El gallo de Caifás

Alguna vez he comentado que algunos gallos son descendientes directos de aquel que tuvo al pobre de san Pedro pesaroso el resto de su vida por mor de unas negaciones de las que ya había sido avisado: “¡No conozco al hombre! Y en seguida cantó el gallo.” (Mateo 26:74) Ya que estaban en casa de Caifás el gallo debía de ser suyo. A partir de aquel momento para el bueno de san Pedro oír cantar un gallo era como para los millones de trasnochadores, por mor de la programación de las televisiones, escuchar el despertador un lunes, martes, miércoles… por la mañana a cualquier hora. Lo más lógico es que a los despertadores los hubieran apodado gallos de Caifás con lo que se conseguían varias cosas: no tener mala conciencia cuando lo convirtiéramos en caldo y maldecir, con fundamento, a un individuo traidor y alevoso como cualquier buen despertador que se precie.

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