5 de Julio. Durante la comida la Cloti me ha pedido permiso para salir esta noche de paseo con su novio.
—¡Ah!, ¿tiene usted novio? —le he dicho yo, por decir algo.
—¿No lo sabía usted?
—No.
—Yo creí que lo sabía usted —ha dicho ella como un poco desencantada. Aunque sin comprender la razón me ha dolido su desencanto y he querido endulzarlo.
—¡Pero, mujer, si usted no me lo ha dicho nunca!
—Claro, claro, pero yo creí que el señorito sabía.
—El señorito no sabía nada, pero ahora que sabe, le concede el permiso, la felicita a usted y le desea que sea para bien.
Ha salido a llevarse un plato, ha vuelto con otro y otra vez se ha detenido junto a la mesa.
—La señora sí sabe que yo tengo novio.
—¡Ah!, ¿sí? Es natural… Entre mujeres.
—Es que yo creí que la señora se lo habría dicho.
No he querido responderle, como se merecía, que la señora y yo tenemos asuntos que tratar más importantes que las inclinaciones amorosas de nuestra criada, y con pretexto de masticar un pedazo de filete correosillo he quedado silencioso.
No me ha servido de nada, porque la Cloti estaba dispuesta a ofrecerme el espectáculo de su víscera cordial y así, tras una pausa, ha insistido.
—A mi novio sí lo conoce usted. ¿Sabe usted quién es? Claudio, el dependiente de la tienda de ultramarinos de ahí al lado, la tienda que nos sirve el aceite y el café.
La presencia inesperada de este personaje me ha conturbado fuertemente. Me ha subido al rostro una oleada de calor y he hundido, para ocultar sus efectos, la cabeza en el plato.
La Cloti, implacable:
—Lo conoce usted, ¿verdad?
No he podido escamotear la respuesta y la he dado como si lanzara un exabrupto.
—No lo conozco.
—Pues él le conoce a usted. ¡Ya lo creo! (La Cloti ríe maliciosamente). ¿Sabe usted lo que me ha dicho? Que no le gusta nada que nos hayan dejado solos en la casa a usted y a mí.
Yo la miro gravemente. La absurda suposición ha puesto tensos mis resortes interiores que la aparición del dependiente de ultramarinos había relajado.
—Ya ve usted cómo tampoco su novio me conoce a mí —he respondido con tal sequedad que allí se ha acabado la conversación.
Paulino Masip
El diario de Hamlet García
Novela autobiográfica donde un galdosiano profesor de filosofía asimila las circunstancias de la Guerra. Hamlet García es un hombre de rasgos imprecisos e identidad tan improbable como su mismo nombre y un personaje observador y pasivo que se caracteriza no por lo que hace, sino en gran medida por lo que deja de hacer, por lo que no llega del todo a desear, y que al final se disuelve sin haber llegado a encarnarse del todo, en un desenlace tan brusco como el de un diario que de verdad se hubiera quedado sin continuación.
—¡Ah!, ¿tiene usted novio? —le he dicho yo, por decir algo.
—¿No lo sabía usted?
—No.
—Yo creí que lo sabía usted —ha dicho ella como un poco desencantada. Aunque sin comprender la razón me ha dolido su desencanto y he querido endulzarlo.
—¡Pero, mujer, si usted no me lo ha dicho nunca!
—Claro, claro, pero yo creí que el señorito sabía.
—El señorito no sabía nada, pero ahora que sabe, le concede el permiso, la felicita a usted y le desea que sea para bien.
Ha salido a llevarse un plato, ha vuelto con otro y otra vez se ha detenido junto a la mesa.
—La señora sí sabe que yo tengo novio.
—¡Ah!, ¿sí? Es natural… Entre mujeres.
—Es que yo creí que la señora se lo habría dicho.
No he querido responderle, como se merecía, que la señora y yo tenemos asuntos que tratar más importantes que las inclinaciones amorosas de nuestra criada, y con pretexto de masticar un pedazo de filete correosillo he quedado silencioso.
No me ha servido de nada, porque la Cloti estaba dispuesta a ofrecerme el espectáculo de su víscera cordial y así, tras una pausa, ha insistido.
—A mi novio sí lo conoce usted. ¿Sabe usted quién es? Claudio, el dependiente de la tienda de ultramarinos de ahí al lado, la tienda que nos sirve el aceite y el café.
La presencia inesperada de este personaje me ha conturbado fuertemente. Me ha subido al rostro una oleada de calor y he hundido, para ocultar sus efectos, la cabeza en el plato.
La Cloti, implacable:
—Lo conoce usted, ¿verdad?
No he podido escamotear la respuesta y la he dado como si lanzara un exabrupto.
—No lo conozco.
—Pues él le conoce a usted. ¡Ya lo creo! (La Cloti ríe maliciosamente). ¿Sabe usted lo que me ha dicho? Que no le gusta nada que nos hayan dejado solos en la casa a usted y a mí.
Yo la miro gravemente. La absurda suposición ha puesto tensos mis resortes interiores que la aparición del dependiente de ultramarinos había relajado.
—Ya ve usted cómo tampoco su novio me conoce a mí —he respondido con tal sequedad que allí se ha acabado la conversación.
Paulino Masip
El diario de Hamlet García
Novela autobiográfica donde un galdosiano profesor de filosofía asimila las circunstancias de la Guerra. Hamlet García es un hombre de rasgos imprecisos e identidad tan improbable como su mismo nombre y un personaje observador y pasivo que se caracteriza no por lo que hace, sino en gran medida por lo que deja de hacer, por lo que no llega del todo a desear, y que al final se disuelve sin haber llegado a encarnarse del todo, en un desenlace tan brusco como el de un diario que de verdad se hubiera quedado sin continuación.
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