Por primera vez, ese año se festejó el 15 de agosto, día del nacimiento del primer cónsul

Por primera vez, ese año se festejó el 15 de agosto, día del nacimiento del primer cónsul, y ese aniversario eclipsó a todos los demás. Entre los escritos que llenaron las columnas de Le Moniteur había uno firmado por un gobernador de las costas de Francia encaradas a Inglaterra que se dirigía a Bonaparte asegurándole que Dios se había tomado un descanso después de crearlo. En fin, la bajeza minaba, cada día, todos los fundamentos de la dignidad humana. Se repartieron trajes a todos los empleados, desde los ujieres hasta los cónsules. Los miembros del Instituto llevaban atuendos bordados con ramas de olivo y, mientras que en Inglaterra ni los propios oficiales visten el uniforme más que en el regimiento, todos y cada uno de los subalternos lucía entonces en Francia un pequeño hilo de oro o de plata para distinguirse de los simples ciudadanos. Todos estos actos de vanidad en manos de un solo hombre preparaban el despotismo bajo la máscara de la monarquía, pues entonces la República ya no existía y la voz de los hombres ilustrados se reducía a pedir una monarquía limitada. Pero esta era todavía más incompatible con el carácter de Bonaparte que el ideal de los revolucionarios, pues prefería correr el riesgo de que le oprimieran antes que renunciar a la oportunidad de convertirse en opresor.

Madame de Staël
Diez años de destierro
Penguin Clásicos


«Las desgracias sufridas, por mucha amargura que me hayan causado, son poca cosa al lado de los desastres públicos de los que hoy somos testigos».
Escritas durante el destierro que Napoleón Bonaparte impuso a la autora, estas memorias registran con acuidad, ironía y elegancia los vaivenes sociales, políticos y militares de Europa durante el ascenso y apogeo del emperador francés. Diez años de destierro constituye, pues, una confesión íntima, sincera, hiriente e irónica, un retrato pormenorizado y muy personal de personajes, lugares y acontecimientos históricos de primer orden.
Abre el volumen la introducción de las docentes e investigadoras Julieta Yelin y Laia Quílez, quienes firman también la traducción y el minucioso aparato de notas que la acompaña. A modo de apéndice, además, se incluye el retrato literario que hizo Sainte-Beuve de la autora. Así, la presente edición permite el acercamiento a una autora con la que empezó a gestarse el Romanticismo, que, a la postre, había de calar hasta lo más hondo de la cultura occidental.

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