siempre había en la ambulancia un rincón seco donde dormir

Analizar las sensaciones de peligro y de miedo era mi manera de hacerlas tolerables: «En mí mismo», anotaba el 26 de agosto, «descubro que la reacción nerviosa es una curiosa apetencia del peligro que se apodera de mí. Cuando cae un obús, quiero que caiga otro más cerca, todavía más cerca. Siento la necesidad de embriagarme más y más con un buen bombardeo. A cada momento quiero volver a jugarme el todo por el todo con la Muerte… y mientras dura, me siento más vivo que nunca… siento que nunca he vivido hasta ahora. Todavía se pueden ver en mi piel las marcas de los pañales. Mañana he de apurar la vida hasta las heces, o si no moriré hoy.»
Es posible acostumbrarse a todo. En cierto sentido, el punto culminante de la ofensiva de Avocourt fue para mí el día en que me sorprendí abriendo tranquilamente una lata de sardinas en la parte de atrás de un puesto de socorro mientras a un pobre diablo le cortaban una pierna en la mesa de operaciones al otro lado de la sala. Dios sabe que todavía me afectaban morbosamente los sufrimientos de otras personas, pero había aprendido a vivir en el mundo sin desfallecer.
Conducir una ambulancia era una manera privilegiada de asistir en aquellos días a las operaciones militares. Se disfrutaba de deliciosos momentos de descanso y de comidas calientes al volver a los hospitales de la retaguardia. Excepto cuando se tenía la mala suerte de pasar la noche bajo el fuego de los cañones, siempre había en la ambulancia un rincón seco donde dormir. La ofensiva no duró más que tres semanas. Nos retiraron del frente con lo que quedaba de nuestra división para disfrutar de sopa de calabaza en un encantador pueblecito llamado Sainte-Menehould, en las estribaciones del bosque de Argonne.

John Dos Passos
Años inolvidables


Evocación de un pasado luminoso, jovial y aventurero, estas memorias son, en cierta medida, el relato de la amistad entre Dos Passos y Hemingway, y en él se rememoran el primer encuentro de ambos en la Italia de 1918, el fortalecimiento de su relación en el París de los años 20, sus andanzas por distintos lugares de Europa, las temporadas de retiro en Key West, el accidente automovilístico que provocó el internamiento de Hemingway en un hospital…
Años inolvidables es el relato del entusiasmo de Dos Passos por España y lo español, y el de su irreprimible vocación de trotamundos, y el de los episodios que jalonaron su formación política (…) si por un lado es un regreso a esa época mejor de su vida, previa a la Guerra Civil, por otro es también un regreso a los libros que entonces escribió.
Quizás por eso la lectura de estas memorias, memorias de un hombre feliz que dejó de serlo, transmite en todo momento una sensación de exquisita honestidad. Pero la honestidad sería insuficiente si no estuviera acompañada por muchas otras virtudes, que hacen de Años inolvidables un libro apasionante… En 1966, cercano ya a la muerte, el viejo Dos Passos conservaba muy pocas cosas de su juventud. Una de ellas era este puñado de recuerdos; la otra, su antigua e indudable habilidad para fascinar al lector.

IGNACIO MARTÍNEZ DE PISÓN.

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