Entróse Sancho por aquellas
quebradas de la sierra, dejando a los dos en una por
donde corría un pequeño y manso arroyo, a
quien hacían sombra agradable y fresca otras
peñas y algunos árboles que por allí
estaban. El calor, y el día que allí
llegaron, era de los del mes de agosto, que por
aquellas partes suele ser el ardor muy grande; la
hora, las tres de la tarde; todo lo cual hacía
al sitio más agradable, y que convidase a que en
él esperasen la vuelta de Sancho, como lo
hicieron.
Juan Ramón Santos lee "Meditaciones..."
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Ensanchando el territorio
Ahora que me doy cuenta, no pudo estar más acertado Álvaro Valverde cuando,
para dar título a la antología que publicó hace uno...
Hace 5 horas
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