¿Y qué hacer con la vejez?



Juventud y vigor,
¿cuánto durará?
¿Y qué hacer con la vejez?
De “El Viento otoñal” por el emperador Wu (156 – 87 A.C.)

Por la carretera



En el prado, bajo los chopos dorados, picoteaban los mirlos; contemplaban la puesta de sol desde los alambres los estorninos; aquella, inusual pareja, paseaba la tarde por la desierta carretera.(MMV 9/13)

Un apunte castellano


“Esta tierra tiene, aquí, en Castilla zonas tan desnudas y esteparias, de tan solemne pobreza, que ella mismo, ciertamente, puede tomarse imagen de todo el abandono de Cristo en su agonía y de la ausencia de su Padre. Y, desde luego, de la nada y desnudez en que el hombre ha de andar en la búsqueda de lo único.” (José Jiménez Lozano; “Guía espiritual de Castilla”; pág. 227)

Un paseo en otoño

No podéis recordar aquellos días en los que Pablo, Venancia, Licarión, Abencia, Sabina y Eugenia, ya con sus años bien contados salían todas las tardes camino del cementerio paseando entre negrillos, álamos y acacias. La mayor parte del camino en silencio, ese silencio castellano hecho de susurro del viento, graznar de aves y arrastrar de pasos cansados, muy cansados. Aún cantaba el sol de la tarde en ese silencio que no lo era, aún alguien decía algo para que el viento tuviera con que jugar. Un mozo en bicicleta pasaba por el camino hacia la aldea. Decía Sabina, después de un rato, anda tras la hija del Pedro, la mediana. Abencia, añadió, no sé que ve en ella si es pelirroja. Pablo, a lo suyo, murmuraba ¡jodía pierna! (MMV 9/13)

No es una justificación ni lo pretendo

Es el momento de comentar que sólo los muertos se ganaron su nombre, los vivos que se conformen con una letra del abecedario y aún ésta será variable de acuerdo con mis criterios y con sus máscaras cotidianas. Que cada cual se reconozca por sus obras, ausencias, méritos o deméritos; y si no están conformes con lo que se cuenta, seguro que no se hablará de ellos en este momento, ni en aquel otro. (MMV 9/13)

Un cazador de ocho años


Ahora, dicen que los gorriones están desapareciendo, al igual que las abejas… Desde que alguno de nuestros pueblos se convirtieron en ciudades es posible que esto sea así. Me contó Don Enrique Frutos que tuvo un alumno que era un gran depredador de gorriones. Por los años setenta del pasado siglo el patio del colegio tenía una valla de poco porte y los suelos eran de tierra, guijarros y arena. Este alumno, de tercero de E.G.B., por las mañanas saltaba la valla del colegio y sembraba literalmente un esquinazo del patio con ballestas para cazar pájaros. Gran cazador y estratega era justo el territorio que alcanzaba a ver desde su aula. Cuando sabía que había presas se las arreglaba para salir del aula y proceder a su recogida y las trampas. En la cartera, habitualmente, llegaba a su casa al mediodía con varios cadáveres. Supongo que se los comería fritos. Lo curioso del caso es que nadie en aquellos tiempos comentara sobre la disminución de los gorriones. (MMV 9/13)

La atracción del Retiro

La penúltima vez que estuve en Madrid escuche y contemplé a una señora mayor que hablaba con un perro en la calle de Alcalá en estos términos: “- ¡mira! tengo que hablar con un señor y te prometo que cuando lo haya hecho vamos al Retiro”. El can atornillado en el suelo sólo tenía ojos para la Puerta de Madrid del parque. Oí mientras me alejaba a la señora insistir en la promesa. Es una pena que no esperara a ver el desenlace pero yo también quería entrar en el Retiro. (MMV 9/13)

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