¿Cazar más de cincuenta pajarillos es una hecatombe?

Deberíais saber que es inútil intentar tocar las narices al viento porque respira, al lodo porque mancha y al agua de la fuente de aquel, entonces, mi pueblo porque lava, limpia y moja cuando con apenas siete años eres el amo del mundo y nadie controla que tus sandalias llenas de barro terminen chapoteando en el pilón de la fuente con tus pies dentro, antes cubiertos por lodo, barro o plasta de vaca, boñiga de mulo y el alma de los muchos gorriones que aquel día de primavera, casi verano,  cayeron en los cepos: ¡una hecatombe de pájaros menudos que fritos crujían entre los dientes carcomidos de los borrachos del bar de Aquilino! ¡Señor, un asesinato de avecillas parvas en masa! Total: una peseta más dos reales o lo que es lo mismo un cuento troquelado, un tebeo y dos bolas de caramelo de anís. Cuando alguien en casa quiso poner algo de orden en mi vida ¡salí corriendo! A la hora de cenar ya había pasado el furor justiciero y en la mesa estaba la cena tan rica como siempre.

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