Unos
dicen que soy un hombre sabio y me llamaban rabí o raboni, que en su
lengua significa «maestro». Otros me llaman simplemente imbécil.
—¿Y tú? —le pregunté—, ¿qué
piensas?
—Yo —dijo Jesús— pienso que
eres un hombre justo.
—En esto te equivocas. Yo no
creo en la justicia. La justicia es un concepto platónico. No sé si me
entiendes: una idea, nada más. Por otra parte, aunque no oculto mi inclinación
por la filosofía, sólo soy un estudioso de las leyes de la Naturaleza, lo que
Aristóteles denomina con propiedad un fisiólogo. Y si algo he aprendido es
esto: que la Naturaleza no es justa ni la justicia es parte del orden natural.
En el orden natural, al que pertenecemos todos, el animal más fuerte se come al
más débil. Por ejemplo, un león, si tiene hambre, se come un ciervo o un avestruz,
y nadie se lo reprocha. Luego, al envejecer, el león pierde sus fuerzas y los
ciervos o las avestruces se lo podrían comer si quisieran. De este modo
restablecerían la justicia, pero ¿acaso lo hacen?
—No —dijo Jesús—, porque son
herbívoros.
—Pues ahí lo tienes. No hay
justicia en el orden natural. Ni en el sobrenatural. También los dioses se
comen los unos a los otros. No con frecuencia, bien es verdad. Que yo sepa,
sólo Saturno se come o se comió a sus hijos. Pero ya ves que ni siquiera los
dioses se libran de la desigualdad. Claro que vosotros no creéis en los dioses.
Pero lo del león vale igual para creyentes y no creyentes. ¿Lo has entendido?
—No, raboni.
—No importa. Ya lo entenderás.
Y no me llames raboni.
De Eduardo Mendoza en “El asombroso viaje de Pomponio Flato”
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