Tengo un pequeño problema, o grande, o ni siquiera es un
problema, o si. Yo quería escribir o contar; él quería que yo escribiera o
contara un sueño suyo… pero en realidad la historia es simple aunque a él le
parece que es imposible que se pueda poner en palabras porque escrito es
ridículo, pero las sensaciones, según sospecho, no. Él es un gorrión, un vulgar
pardal, jovencito, de la última primavera. Con otros de su especie han convertido
el estanque de la plaza de Europa, ¡si hombre!, ese que está en medio del medio
de Gijón, en su centro de reunión, a la vez baño y abrevadero. Pues el Gorrión,
este, se ha empeñado en soñar despierto todo el día. A veces se acerca al banco
de los mendigos, como hay varios, para que te ubiques, el que está más cerca
del estanque y comparte las migajas del bocadillo. En un momento se queda
mirando, de lado, como miran todos estos bichos fijamente, bueno, me mira
fijamente y entonces, hipnotizado o algo así empiezo a ver el mundo muy raro,
en dos planos nítidos y simultáneos a derecha e izquierda; un mundo imposible,
muy extraño… Me froto los ojos los abro y sigo viendo lo mismo… Los cierro y
entonces, solo entonces:
“ la caña de la planta,
alabeada por mi peso,
cimbreo, cimbreo, sopla el viento
el estanque, los nenúfares
entre sus hojas, sobre sus hojas
me refocilo
el sol sobre la cabeza
la rana curiosa, mira”
Es lo que tienes que escribir, pienso con extrañeza,
inmediatamente, dice.
Probablemente el chóped del bocadillo estaba en mal
estado, sospecho.
(Imagen del relato: gorriones en el estanque que se menciona)
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