Esperanza… Esperanza… ¿estás dormida? No te puedes haber dormido tan rápido. Te estás haciendo la dormida, ¿verdad? Te dije que si me metía a la cama contigo era con la condición de que te estuvieras quieta y tranquila para que me dejaras pensar en el proceso del Archiduque. Pero no te dije que te durmieras. Me gusta tu compañía. Me gusta que me escuches. ¿Me oyes, Esperanza? Bueno, peor para ti. Me voy a vestir y me largo. ¿Cómo? Perdóname. Es que creía que dormías. No, si no te estoy mordiendo el cuello. Es nada más un beso. ¿Por qué no te volteas de mi lado? Claro que me gusta tu espalda. Me gustas toda. No, no te duermas, por favor. Te prometo ya no hablar del Archiduque. Estoy harto de él, y de Mejía y de Miramón. Harto de la Constitución y de Escriche y de Vattel y de Reynoso. Ah, por supuesto, citarán a Reynoso y la situación de los pueblos indefensos… bueno, pues si no quieres así, voltéate. De someterse al conquistador según el derecho natural. Así, así. Ahora abrázame. Y político. Y dirán que la Ley del 3 de octubre… me gusta más acariciar tus nalgas cuando te tengo de frente a mí. Qué nalgas más hermosas tienes, Esperanza. Espérate. No me toques. Y dirán, te decía, que esa ley perseguía metas semejantes a la del Decreto del 25 de enero y que sólo se dio ad terrorem. Que no me toques. ¿Sabes? Me gusta mucho que se me encajen en los ijares los huesos de tus caderas, mujer. Y éstos, Esperanza, son tus omóplatos. Abre un poco las piernas, sólo un poquito. Por favor. Ándale, Esperanza, no te hagas la rejega. Estás empapada. Sí, sí, me lavé las manos, ¿no te acuerdas? Estás temblando otra vez. Espérate. No, no te voltees. Así ya no vas a tener frío. ¿Te peso mucho, amor? Y además yo diría que la Ley del 25 de enero. No, no las abras tanto, nada más un poquito. Ayúdame un poco. Espérate, espérate, que me lastimas con el anillo. Así, así. Ahora sí, ya, ya… ay, Esperanza, amor mío, no sabes cómo me gustas, cómo te quiero, cómo… La Ley, decía, del 25 de enero. Juárez… Pero no te pongas así. ¡Por Dios, Esperanza: cómo me van a importar el Archiduque y el proceso más que tú! Así, así, amor mío. Pero ya sabes que necesito pensar o hablar de otras cosas para no acabar tan pronto. Espérate, que me estás arañando otra vez con las uñas. No tan fuerte. Ay, Esperanza, Esperanza, qué bonito sabes mover el cuerpo. Así, así, más, amor mío. No, no tanto. No abras tanto las piernas que ya no puedo aguantarme, Mejía, Miramón. Espérate, quédate quieta unos momentos. No, así como estamos. Pero no te muevas, déjame pensar en otras cosas. Las atrocidades que cometieron. No te muevas. Los mataban a bayonetazos. Michoacán, Coahuila, Sinaloa. ¿Me escuchas, Esperanza? Tamaulipas, Nuevo León. Déjame comenzar a moverme, así, muy poco a poco. Pero tú no, como si estuvieras dormida, ¿me escuchas? Nuevo León, Tamaulipas. Vamos a matar al Archiduque. Así, mi amor, así nada más un poquito. No, no las abras más. A Miramón. A Miramón. Y con él a Mejía, Márquez, Coahuila. Por haber venido… por haber… ¿te estoy lastimando? A matarlo. Por contumacia, por rebeldía… Ahora otro poco. No, no tanto… Bueno, sí, así, así, Esperanza, muy despacio. Muy despacio y después, pero hasta que te diga, y entonces más rápido. Ay, no sabes cómo me gustas, Esperanza. Coahuila, Juárez, Tamaulipas. Me estás matando, Esperanza. No, no me quejo, nada más… abre más las piernas, ahora sí, Esperanza, todo lo que puedas. Muévete, amor, muévete, Esperanza. No, espérate. Espérate, por el amor de Dios. Coahuila, Miramón, Mejía, Esperanza, Dios mío, Márquez, Esperanza, por favor, Tamaulipas, Nuevo León, por favor, ya no puedo más, Coahuila, Mejía, Miramón, Miramón, ¡Miramón! ¡Miramón! ¡Mira… mmmm… ooohhh…!
Fernando del Paso
Noticias del Imperio
Basada en la trágica historia del efímero Imperio Mexicano instaurado en la segunda mitad del siglo XIX, esta grandiosa novela otorga el protagonismo a la voz de la emperatriz Carlota, viuda de Maximiliano. Ya octogenaria, Carlota escribe sus memorias y desgrana sus recuerdos en torno a la figura de su esposo, y de ellos van surgiendo una serie de personajes que perfilan nítidamente una época irrepetible. Un país —México—, dos continentes y una historia universal se funden en esta obra tan ambiciosa como lograda.
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