La puerta de las oficinas de Financial Counselor estaban equipadas con una mirilla como las de los establecimientos ilegales de bebidas alcohólicas.

La primavera y los comienzos del verano trajeron días tranquilos para Goldman, Sachs; en realidad, era un período de preparación para mayores empeños. El 26 de julio la compañía estaba lista para ellos. En esta fecha la Trading Corporation, de común acuerdo con Harrison Williams, dio a luz la Shenandoah Corporation, el primero de dos notables trusts. La inicial emisión de valores por parte de Shenandoah fue valorada en 102.500.000 dólares (dos meses más tarde se hizo una nueva emisión) y, según se dijo entonces, fue supersuscrita por siete veces su valor nominal. Se componía de acciones ordinarias y preferentes, pues para esa época Goldman, Sachs ya conocía las ventajas de la palanca. De los cinco millones de acciones ordinarias que incluía la oferta inicial, Trading Corporation adquirió dos, y Central States Electric Corporation otras dos por encargo del copatrocinador Harrison Williams, miembro del restringido consejo de administración de Goldman, Sachs and Company. Otro miembro del mismo consejo fue un distinguido abogado de Nueva York, cuya falta de lucidez puede atribuirse quizás a su juvenil optimismo. Me refiero al señor John Foster Dulles. El papel de Shenandoah se emitió a 17,50 dólares. Sobre este precio base de emisión se desarrolló una contratación realmente vigorosa. Ofrecida al mercado, abrió a 30, alcanzó la cota 36 y cerró a 36, es decir, 18,5 por encima del precio de emisión. (Al acabar el año era ocho veces y una fracción superior a éste. Cuando llegó el rechinar y crujir de dientes se cotizaba a cincuenta centavos).
Mientras tanto, Goldman, Sachs and Company preparaba ya su segundo homenaje al país natal de Thomas Jefferson, el profeta de las pequeñas y modestas empresas. No era otro que la puesta en marcha de la todavía más poderosa Blue Ridge Corporation, que hizo su aparición el 20 de agosto. Blue Ridge se fundó con un capital de 142 millones de dólares, y lo más sorprendente de todo residía en el hecho de que su patrocinador fue la Shenandoah, sólo veinticinco días más vieja. Blue Ridge se beneficiaba del mismo consejo de directores que Shenandoah, incluido el aún optimista señor Dulles. De sus 7.250.000 acciones ordinarias (también se hizo una considerable emisión de preferentes). Shenandoah suscribió un total de 6.250.000. Goldman, Sachs aplicaba ahora la técnica de la palanca con verdadera saña superadora.
La Blue Ridge aportaba la interesante novedad de ofrecer al inversor la oportunidad de deshacerse del papel rutinario cambiándolo directamente por acciones ordinarias y preferentes de la nueva sociedad. Un tenedor de American Telephone and Telegraph Company podía adquirir 470/ 715 acciones de Blue Ridge (ordinarias y preferentes) por cada acción de Telephone que entregase. Iguales privilegios se otorgaron a los tenedores de Allied Chemical and Dye, Santa Fe, Eastman Kodak, General Electric, Standard Oil de New Jersey y otros quince valores. Esta oferta suscitó extraordinario interés.
El 20 de agosto, día en que nació Blue Ridge, fue martes, pero no se agotó con ello la tarea semanal de Goldman, Sachs and Company. El jueves, en efecto, Goldman Sachs Trading Corporation anunció la adquisición de la Pacific American Associates, un trust de inversión de la Costa Oeste, el cual, a su vez, había comprado recientemente una buena cantidad de pequeños trusts de inversión y era dueño, además, de la American Trust Company, un importante banco comercial con numerosas ramificaciones por toda California. Pacific American poseía un capital de 100 millones de dólares aproximadamente. Con vistas a la fusión, Trading Corporation había hecho otra emisión por valor de 71.400.000 dólares en títulos, que había cambiado por el capital comercial de la American Company, la holding que poseía más del 99 por ciento de las acciones ordinarias de la American Trust Company.
Tras el ímprobo destajo de emitir títulos por valor de más de 250 millones de dólares en menos de un mes —operación que en cualquier otra época no habría dejado de impresionar al fisco de los Estados Unidos—, la actividad de Goldman, Sachs cedió un tanto. De todas formas, sus activistas no fueron las únicas personas ocupadas durante este tiempo. ¡Qué tristes jornadas las de agosto y septiembre en las que no se anunciaba la constitución de ningún trust nuevo ni los «viejos» hacían nuevas emisiones! El día 1 de agosto, los periódicos anunciaron la formación de la Anglo-American Shares, Inc., compañía que —haciendo gala de un esmerado toque soigné pocas veces visto en una sociedad de negocios de Delaware— contaba entre sus directores al marqués de Carisbrooke, GGB, GCVO, y coronel, el Master de Sempill, AFC, también conocido como presidente de la Royal Aeronautical Society de Londres. Ese mismo día se constituyó la American Insuranstocks Corporation, aunque esta última sólo pudo jactarse de tener como director a un tal William Gibbs McAdoo. Los días siguientes aparecieron Gude Winmill Trading Corporation, National Republic Investment Trust, Insull Utility Investments, Inc., International Carriers, Ltd., Tri-Continental Allied Corporation y Solvay American Investment Corporation. El día 13 los periódicos anunciaron que el fiscal auxiliar federal había visitado las oficinas de la Cosmopolitan Fiscal Corporation y un servicio de inversión llamado Financial Counselor. En ambos casos los principales estaban ausentes. La puerta de las oficinas de Financial Counselor estaban equipadas con una mirilla como las de los establecimientos ilegales de bebidas alcohólicas.

John Kenneth Galbraith
El crash de 1929


La crisis económica y financiera de 1929 dio origen a la gran depresión de los años treinta. John Kenneth Galbraith nos presenta aquí una historia y un análisis de esos hechos, y desentraña los procesos y mecanismos que, desde los años del boom inmobiliario de Florida hasta el desastroso otoño de 1929, alimentaron la fiebre especulativa y la ilusión del dinero fácil.

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