Erikson vólvese pra escoitar a súa
mocidade
E cando se decatou, quitou a pucha
pra enchela coas froles do prado.
—Pro as froles están somentes
nun soño, abaneadas por un ventiño morno,
que tamén era soño, soño, soño.
Tivera os anos coma trigo dourado
nas mans, no corazón, nas verbas.
—Nos ollos tamén si, cos que medía
o van da moza e a carreira das estrelas.
Pro non o soupo daquela.
Agora que por vez derradeira soña
que escoita o cuco no alcipreste,
coa pucha parda na man, e os ósos
somentes quentados polos recordos,
—ouh fondo pozo mouro, vida esgotada,
cas ceibados do corazón, violín sen cordas!—
vólvese: a perdida mocidade debe de estar cantando
máis aló dos outeiros, do mare, dos outeiros,
do mare. Aínda cantando.
Erikson se vuelve para escuchar a su juventud
Y cuando se dio cuenta, se quitó la gorra
para llenarla con las flores del prado.
—Pero las flores están solamente
en un sueño, mecidas por una brisa tibia,
que también era sueño, sueño, sueño.—
Había tenido los años como trigo dorado
en las manos, en el corazón, en las palabras.
—En los ojos también, sí, con los que medía
el talle de la muchacha y la carrera de las estrellas.—
Pero no lo supo entonces.
Ahora que por vez postrera sueña
que escucha al cuco en el ciprés,
con la gorra parda en la mano y los huesos
solamente calentados por los recuerdos,
—¡oh hondo pozo negro, vida agotada,
perros sueltos del corazón, violín sin cuerdas!—
se vuelve: la perdida juventud debe estar cantando
más allá de las colinas, del mar, de las colinas,
del mar. Aún cantando.
E cando se decatou, quitou a pucha
pra enchela coas froles do prado.
—Pro as froles están somentes
nun soño, abaneadas por un ventiño morno,
que tamén era soño, soño, soño.
Tivera os anos coma trigo dourado
nas mans, no corazón, nas verbas.
—Nos ollos tamén si, cos que medía
o van da moza e a carreira das estrelas.
Pro non o soupo daquela.
Agora que por vez derradeira soña
que escoita o cuco no alcipreste,
coa pucha parda na man, e os ósos
somentes quentados polos recordos,
—ouh fondo pozo mouro, vida esgotada,
cas ceibados do corazón, violín sen cordas!—
vólvese: a perdida mocidade debe de estar cantando
máis aló dos outeiros, do mare, dos outeiros,
do mare. Aínda cantando.
Erikson se vuelve para escuchar a su juventud
Y cuando se dio cuenta, se quitó la gorra
para llenarla con las flores del prado.
—Pero las flores están solamente
en un sueño, mecidas por una brisa tibia,
que también era sueño, sueño, sueño.—
Había tenido los años como trigo dorado
en las manos, en el corazón, en las palabras.
—En los ojos también, sí, con los que medía
el talle de la muchacha y la carrera de las estrellas.—
Pero no lo supo entonces.
Ahora que por vez postrera sueña
que escucha al cuco en el ciprés,
con la gorra parda en la mano y los huesos
solamente calentados por los recuerdos,
—¡oh hondo pozo negro, vida agotada,
perros sueltos del corazón, violín sin cuerdas!—
se vuelve: la perdida juventud debe estar cantando
más allá de las colinas, del mar, de las colinas,
del mar. Aún cantando.
De “Poemas apócrifos” de Álvaro Cunqueiro
Más información en: http://enriquegutierrezmiranda.blogspot.com.es/2011/10/doce-poemas-apocrifos.html
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