241, 242, 243 del LIBRO DEL DESASOSIEGO DE BERNARDO SOARES

LIBRO DEL DESASOSIEGO DE BERNARDO SOARES
 241
«Te quiero sólo para un sueño», dicen a la mujer amada, en versos que no envían, los que no se atreven a decirle nada. Este «te quiero sólo para un sueño» es un verso de un viejo poema mío. Registro el recuerdo con una sonrisa, y ni la sonrisa comento.
242
En mí, todos los afectos se pasan a la superficie, pero sinceramente. He sido actor siempre, y en serio. Siempre que amé, fingí que amé, y para mí mismo lo finjo.
243
CARTA PARA NO ENVIAR
La eximo de comparecer en mi idea de sí.
Su vida (…)
Esto no es mi amor; es sólo su vida.
La amo como al poniente o al claro de luna, con el deseo de que el momento permanezca, pero sin que sea mía en él más que la sensación de tenerlo.

Fernando Pessoa en Libro del desasosiego


¡Ah de la vida! ¿Nadie me responde?

¡Ah de la vida! ¿Nadie me responde?
¡Aquí de los antaños que he vivido!
La Fortuna mis tiempos ha mordido;
las horas mi locura las esconde.
¡Que sin poder saber cómo ni adónde
la salud y la edad se hayan huido!
Falta la vida, asiste lo vivido,
y no hay calamidad que no me ronde.
Ayer se fue; mañana no ha llegado;
hoy se está yendo sin parar un punto:
soy un fue, y un será, y un es cansado.
En el hoy y mañana y ayer, junto
pañales y mortaja, y he quedado
presentes sucesiones de difunto.

Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos (Madrid, 14 de septiembre de 15801 -Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 8 de septiembre de 1645), conocido como Francisco de Quevedo, fue un escritor español del Siglo de Oro. Se trata de uno de los autores más destacados de la historia de la literatura española y es especialmente conocido por su obra poética, aunque también escribió obras narrativas y obras dramáticas.
Ostentó los títulos de señor de La Torre de Juan Abad y caballero de la Orden de Santiago (su ingreso se hizo oficial el 29 de diciembre de 1617).


La dulce boca que a gustar convida

La dulce boca que a gustar convida
un humor entre perlas destilado,
y a no invidiar aquel licor sagrado
que a Júpiter ministra el garzón de Ida,
amantes, no toquéis, si queréis vida;
porque entre un labio y otro colorado
Amor está, de su veneno armado,
cual entre flor y flor sierpe escondida.
No os engañen las rosas, que a la Aurora
diréis que, aljofaradas y olorosas,
se le cayeron del purpúreo seno;
manzanas son de Tántalo, y no rosas,
que pronto huyen del que incitan hora,
y sólo del Amor queda el veneno.

Luis de Góngora y Argote

Luis de Góngora y Argote (nacido Luis de Argote y Góngora) (Córdoba, 11 de julio de 1561-ibídem, 23 de mayo de 1627) fue un poeta y dramaturgo español del Siglo de Oro, máximo exponente de la corriente literaria conocida más tarde, y con simplificación perpetuada a lo largo de siglos, como culteranismo o gongorismo, cuya obra será imitada tanto en su siglo como en los siglos posteriores en Europa y América. Como si se tratara de un clásico latino, sus obras fueron objeto de exégesis ya en su misma época. 
Recibe el nombre de Generación del 27 al grupo de jóvenes poetas que en 1027 se reunieron, en el Ateneo de Sevilla, con motivo de conmemorar el tricentenario de su fallecimiento.

