la piedra pómez de la luna encalló en los eucaliptos, enredada en las ramas,

Escuche: en el 61 yo corría delante de la policía en el Estadio Universitario, chusmas de estudiantes en desbandada en dirección a la cantina, mi hermano João llegó a casa muy serio y dijo Parece que han matado a un tipo, los antidisturbios avanzaban con casco en una furia de porras y de culatas, automóviles de la Pide giraban en carrusel por las facultades, Salazar levantaba el dedo, lo único, sin duda, que alguna vez él levantó, en la televisión, vientres calvos lo aplaudían con fervor beato de sacristía, infelizmente el general Delgado era demasiado viejo para Nuno Álvares y el Maestre de Avis un montoncito de polvo en Batalha, la guerra o París, y ahora decide que el Capado es eterno, la segunda parte del secreto de Fátima es la garantía de la eternidad del Capado, durante el viaje la orquesta del barco tocaba tangos enmohecidos para bodas de plata, embarqué el 6 de enero y en la noche de fin de año me encerré en el cuarto de baño a llorar, un roscón de Reyes intragable me atascaba la garganta, lo empujé con champán y cayó en el estómago con el sonido del pedregullo en el pozo del jardín del abuelo, ¡plof!, y provocó círculos concéntricos en el lago de la sopa de la cena, el pozo bajo los árboles al pie del muro que daba a la carretera adonde íbamos a fumar a escondidas, el guardés se quitó el sombrero y explicó respetuosamente rascándose la cabeza Lo que nos hace falta es que venga alguien a hacerse cargo de nosotros, ¿no lo crees, chaval?, y si viniese alguien a hacerse cargo de nosotros, ¿qué piensa que haría para empezar?, llevarme a su casa, llevarla a mi casa, lavarnos los dientes, acostarnos en la cama, y hablarnos en voz baja hasta que nos durmiésemos, hablarnos de serenidad y de alegría hasta que nos durmiésemos, hablarnos del primero de mayo del 74 que los políticos infectaban ya con la masa de hojaldre sin relleno de sus discursos vehementes, pero donde crecía en las calles una irresistible fermentación de esperanza, los ministros de Caetano se cagaban de miedo en Madeira, los pides se cagaban de miedo en Caxias, una fiesta de llamaradas rojas se propagaba triunfalmente en Lisboa, quiero que me perdones los muertos de mi felicidad, los muertos de mi felicidad en la humedad de Angola, seis meses de humedad neblinosa y hierba amarilla que ardía a lo lejos, perdóneme los muertos de mi felicidad cuando la tomo de la mano, cuando mis rodillas se acercan a las suyas, cuando mi boca va a tocar la suya y los ojos se cierran despacio como corolas nocturnas, todos mis ayeres se encuentran presentes en este beso, tal vez las momias del bar se reduzcan a polvo como los vampiros al rayar el día en medio de un concierto de bisagras que se rompen, todos mis ayeres, ¿comprende?, Lo que nos hace falta, chaval, aseguraba el guardés, es que venga alguien a hacerse cargo de nosotros, Jódase, dijo el furriel con el mentón sobre las rodillas limpiándose las botas con el dedo, el cuerpo del primer difunto se hinchaba bajo la manta, en realidad todo el muelle es una añoranza de piedra, Maria José, y ahí comenzamos a perdernos, tres botellas de whisky por mes a cada oficial para encender la lámpara votiva del corazón mecánico que insiste, el sargento pasó ante mí e hizo la decimonovena reverencia de la última media hora, Buenas noches, señor doctor, desapareció en la oscuridad camino de su confusión de impresos, instalado en la silla de tablas de barril me acordé del soldado durmiendo la siesta en el cajón de plomo y del que empuñaba la ametralladora llamando Cabrones de mierda a los cabrones de mierda que nos mandaron venir aquí, profesores locos repeinados y afectados, Cabrones de mierda, cabrones de mierda, cabrones de mierda, el director del Hospital Militar de Tomar me mandó llamar y anunció Mi amigo ha sido movilizado para Angola, era en agosto y la claridad de la mañana hervía, verde, en las ventanas, la ciudad flotaba en la luz, el reflejo de Mouchão temblaba en el agua, movilizado para Angola a un batallón de artillería, Padre, fui movilizado para Angola a un batallón de artillería, con la voz cohibida con la que comunicaba los suspensos en la facultad, el capitán vino a sentarse en la otra silla de barril y los cubitos de hielo tintineaban como monedas en un bolsillo en la oscuridad, El muchacho llegó muerto, dije yo, y ningún truco de ilusionismo médico pudo salvarlo, me dio una impresión horrible ver su pelo rubio, se parecía a mí a los veinte años, Los tipos se emboscaron a dos metros del sendero, dijo el capitán, había sangre de ellos en los arbustos, marcas de haber arrastrado cuerpos de heridos, la piedra pómez de la luna encalló en los eucaliptos, enredada en las ramas, el capitán se levantó, su cara se parecía a la de Edward G. Robinson en una película de Fritz Lang, comenzó a alejarse con un andar de sapo hacia el almacén del vaguemaestre, pregunté ¿Adónde va?, el bulto me respondió mientras seguía andando A colgar los huevos a la cárcel, doctor, si quiere déme también los suyos que ya no nos hacen falta hombres para seguir aquí.

António Lobo Antunes
En el culo del mundo

En el culo del mundo nos abre la posibilidad de conocer la primera etapa narrativa de António Lobo Antunes y ofrece un retrato en sepia de la brutalidad de la guerra colonial de Portugal y sus consecuencias psicológicas. A lo largo del diálogo entre un hombre y una mujer, del que sólo escuchamos la voz masculina, la experiencia vivida por el protagonista en la guerra de Angola se va filtrando y expandiendo hasta absorber y condicionar todas las facetas de la relación que ambos intentan establecer. Como telón de fondo, entre brumas, encontramos la presencia de un Portugal del que Lisboa es síntesis y metáfora. Un extraordinario texto literario de implacable andadura discursiva.

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