Pero si es Sissy, Grip!… ¡Sissy… Sissy! —repitió Bob estallando de risa.
Hormiguita y Kat acababan de entrar. Aquel diablo de Grip, muy malo decididamente, no quiso comprender la explicación que se le dio, hasta no devolverle los besos a la señorita. ¡Por San Patricio! ¡Qué encantadora y franca le pareció Sissy! Y como había traído de América un lindo neceser de viaje para hombre, con tirantes, navajas de afeitar y brocha para cuando a Hormiguita le hiciera falta, sostuvo que lo había comprado para ofrecérselo a Sissy, pues tenía el presentimiento de que la encontraría en el bazar de Little boy, y Sissy se vio obligada a aceptar el regalo, por lo que el verdadero destinatario no se mostró ofendido.
El primer fogonero estaba en su puesto.
¡Qué buenos días se pasaron en la tienda de Bedfort-Street! Cuando su obligación no le retenía a bordo, Grip no desamarraba de allí, siguiendo una de sus expresiones. Indudablemente, él tenía en «Los pequeños bolsillos» una atracción cuya influencia se dejaba sentir hasta en los docks, y que le retenía cerca de Sissy después de haberle atraído.
¿Qué queréis? Es difícil resistir a esas leyes de la naturaleza. Hormiguita no había dejado de notarlo.
—¿No es verdad que mi hermana mayor es gentil? —le dijo un día a Grip.
—¡Tu hermana mayor, chiquillo! Yo no sé lo que es… No sé expresarme… Si supiera…
Se expresaba muy bien, por el contrario, al menos según pensaba Kat, y no habían transcurrido tres semanas desde el regreso de Grip, cuando ella dijo a Hormiguita:
—Nuestro Grip está como los animales que mudan. De negro que era está en camino de recobrar su color natural… el blanco, y no creo que permanezca mucho tiempo a bordo del Vulcan.
Ésta era también la opinión que tenía mister O’Brien.
Sin embargo, el 15 de marzo, cuando el Vulcan se disponía a marchar a América, el primer fogonero, al que todos habían acompañado hasta el puerto, estaba en su sitio. ¿Pretendía que el Vulcan no pudiera pasarse sin él?
Cuando volvió el 13 de mayo, después de siete semanas de ausencia, se había acentuado su cambio de color. Hízosele una excelente acogida. Hormiguita, Kat y Bob le estrecharon entre sus brazos. Pero las demostraciones de él no fueron tantas, y se contentó con dar un solo beso en la mejilla derecha de Sissy, que sólo uno había depositado en su mejilla izquierda.
¿Qué significaba aquella reserva? Grip estaba más grave, Sissy más seria, cuando se encontraban frente a frente. Esto ponía cierta falta de espontaneidad en sus reuniones de la noche. Y a la hora en que Grip se retiraba para regresar a bordo, cuando Hormiguita le decía:
—¿Hasta mañana, Grip? A menudo respondía éste:
—No… mañana hay mucho trabajo… Me será imposible.
Y al día siguiente el bueno de Grip volvía exactamente como la víspera, y hasta una hora más pronto, y —fenómeno extraordinario— su piel blanqueaba de día en día.
Jules Verne
Aventuras de un niño irlandés
Un joven huérfano supera la adversidad a medida que va creciendo. Así, empieza su propio negocio con la ayuda de otro huérfano, cuya vida había salvado. Verne comienza a contar las aventuras e historias de este muchacho desde que era pequeño hasta que se establece y triunfa a la edad de quince años.
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