Estaba esta mañana El Retiro, como si fueran a parcelar y
sortear entre los presentes un trocito. Antes, de cuando en cuando un músico callejero
con su saxo, acordeón o guitarra amenizaba los paseos y dejaba muchos espacios
para el silencio, para poder pensar, meditar, leer o incluso charlar
tranquilamente con los acompañantes, o compañeros o incluso amigos. Los novios
o amantes o enamorados podían comunicarse susurrando sus secretos y misterios.
Ahora tienen que elevar la voz para hablar o conversar, en vez de susurros
tienen que gritar los sentimientos, con lo que pierde esto, que más parece una
discusión que una confidencia o intimidad. No digo nada de la infinidad de
manteros y personajes disfrazados que pululan por todos los rincones, porque en
algún lugar tienen que pasar la mañana, ni de la algarabía de los niños que con
sus compañeros de clase visitan el parque, porque ellos no molestan y además
están poco tiempo. Los músicos ahora se han multiplicado y han pasado de algo ameno
y agradable a plaga (séase dicho esto con todos los respetos humanos ya que
tampoco puede ser rentable para ellos).(MMV 10/2013)
Juan Ramón Santos lee "Meditaciones..."
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Ensanchando el territorio
Ahora que me doy cuenta, no pudo estar más acertado Álvaro Valverde cuando,
para dar título a la antología que publicó hace uno...
Hace 4 horas
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