Recuerdos de hace cincuenta años


Dado lo tiquismiquis que casi todo el personal del mundo es, es posible que lo que voy a contar pueda parecer extraño. Internos en un colegio, creo que el curso de bachillerato era tercero, un día a media mañana nos llevaron a la capilla y después de un extraño ritual nos nombraron caballeros como a don Quijote en la venta, pero en serio. Teníamos nuestra cruz mitad blanca, mitad negra; símbolo total de la caballeresca medieval y en lugar de darnos con la espada en el hombro nos entregaron un cíngulo de la castidad y un, de lo que ahora llaman, pin y que nosotros llamábamos insignia. Estaba bien pensado no sea que a las dulcineas del mundo les diera por enredar y en aquel momento no era el caso ni la cosa.

De mis lecturas

Ahora, acogido a la penumbra de su celda, recordaba un verso de Prudencio que había leído de joven: inrepsit subito canities seni. ¡Con qué rapidez había trepado la canicie por sus sienes, hiedra blanca para coronar su cabeza de anciano! La nieve de su frente, seguía el poeta, probaba el paso de los inviernos y las rosas. Alguna de ellas había florecido a la sombra de la biblioteca. También alguna pesadumbre: ya Cipriano, elegido obispo de Cartago «por aclamación del pueblo», se lamentaba de que nadie está exento «de alguna herida de la conciencia».
Emilio Pascual “El monje en su Apocalipsis”
(De uno de los estudios introductorios a la edición conmemorativa del Beato de Liébana “Comentarios al Apocalipsis de San Juan”)
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Proemium
Per quinquennia iam decem, ni fallor, fuimus: septimus insuper annum cardo rotat, dum fruimur sole volubili. Instat terminus et diem vicinum senio iam Deus adplicat. Quid nos utile tanti spatio temporis egimus? Aetas prima crepantibus flevit sub ferulis. Mox docuit toga infectum vitiis falsa loqui, non sine crimine: Tum lasciva protervitas, et luxus petulans (heu pudet ac piget!) foedavit iuvenem nequitiae sordibus ac luto. Exin iurgia turbidos armarunt animos et male pertinax vincendi studium subiacuit casibus asperis. Bis legum moderamine frenos nobilium reximus urbium, ius civile bonis reddidimus, terruimus reos. Tandem militiae gradu evectum pietas principis extulit adsumptum propius stare iubens ordine proximo. Haec dum vita volans agit, inrepsit subito canities seni, oblitum veteris me Saliae consulis arguens: Sub quo prima dies mihi quam multas hiemes volverit, et rosas pratis post glaciem reddiderit, nix capitis probat. Numquid talia proderunt carnis post obitum vel bona vel mala? Cum iam, quidquid id est, quod fueram, mors aboleverit. Dicendum mihi; quisquis es,  mundum, quem coluit, mens tua perdidit: non sunt illa Dei, quae studuit, cuius habeberis. Atqui fine sub ultimo peccatrix anima stultitiam exuat: saltem voce Deum concelebret, si meritis nequit: Hymnis continuet dies, nec nox ulla vacet, quin Dominum canat: pugnet contra hereses, catholicam discutiat fidem, Conculcet sacra gentium, labem, Roma, tuis inferat idolis, carmen martyribus devoveat, laudet apostolos. Haec dum scribo vel eloquor, vinclis o utinam corporis emicem liber, quo tulerit lingua sono mobilis ultimo.

Prefacio

Ya estoy en los 57 años de mi edad: ya me está instando el término de mi vida, y ya se me va aproximando el día de mi muerte, sin haber hecho cosa alguna buena en tanto tiempo. Pasé mi primera edad en sollozos por los castigos de la escuela: inficionado después con vicios me enseñó la Toga a decir falsedades, no sin delitos: siguióse la perversa lascivia y el desenfrenado lujo (que me avergüenzo y horrorizo), que encenagó mi juventud en el lodo de las maldades. Corroboraron después las rencillas el torbellino de mis ímpetus, y malamente porfiado el apetito a quedar victorioso, se rindió a casos desabridos. Por dos veces goberné a ciudades ilustres con el timón de las leyes, atemorizando a los delincuentes y haciendo justicia a los buenos. Por último, separado de la milicia me sublimó la piedad del Soberano al primer puesto cerca de su persona. Mientras esto pasa como en un vuelo, repentinamente me hallé con las canas de la vejez, que me argüía de haberme olvidado del antiguo cónsul Salia, en cuyo tiempo nací; siendo la nieve de mi cabeza la prueba de los muchos inviernos y primaveras que por mía han pasado. ¿Y por ventura será de algún provecho todo esto, bueno o malo, después de mi fallecimiento, cuando la muerte haya borrado todo cuánto yo haya sido? Sin duda alguna se me dirá entonces: tú has perdido ya el mundo a quien veneraste y las cosas que te llevaron la afición no son de Dios a quien debías servir. Más ya que el alma pecadora por último se ha de desnudar de su necedad, celebre ahora a Dios a lo menos con las voces, ya que no puede con obras meritorias. Emplee continuamente los días en himnos y no deje en hueco ninguna noche sin dar a Dios alabanzas: pelee contra las herejías: estudie los misterios de la Fe católica: menosprecie los sacrificios gentilicios: destruya los ídolos romanos: escriba poesías en honor de los mártires; y celebre a los Apóstoles. Ojalá yo al escribir o hablar esto saliese libre de la cárcel des este cuerpo con la última voz que articulase mi lengua.



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