24 de marzo (Lo haremos esta noche)

Ver a Steve McQueen subido en una moto alemana y correteando por un campo huyendo de los nazis invita de inmediato a pensar en la escena final de la película La gran evasión, aquel intento de huida de un campo de prisioneros de decenas de soldados de las fuerzas aéreas aliadas. Pero el caso es que la gran evasión existió, y se produjo en la noche del 24 de marzo de 1944: setenta y seis hombres protagonizaron una huida en masa que cabreó mucho al Führer.
La gran evasión fue una operación planificada al milímetro en la que colaboraron seiscientos prisioneros, aunque bien es cierto que no todos estuvieron por la labor de fugarse por temor a las represalias. Otros, en cambio, acataron el Convenio de Ginebra, ese que dice que la primera obligación de un oficial prisionero es intentar escapar.
Los barracones del campo se convirtieron a espaldas de los alemanes en una perfecta cadena de montaje en la que durante dos meses los prisioneros trabajaron como hormiguitas estajanovistas. Unos se dedicaron a los túneles; otros, a la cartografía, porque había que hacer mapas para que los fugados supieran a dónde dirigirse; otros falsificaron documentos de identidad, salvoconductos y todo tipo de carnés o impresos que pudiera pedir un alemán; varios más confeccionaron ropa, y otro puñado fabricó brújulas cuyas agujas hacían con cuchillas de afeitar imantadas.
Hasta que llegó el momento y aquel 24 de marzo corrió de boca en boca entre los prisioneros la frase: «Lo haremos esta noche». Doscientos veinte prisioneros estaban listos para la fuga, pero solo setenta y seis pudieron salir del túnel y llegar al bosque. Un centinela los descubrió.
Setenta y tres de los fugados fueron detectados en los días siguientes, pero solo veintitrés volvieron vivos al campo de prisioneros. A Hitler se le encrespó el bigote con aquella gran evasión y ordenó ejecuciones sumarísimas. Los cincuenta asesinados volvieron al campo en cincuenta urnas de cenizas. Aquella gran evasión se quedó en solo tres evadidos que lograron alcanzar las fronteras aliadas, pero mereció la pena.
Se armó la de San Quintín y otras menudas historias de la Historia de Nieves Concostrina



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