Del prólogo de Tirante el Blanco de Joanot Martorell

Merecedores son de honor, gloria, fama y memoria los hombres virtuosos y especialmente aquéllos que no han rehusado la muerte para ascender a la gloria perpetua. Sabemos, también, que el honor no puede ser adquirido sin el ejercicio de muchos actos virtuosos y que la felicidad no puede ser conseguida sin virtudes. Es el caso de Judit, que, con ánimo viril, osó matar a Holofernes para liberar a la ciudad de la opresión de aquél. Y como éste son muchos los libros que se han escrito y compilado con hazañas e historias antiguas, ya que sin ellos no sería posible al entendimiento humano comprenderlas y retenerlas.
Antiguamente, el orden militar era tenido en tanta reverencia, que no era galardonado con el honor de caballería más que el más fuerte, el más animoso, el más prudente y el más experto en el ejercicio de las armas. La fortaleza corporal y el coraje se tienen que ejercitar con sabiduría, porque, así como algunas veces unos pocos han obtenido victoria sobre muchos a causa de la prudencia y las buenas artes de los batalladores, en otras ocasiones la sabiduría y la astucia de los caballeros han sido suficientes para vencer la fuerza de los enemigos. Y por esta razón los antiguos ordenaban justas y torneos y educaban a los infantes en el ejercicio militar, para que en las batallas fuesen fuertes y animosos y para que no sintiesen terror ante la visión de los enemigos.
La dignidad militar tiene que ser premiada, porque sin ella los reinos y las ciudades no podrían permanecer en paz, según dice el glorioso san Lucas en su evangelio. Merecedor es, pues, el virtuoso y valiente caballero, de honor y de gloria, y su fama no tiene que ser olvidada con el paso de los días. Y como entre los otros insignes caballeros de gloriosa memoria sobresale el valentísimo Tirante el Blanco, del cual hace especial conmemoración el presente libro, es necesario hacer una singular y presente mención individual, a causa de su honor y de sus grandísimas virtudes y caballerías, que se recitan en las siguientes historias.

Del prólogo de Tirante el Blanco de Joanot Martorell
(20 de noviembre de 1490)

La novela de caballerías más divertida de la literatura universal.
THE NEW YORK TIMES

Por tomar muchos juntos se le cayó uno a los pies del barbero, que le tomó gana de ver de quién era, y vió que decía: Historia del famoso caballero Tirante el Blanco. Válame Dios dijo el cura, dando una gran voz; ¡que aquí esté Tirante Blanco! Dádmele acá, compadre, que hago cuenta que he hallado en él un tesoro de contento y una mina de pasatiempos. Aquí está don Kirieleison de Montalván, valeroso caballero, y su hermano Tomás de Montalván y el caballero Fonseca, con la batalla que el valiente de Tirante hizo con Alano, y las agudezas de la doncella Placerdemivida, con los amores y embustes de la viuda Reposada, y la señora emperatriz enamorada de Hipólito su escudero. Dígoos verdad, señor compadre, que por su estilo es este el mejor libro del mundo; aquí comen los caballeros, y duermen y mueren en sus camas, y hacen testamento antes de su muerte, con otras cosas de que todos los demás libros de este género carecen. Con todo eso, os digo que merecía el que lo compuso, pues no hizo tantas necedades de industria, que le echaran a galeras por todos los días de su vida. Llevadle a casa y leedle, y veréis que es verdad cuanto de él os he dicho. Así será, respondió el barbero…
El Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha (I-VI) de Miguel de Cervantes.



Este infame gallo cuyo temprano canto, vs. silbarán los pájaros -cabrones- desde los plátanos

Una vez, un hombre fue a la provincia de Mutsu sin un objetivo definido. Una dama de allí se prendó ardientemente del hombre de la capital, que encontraba de una rara belleza. Ella le escribió:
Más valiera
para morir en amor total
fuera yo
un gusano de seda
aún para tan corta vida.
Era un poema de provinciana. De cualquier manera, él sintió piedad, fue a su casa y allí durmió. Cuando, tarde en la noche, partió, la mujer:
Cuando el día despunte
en el canal he de hundir
este infame gallo
cuyo temprano canto
a mi amante hizo partir.
Pero el hombre dijo que debía volver a la capital:
Si en Kurihara
el pino de Anewa
una persona fuera:
“A la capital, como recuerdo,
ven conmigo”, le diría.
Entonces la mujer se sintió feliz, y se dijo: “Parece que realmente me ama”.

Son los Cuentos d’Ise 951 d.C. de Ariwara No Narihira
Traducción: Jorge N. Salomonoff
Colección: Biblioteca Personal de Jorge Luis Borges

Un poeta, Gil de Biedma; diría siglos después:
“Pasan lentos los días
y muchas veces estuvimos solos.
Pero luego hay momentos felices
para dejarse ser en amistad…”

JGB
“Albada”
Despiértate. La cama está más fría
y las sábanas sucias en el suelo.
Por los montantes de la galería
llega el amanecer,
con su color de abrigo de entretiempo
y liga de mujer.
Despiértate pensando vagamente
que el portero de noche os ha llamado.
Y escucha en el silencio: sucediéndose
hacia lo lejos, se oyen enronquecer
los tranvías que llevan al trabajo.

