Le leyenda de la Verónica

VERÓNICA
Todos los aficionados a los toros conocen este lance, consistente en esperar el lidiador la acometida del toro presentándole la capa extendida o abierta con ambas manos. Por otra parte, en el santoral aparecen tres santas con este nombre, cuya fiesta se celebra el 13 de enero, el 9 de julio y el 29 de agosto. ¿Existe alguna relación entre el lance torero y las santas en cuestión? Pues no, ninguna. Sí, en cambio, la hay con una antigua leyenda sobre la Pasión del Señor o, mejor dicho, sobre la muerte de Pilato. Puede leerse en la edición de Los Evangelios apócrifos (BAC, 148; pp. 527 y ss.). Dice la leyenda, que probablemente es de origen medieval, que el emperador Tiberio envió un mensajero llamado Volusiano a Pilato, para que buscase un médico capaz de curar las enfermedades con su sola palabra, ya que se había enterado de la existencia de Jesús. Pero cuando llegó el recado a Pilato, Jesús ya había sido crucificado.
«Respondió, pues, Pilato al citado mensajero de esta manera:
»—Aquel hombre era malhechor y llevaba en pos de sí todo el pueblo. Por lo cual, después de celebrarse un consejo entre los sabios de la ciudad, mandé que fuera crucificado.
»Cuando el mensajero en cuestión volvía a su casa, se encontró con cierta mujer llamada Verónica, que había tratado a Jesús, y le dijo:
»—¡Oh, mujer!, ¿por qué dieron muerte los judíos a cierto médico residente en esta ciudad, que con sólo su palabra curaba a los enfermos?
»Mas ella empezó a llorar, diciendo:
»—¡Ay de mí! Señor, Dios y Señor mío, a quien Pilato por envidia entregó, condenó y mandó crucificar.
»Entonces él, embargado de un profundo dolor, dijo:
»—Lo siento enormemente, porque no voy a poder cumplir el cometido que me había dado mi señor.
»Díjole la Verónica:
»—Cuando mi Señor iba a predicar, yo llevaba muy a mal el verme privada de su presencia; entonces quise que le hicieran un retrato para que, mientras no pudiera gozar de su compañía, me consolara al menos la figura de su imagen. Y yendo yo a llevar el lienzo al pintor para que me lo diseñase, mi Señor salió a mi encuentro y me preguntó a dónde iba. Cuando le manifesté mi propósito, me pidió el lienzo y me lo devolvió señalado con la imagen de su rostro venerable. Si, pues, tu señor mira devotamente su aspecto, se verá inmediatamente agraciado con el beneficio de la curación.»Él le dijo entonces:
»—¿Un tal retrato puede adquirirse con oro o plata?».
Ella respondió:
»—No, sino con un piadoso afecto de devoción. Marcharé, pues, contigo y llevaré la imagen para que la vea el César; después me volveré.
»Vino, pues, Volusiano a Roma en compañía de Verónica y dijo al emperador Tiberio:
»—Aquel Jesús, a quien tú desde largo tiempo vienes deseando, fue entregado por Pilato y los judíos a una muerte injusta y por envidia fue clavado en el patíbulo de la cruz. Ha venido, pues, en mi compañía cierta matrona que trae consigo un retrato del mismo Jesús; si tú lo miras con devoción, obtendrás al momento el beneficio de tu curación.
»Hizo, pues, el César que el camino fuera alfombrado con paños de seda y mandó que le presentaran la imagen. Y, nada más mirarla, recobró su antigua salud».
No queda claro en esta relación qué hizo Jesús con el lienzo. ¿Lo miró solamente? ¿Se cubrió la cara con él? En una variante de esta leyenda se dijo que la Verónica enjuagó la cara de Jesús cuando era conducido al Calvario y que, en agradecimiento al acto caritativo, el Señor dejó su faz impresa en el lienzo. De aquí viene el origen del lance del toro. Algo irreverente, sin duda, pero muy corriente en un pueblo empapado de religiosidad: el toro pasa la cara por la capa como si quisiera dejar su imagen impresa en ella. Y otro detalle. Según algunos, Verónica se llamaba Berenice (Evangelio apócrifo de Nicodemo), y el nombre procedería de las palabras Vera Ikona o verdadera imagen, es decir, reproducción verdadera de la cara de Jesús.

Carlos Fisas
Historias de la Historia
Tercera serie

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