Se hicieron a la vela el 13 de agosto; pero teniendo a la vista la escuadrilla francesa, les fue forzoso volver al puerto.

Todos los generales españoles iban capitulando y pasándose al enemigo: Montijo, La Bisbal, Morillo, Ballesteros, en quien se tenía gran esperanza. Villacampa había huido.
Lo que sigue después es bastante oscuro.
Por este tiempo se supo en Tarragona que había transigido el general Manso con el mariscal Moncey. En el colmo de su sorpresa, tomó Van Halen el partido de dirigirse con algunos oficiales del Estado Mayor hacia el punto que ocupaba la columna de aquel general para impedir la capitulación. Montó a caballo y fue a salir de la ciudad; pero le detuvieron, como a los señores Arango y Goti, que le acompañaban, por orden del general Aldana, quien temía que estuvieran en inteligencia con el general Manso. Van Halen fue puesto en incomunicación completa, sin que pudiera hablarle nadie más que su esposa. Se disponía a concluir en veinticuatro horas la sumaria y todo hacía presentir que sería al siguiente día fusilado. En vista, sin embargo, de la declaración que se le tomó, fue preciso evacuar algunas citas. Felizmente, entro en consideración el gobernador, prefiriendo enviar secretamente los prisioneros a Barcelona para ponerlos a disposición del general en jefe. Un consuelo encontró Van Halen, cuando su desgracia, en sus amigos, que no le abandonaron, procurando de todos modos precaver una sentencia injusta: pero mayor dicha fue aún probar en el infortunio la virtud eminente de su esposa que quiso y logró ser embarcada con él en la barca cañonera que debía conducirle a Barcelona. (Galli.)
Se hicieron a la vela el 13 de agosto; pero teniendo a la vista la escuadrilla francesa, les fue forzoso volver al puerto. Salieron de nuevo aprovechando un viento favorable y llegaron a Barcelona el 17.
Habiendo tomado Mina cuantas informaciones pudo acerca de la conducta de Van Halen, mostróse indignado por el abuso de la autoridad del gobernador, que por poco sacrifica a un patriota. Le mandó que, bajo palabra de honor, se trasladase en un pequeño laúd a Tarragona, para que acabase de patentizar allí su inocencia. Se prestó don Juan a ello, pero salido apenas del puerto, vieron venir sobre él a dos buques de guerra franceses que cruzaban por aquellas costas. Alarmóse el pundonor del patriota y amenazó al patrón del laúd con atravesarle con la espada si no escapaba de manos de los franceses. Forzoso le fue al patrón obedecer y hacer rumbo para Ibiza, donde fue Van Halen tratado con todo miramiento por el gobernador Valle. A poco pasó a Mallorca, donde el conde de Almodóvar, capitán general de las islas Baleares, le proporcionó, accediendo a sus instancias, pase para Salou, a cuyo punto llegó el 29 de diciembre.
Miláns, comandante de las tropas y de la plaza de Tarragona, exclamó delante de muchos individuos, leyendo la sumaria de Van Halen:
—Hombre. Esto era un asesinato.
Cuando la esposa de Miláns vio a la de Van Halen no pudo contener sus lágrimas; tributo tal de admiración y ternura merecía una mujer que durante tres meses pasó mil penalidades por no abandonar a su marido.
Las circunstancias no permitieron la continuación del proceso, y en vano fue que reclamara Van Halen los autos porque, enemigo Miláns de resentimientos personales, los había roto, mandando, no obstante, al fiscal que hiciese pública la inocencia del acusado. Prefiriendo éste el destierro a toda transacción con el enemigo, solicitó un pasaporte de aquel general e hízose con su esposa a la vela para América precisamente el propio día en que abrió Tarragona sus puertas a los franceses. Hasta aquí el señor Galli.
En el certificado que dio el general Mina a Van Halen, después de especificar sus servicios, dice:
«En todas las referidas comisiones y en los destinos de que queda hecha mención, se condujo de una manera digna de mi aprecio, no obstando una sumaria que en Tarragona se le formó recientemente, pues aparece de documentos que me ha exhibido y quedan en mi poder que nada resultó contra este individuo.» Van Halen pone una nota al certificado, que dice así:
«Los sujetos respetables entre cuyas manos fue quemada, a pesar mío, esta extraña sumaría, el general don Francisco Miláns, por ejemplo, explicarían, no lo dudo, mejor que yo podría hacerlo, la cobarde intriga con que cierta autoridad fraguó este escandaloso suceso. Sus detalles son más propios para ocupar las hojas de un periódico que para alargar el rápido extracto con que termina esta narración.»
Como se ve de todo ello, no se averigua claramente de qué le acusaban a Van Halen.
Van Halen, que debía de tener informes personales por la masonería, comprendió que la época que se presentaba iba a ser fatal para los liberales y se dispuso a emigrar.
Muchos de los revolucionarios de todos los países afiliados al carbonarismo vieron que para ellos llegaba el mal momento. A Van Halen se le consideró carbonario. La expedición de Angulema, en 1823, inició la ruina del carbonarismo. «La guerre d’Espagne vint dissoudre la charbonnerie», dice De Corcelles.
Los cañonazos con que el ejército francés, a orillas del Bidasoa, contestó a los vivas a la libertad de los emigrados de varios países que se presentaron ante él fue el primer síntoma de la derrota carbonaria.

Pío Baroja
Juan Van Halen, el oficial aventurero


Nada más leer las Memorias del aventurero Van Halen, el novelista Baroja se ve de inmediato subyugado por este personaje. Éste reúne todos los ingredientes que podían interesar al escritor: es valiente y aventurero, conspira y guerrea, tiene fortuna, y los escenarios de sus aventuras son diversos: España, Rusia, Alemania, Bélgica y América. Lucha bajo cuatro banderas, es perseguido y acierta a pasar de la derrota al triunfo: «Todos los que conocieron a don Juan Van Halen en su juventud están conformes en pintarle como hombre inquieto, inteligente, de conversación agradable, donjuanesco, de grandes atractivos para figurar en sociedad.» Ya tenemos al héroe barojiano.
En la presente edición, a cargo de Juan Van-Halen, descendiente directo del personaje histórico, se hace una profunda revisión de todos los materiales biográficos que manejó Baroja para la redacción de su obra, a la vez que se aclaran los pasajes oscuros que no pudo o no quiso desvelar el novelista.



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