A un gato optimista


Era tan frecuente ver a los gatos encima de los tejados en los pueblos y a los perros sueltos por las calles, aquellos con gateras en las puertas de madera y estos otros muchas veces acostados delante de las puertas de las viviendas al sol, a la sombra o entre el sol y la sombra o bien en el zaguán cuando las dos hojas de la puerta estaban abiertas que al leer una dedicatoria de una novela antigua de intriga no sé que podría suponer un joven lector de pueblo que tenía que imaginar qué era una puerta giratoria. Transcribo la dedicatoria del libro “El enigma de la plaza de Washington” de Harry Stephen Keeler:
               
Este libro está dedicado a:

                        HI-DIDDLE-DIDDLE;

Mi pequeño gato siamés, que se rompió el espinazo en una puerta giratoria cuando sólo tenía cuatro meses, y no volvió a crecer. Pero, enano como es, y paralítico como está de sus patas traseras, corre más deprisa que yo, gatea mejor que yo, y, a juzgar por su constante ronroneo, que hiere los oídos, debe de ser mil veces más optimista y filósofo que yo creo con agrado que soy.
H.S.K.

A los gatos en los tejados no les quebraban, en el pueblo, el espinazo los perros que dormitaban en la calle entre el sol y la sombra y además no presencié ninguna caida a pesar de la cancioncilla escolar de "Estaba el Señor Don Gato".

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