Es el amanecer.
Irán amontonándose las flores
cortadas, en los puestos de las Ramblas,
y silbarán los pájaros -cabrones-
desde los plátanos, mientras que ven volver
la negra humanidad que va a la cama
después de amanecer.
Acuérdate del cuarto en que has dormido.
Entierra la cabeza en las almohadas,
sintiendo aún la irritación y el frío
que da el amanecer
junto al cuerpo que tanto nos gustaba
en la noche de ayer,
y piensa en que debieses levantarte.
Piensa en la casa todavía oscura
donde entrarás para cambiar de traje,
y en la oficina, con sueño que vencer,
y en muchas otras cosas que se anuncian
desde el amanecer.
Aunque a tu lado escuches el susurro
de otra respiración. Aunque tú busques
el poco de calor entre sus muslos
medio dormido, que empieza a estremecer.
Aunque el amor no deje de ser dulce
hecho al amanecer.
-Junto al cuerpo que anoche me gustaba
tanto desnudo, déjame que encienda
la luz para besarte cara a cara,
en el amanecer.
Porque conozco el día que me espera,
y no por el placer.
Jaime Gil de Biedma

Jaime Gil de Biedma y Alba nació en Barcelona, el 13 de noviembre de 1929.
Fue uno de los más importantes poetas de la llamada Generación del 50′

CUMBRE DE URBIÓN

CUMBRE DE URBIÓN. 

A Joaquín Gómez de Llarena

Es la cumbre, por fin, la última cumbre.
Y mis ojos en torno hacen la ronda
y cantan el perfil, a la redonda,
de media España y su fanal de lumbre.
Leve es la tierra. Toda pesadumbre
se desvanece en cenital rotonda.
Y al beso y tacto de infinita onda
duermen tierras y valles su costumbre.
Geología yacente, sin más huellas
que una nostalgia trémula de aquellas
palmas de Dios palpando su relieve.
Pero algo, Urbión, no duerme en tu nevero,
que entre pañales de tu virgen nieve
sin cesar nace y llora el niño Duero.

Gerardo Diego en Alondra de verdad, 1941.


PRIMAVERA EN SILOS

Ahuyenta el sol los delicados hilos
de una lluvia viajera. Y, pregonero
del hondo y fresco azul, un novillero
ruiseñor luce su primor de estilos.
Los perales en flor, nuevos los tilos;
el ciprés, paraíso del jilguero.
Qué bien supiste, hermano jardinero,
interpretar la primavera en Silos.
Ay, santa envidia de haber sido un monje,
un botánico, un mínimo calonge
-frescor de azada y luz de palimpsesto-,
y un anónimo y verde día, cuando
Dios me llamase, hallarme de su bando
y decirle: “Bien sabes que estoy presto”.

Gerardo Diego en "Versos divinos".

Donde habite el olvido; juntos los poemas de Bécquer y Cernuda

Rima LXVI: ¿De dónde vengo?
Gustavo Adolfo Bécquer

¿De dónde vengo?…
El más horrible y áspero
de los senderos busca:
las huellas de unos pies ensangrentados
sobre la roca dura;
los despojos de un alma hecha jirones
en las zarzas agudas
te dirán el camino
que conduce a mi cuna.
¿Adónde voy? El más sombrío y triste
de los páramos cruza;
valle de eternas nieves y de eternas
melancólicas brumas.
En donde esté una piedra solitaria
sin inscripción alguna,
donde habite el olvido,
allí estará mi tumba.

Donde habite el olvido,
Luis Cernuda


Donde habite el olvido,
en los vastos jardines sin aurora;
donde yo sólo sea
memoria de una piedra sepultada entre ortigas
sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
no esconda como acero
en mi pecho su ala,
sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.
Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
sometiendo a otra vida su vida,
sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
disuelto en niebla, ausencia,
ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
donde habite el olvido.

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