EL
MAESTRO ARNOLFO
HABÍA
en Nuremberg un monje, llamado maestre Arnolfo, que enseñaba latines y letras
griegas, con grande autoridad y pausa, como conviene. Vínole con el loco
febrero una alferecía, y quedó el maestre sordo y mudo, que ya ni rosa, rosae
podía declinar. Sentía que entraba en la posada de sus últimas jornadas, y
ofreció un viaje a Compostela antes de dar su alma a Dios. El día 21 de marzo salió de San Sebaldo para
Compostela, y llevaba andadas dos leguas cuando vino a posarse en el hombro
diestro un pájaro de muchos colores, bizantino él de pico y cola. Algo dijo el
ave al maestro, pues este regresó a su ciudad, y cuenta la fama que el pájaro
lo mandó Santiago Apóstol, y que era un pájaro letrado, que sabía latín como
Cicerón, y griego como Aristóteles. El pájaro desde el hombro de maestre
Arnolfo enseñaba las letras con la misma voz del maestre. Y así fue por espacio
de veinte años.
De “Flores del año mil y pico de ave” en “Los siete cuentos de otoño” por Álvaro Cunqueiro
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