EL
GRAN GALLAHER
-Usted
puede hacerlo, repitió Myles Crawford, apretando el puño para enfatizar. Espere
un momento. Paralizaremos Europa como Ignatius Gallaher solía decir cuando
andaba a la caza de un empleo, echando una mano en los billares en el Clarence.
Gallaher, ése sí que era un periodista. Ésa era una pluma. ¿Sabe cómo consiguió
su tanto? Se lo diré. Fue el mejor trabajo de periodismo que se ha visto jamás.
Fue en el ocheintaiuno, el seis de mayo, en tiempos de los invencibles, el
asesinato en el parque Phoenix, antes de que usted naciera, supongo. Se lo
enseñaré.
Se
abrió camino a empujones hasta las carpetas.
-Mire
aquí, dijo volviéndose. El New York World telegrafió para conseguir una
exclusiva. ¿Recuerdan aquellos tiempos?
El
profesor MacHugh asintió.
-New
York World, dijo el director, emocionadamente echándose hacia atrás el canotié.
Donde tuvo lugar. Tim Kelly, o Kavanagh mejor dicho. Joe Brady y los demás.
Donde el Pellejocabra llevó el coche. Toda la ruta ¿ven?
-El
Pellejocabra, dijo Mr. O'Madden Burke. Fitzhams. Ese que tiene el albergue del
cochero aquel, dicen, allá por el puente Butt. Holohan me lo dijo. ¿Conocen a
Holohan?
-Cojo
y me llevo una ¿no? dijo Myles Crawford.
-Y
el pobre Gumley también anda por ahí, según me dijo, vigilando piedras para la
corporación municipal. Guarda de noche.
Stephen
se volvió sorprendido.
-¿Gumley?
dijo. ¡No me diga! Amigo de mi padre ¿no es así?
-Olvídese
de Gumley, exclamó Myles Crawford airadamente. Deje que Gumley vigile las
piedras, que no se escapen. Mire aquí. ¿Qué hizo Ignatius Gallaher? Se lo diré.
Inspiración del genio. Telegrafió de inmediato. ¿Tienen Freeman Semanal 17 de marzo? Bien. ¿Lo cogen?
Buscó
hacia atrás en las carpetas y plantó el dedo en un punto.
-Tomemos
la página cuatro, anuncio de café Bransome, digamos. ¿Lo cogen? Bien.
Ulises de James Joyce (Edición
de Francisco García Tortosa)
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