Comer de restaurante

El mirlo empapado por la lluvia, con su trino fue capaz de tener al abad Ero, trescientos años a la intemperie, ensimismado. Me pregunto qué sombra de nube en forma de rapaz voladora o gatuna pudo provocar una nota discordante en el canto del ave e interrumpir el arrobamiento del buen abad.
(Hay eruditos que tienen encendidas y, a veces, enconadas discusiones sobre la naturaleza del avecilla si ruiseñor o verderón o incluso una urraca o grajo educados en el canto en un buen conservatorio de pago, que no todo iban a ser milagros.)
Lo cierto es que el prodigio más grande de todos fue que tanto el abad como el ave se alimentaran del aire. Como descubra la fórmula algún cocinilla moderno estaremos perdidos ya que sin provocarlos y por tanteo nos llenan los platos de aire y espumas varias. ¡Que san Ero los alimente 'a pan y agua' y a nosotros nos ayude con la factura!

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