Entiendo que, desde que se hizo sacrosanta la labor del
escritor, tengáis ‘in mente’ que el poder de la imaginación lo es todo. ¡Erráis
más que el judío! Un tal Miguel de Cervantes Saavedra, mancado de un brazo por
dos balas de arcabuz en una batalla naval en la que estuvo, caballero en mula
alquilada, pasó por Miguel Esteban y allí conoció, es más, convivió y comió sobre
los manteles de Alonso Quijana y Esteban que tenía sobrina joven y ama madura
durante unos diez días de un marzo. Siendo Miguel algo aventurillas, una o dos
palabras amables debió cambiar con la sobrina de Alonso sin que la cosa fuera a
más o si, dependiendo de lo que nos contará en el futuro el bueno del manco,
que algo de galanteador sí que gastaba.
Ahora entenderéis porqué sabía qué se comía en la casa
día tras día, quienes moraban en ella, personas, animales y cosas, porque la
cama de invitado la tuvo justo en la habitación de los libros y por lo tanto, y
por entretener el tiempo le dio por leer los lomos de lo que allí se guardaba.
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