Alguna vez he comentado que algunos gallos son descendientes
directos de aquel que tuvo al pobre de san Pedro pesaroso el resto de su vida
por mor de unas negaciones de las que ya había sido avisado: “¡No conozco al
hombre! Y en seguida cantó el gallo.” (Mateo 26:74) Ya que estaban en casa de
Caifás el gallo debía de ser suyo. A partir de aquel momento para el bueno de
san Pedro oír cantar un gallo era como para los millones de trasnochadores, por
mor de la programación de las televisiones, escuchar el despertador un lunes,
martes, miércoles… por la mañana a cualquier hora. Lo más lógico es que a los
despertadores los hubieran apodado gallos de Caifás con lo que se conseguían
varias cosas: no tener mala conciencia cuando lo convirtiéramos en caldo y maldecir,
con fundamento, a un individuo traidor y alevoso como cualquier buen
despertador que se precie.
Juan Ramón Santos lee "Meditaciones..."
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Ensanchando el territorio
Ahora que me doy cuenta, no pudo estar más acertado Álvaro Valverde cuando,
para dar título a la antología que publicó hace uno...
Hace 5 horas
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