2015, otro centenario del Quijote

Mira, Francisco Rico en el minuto 4:34 de tu disertación en El Cultural, sobre bien editar a los clásicos, mientras me iba a echar un chupito de aguardiente, te congelé mirando a las alturas, tú a las alturas, acaso buscando una tenue voluta de humo del último cigarro o cigarrillo que te fumaste antes del fundido en negro. Es cierto que don Quijote, antes de ser armado caballero en la venta dijo “¡Oh tú, quienquiera que seas, atrevido caballero, que llegas a tocar las armas del más valeroso andante que jamás se ciñó espada, mira lo que haces, y no las toques, si no quieres dejar la vida en pago de tu atrevimiento!” pero antes envía un mensaje al profesor Rico, si tienes alguna duda, que él me avalará. Dulcinea sigue entera gracias al cuidado del señor Lorenzo ya que me la prometió en la última feria del Toboso. Todo era trigo.

¿Cazar más de cincuenta pajarillos es una hecatombe?

Deberíais saber que es inútil intentar tocar las narices al viento porque respira, al lodo porque mancha y al agua de la fuente de aquel, entonces, mi pueblo porque lava, limpia y moja cuando con apenas siete años eres el amo del mundo y nadie controla que tus sandalias llenas de barro terminen chapoteando en el pilón de la fuente con tus pies dentro, antes cubiertos por lodo, barro o plasta de vaca, boñiga de mulo y el alma de los muchos gorriones que aquel día de primavera, casi verano,  cayeron en los cepos: ¡una hecatombe de pájaros menudos que fritos crujían entre los dientes carcomidos de los borrachos del bar de Aquilino! ¡Señor, un asesinato de avecillas parvas en masa! Total: una peseta más dos reales o lo que es lo mismo un cuento troquelado, un tebeo y dos bolas de caramelo de anís. Cuando alguien en casa quiso poner algo de orden en mi vida ¡salí corriendo! A la hora de cenar ya había pasado el furor justiciero y en la mesa estaba la cena tan rica como siempre.

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