Este hombre la miraba con extraña fijeza.
¡Era el mismo personaje del castillo de Taverney, el que vio en el jardín de las Tullerías, el hombre de palabras amenazadoras y de actos misteriosos y terribles!
Una vez fija la mirada de la reina en aquel hombre, ya no pudo separarla de él; porque ejercía en ella la fascinación de la serpiente sobre el pájaro.
El espectáculo comenzó; la reina hizo un esfuerzo, rompió el encanto y pudo volver la cabeza para mirar la escena.
Se representaban los Acontecimientos imprevistos.
Mas por mucho que se esforzase María Antonieta para distraer su pensamiento del hombre misterioso, a pesar suyo, y como por efecto de una fuerza magnética más poderosa que su voluntad, volvíase y dirigía una mirada de espanto hacia el temible personaje.
Y el hombre continuaba en el mismo sitio inmóvil, sardónico, burlón. Aquello era una obsesión dolorosa, íntima y fatal, una cosa semejante a la pesadilla durante la noche.
Por lo demás, en el teatro flotaba una especie de electricidad. Aquellas dos cóleras suspendidas no podían menos de chocar, como sucede en los días tempestuosos de agosto, cuando dos nubes, llegando de dos extremidades del horizonte, se encuentran y producen el relámpago, si no el rayo.
No tardó en presentarse una oportunidad.
Madame Dugazon, mujer encantadora, debía cantar un dúo con el tenor, y decir estos versos:
¡Oh!, ¡cómo amo a mi ama!
La valerosa mujer se adelantó hasta el borde del escenario, y levantando los ojos y los brazos hacia la reina, hizo la fatal provocación.
María Antonieta comprendió que allí estaba la tempestad.
Volvióse espantada y fijó involuntariamente los ojos en el hombre de la columna.
Entonces creyó verle hacer una señal de mando, a la que toda la platea obedeció.
En efecto, con una sola voz, voz terrible, todos los espectadores que la ocupaban gritaron a la vez.
—¡Ya no hay amo ni ama! ¡Libertad!…
Pero a este grito, palcos y galerías contestaron:
—¡Viva el rey! ¡Viva la reina! ¡Vivan para siempre nuestro amo y nuestra ama!
—¡Ni uno ni otra! ¡Libertad, libertad, libertad! —vociferó por segunda vez la platea.
Después de esta doble declaración de guerra, así lanzada y aceptada, la lucha comenzó.
La reina profirió un grito de terror y cerró los ojos, sin fuerza ya para mirar a aquel demonio que parecía el rey del desorden y el espíritu de la destrucción.
En el mismo instante los oficiales de la guardia nacional la rodearon, formando una barrera con sus cuerpos, y la condujeron hasta fuera del teatro.
Pero en los corredores siguió persiguiéndola este grito:
—¡Nada de amo ni ama! ¡Nada de rey ni de reina!
Se llevó a la reina desmayada a su coche.
Y aquella fue la última vez que asistió al teatro.
El 30 de septiembre, la Asamblea, por boca de su presidente Thouret, declaraba que había cumplido su misión y terminado sus sesiones.
He aquí, en pocas líneas, el resultado de sus trabajos que habían durado dos años y cuatro meses.
La desorganización completa de la monarquía.
La organización del poder popular.
La anulación de todos los privilegios nobiliarios y eclesiásticos.
Mil doscientos millones de asignados decretados.
La hipoteca sobre los bienes nacionales.
La libertad de cultos reconocida.
Abolición de los votos monásticos.
Supresión de las órdenes de prisión.
Legalidad de los cargos públicos.
Supresión de las aduanas interiores.
Institución de la guardia nacional.
Y, en fin, la constitución votada y sometida a la aceptación del rey.
Hubiera sido necesario tener muy tristes presentimientos para creer —rey o reina de Francia— que debía temerse más de la Asamblea que iba a reunirse que de aquella que acababa de disolverse.
Alexandre Dumas
La Condesa de Charny
Revolución francesa - 4
Los sangrientos sucesos posteriores a la toma de la Bastilla continúan. La familia real es trasladada de Versalles a París, a las Tullerías más exactamente, escoltada por el pueblo, que ha asaltado el palacio para hacer justicia por su propia mano. Un miembro de la Asamblea General, el doctor Guillotín, empieza a dar forma al invento que lo hará famoso.
La familia real es apresada en Varennes y conducida a París. Luis XVI, secretamente y con ayuda de Charny y Bouillé, empieza a planear la huida. Mientras tanto, se proclaman los derechos del hombre y del ciudadano, y al grito de: Libertad, igualdad y fraternidad se inicia la revolución.
El ciudadano Juan Bautista Drouet, es el primero en reconocer al rey en su fuga por el camino de Varennes, y da la voz de alarma. La familia real es apresada y conducida por la fuerza a París. Charny, al conocer el secreto de su esposa Andrea, empieza a amarla, sobre todo por el motivo del ocultamiento. Lamenta haberse dado cuenta tarde del tesoro que tiene a su lado. Andrea conoce la felicidad y, aunque durará poco, para ella será suficiente. (…el amor ha sido dado al hombre para que tenga la medida de lo que puede sufrir…).
Reaparece Angel Pitou, que se ha convertido en capitán y héroe de la revolución, pero sigue siendo el noble e inocente enamorado de Catalina a pesar de todo. Esto terminará por revertir su mala suerte en el amor, al convertirse tempranamente en un buen padre de un niño de quien tal vez él no hubiera esperado.
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